Hay una especie de placer masoquista en el hecho de leer la columna de Compromisos del New York Times donde uno es testigo de todas las cosas típicas que suceden en las comedias románticas edulcoradas. Pero este tipo de secciones, como David Brooks nos enseñó hace más de una década, constituye terreno abonado para el estudio antropológico. Y si analizamos la columna durante los últimos años, ete das cuenta de una cosa: muchas parejas rompen y posteriormente se reconcilian antes de decir el "sí, quiero" definitivo.

Después de conocerse con 13 y 15 años, respectivamente, los bailarines principales del New York City Ballet Tiler Peck y Robert Fairchild pasaron 14 años de altibajos para, finalmente, pasar por el altar en 2014. La montadora cinematográfica Anne-Marie Hess conoció al cirujano David Rabkin en 2002, pero no se casaron hasta 2010, después de ocho años de noviazgo. Aunque el director financiero Alexander Arzoumanov y la productora Abigail Crutchfield conectaron inmediatamente durante su primer año en Harvard en 2006, Crutchfield necesitó tres años más antes de sentar cabeza con su novio, con el que se casó en 2014.

En la actualidad la receta para que una relación tenga éxito requiere, a partes iguales, de la persona y del momento adecuado, y los milennials tienen un concepto muy amplio de "momento adecuado" a diferencia de la generación anterior. De acuerdo con Art Markman, profesor de psicología de la Universidad de Texas, los miembros de la Generación Y están "dispuestos a jugar el partido" en muchos aspectos de sus vidas. Los psicólogos llaman a este período de "crecimiento", que va desde los 18 hasta los 29 años, "madurez emergente". Durante este periodo, los jóvenes fijan metas profesionales a largo plazo, acumulan experiencias, entran y salen del entorno de sus padres y avanzan hacia la independencia económica, todo lo cual afecta a sus relaciones estables.

"LOS MILENNIALS TARDAN MÁS TIEMPO EN AFIANZARSE EN SUS CARRERAS PROFESIONALES Y SON MÁS PROPENSOS A CAMBIAR DE TRAYECTORIA PROFESIONAL. ESTO SE NOTA A LA HORA DE CONSOLIDAR UNA RELACIÓN ESTABLE E INFLUYE EN LA DECISIÓN DE CASARSE"

"Los nacidos tras la explosión de natalidad de la posguerra estuvieron expuestos a una mayor presión social a la hora de encontrar un trabajo y afianzar una relación. Los miembros de la Generación X empezaron a casarse y a tener hijos un poco tarde, pero, aún así, siguieron una trayectoria relativamente uniforme desde la universidad a la carrera profesional", dice Markman. "Los milennials tardan todavía más tiempo en afianzar sus carreras profesionales y son más propensos a cambiar de planes en este sentido. Esto se nota a la hora de consolidar una relación estable e influye en la decisión de casarse".

Es difícil obtener estadísticas precisas sobre la secuencia ruptura-reconciliación, pero un estudio de 2013 con 792 personas con edades comprendidas entre los 17 y 24 años publicado en el Journal of Adolescent Research, llegó a la conclusión de que el 44% de los participantes había vuelto con su ex en los dos años siguientes a la ruptura. Markman apunta a que, probablemente, esta tendencia responde al retraso en la edad de contraer matrimonio, así como al hecho de que las rupturas no son tan definitivas como lo eran en el pasado. "Por encima de todo," apunta Markman, "las plataformas sociales han facilitado que las parejas puedan seguir manteniendo el contacto, incluso después de que haber roto... Correos electrónicos, mensajes de Facebook, etc. dan otra oportunidad a las parejas que han roto para mantener el contacto sin que ello suponga ningún tipo de compromiso, lo que puede acabar en una reconciliación cuando las circunstancias sean propicias".

SEGÚN UN ESTUDIO, EL 44% DE LOS ENCUESTADOS HABÍA VUELTO CON SU EX EN LOS DOS AÑOS SIGUIENTES A LA RUPTURA

Este fue el caso de una pareja con la que pude hablar, Kelli y su novio desde la universidad, Cameron. Los dos se hicieron inseparables cuando se conocieron en la primavera de 2008 a los 19 años. Pero al año siguiente, Cameron se graduó y se trasladó a la Costa Oeste para trabajar, mientras que Kelli se quedó en la Costa Este. Para Cameron, tanto la distancia como el estrés de su trabajo se convirtieron en algo que afectó negativamente a la relación, por lo que decidió cortar los lazos con su novia.

Kelli estaba destrozada, pero rápidamente comenzó a construir una vida en solitario. Terminó el colegio, comenzó a trabajar en Nueva York, donde vivía sola, e incluso comenzó a salir con otro chico. Así que cuando Cameron la llamó en 2012 para decirle que nunca había dejado de quererla, Kelli ya había echado raíces en su nueva vida. Y empezaron las dudas.

Cameron continuó hablando con Kelli por teléfono cada pocos meses o a través del correo electrónico. Kelli quería dilatar más estos contactos, pero con el tiempo la sensación de que podría ser más feliz con Cameron se fue imponiendo. "Algo así como cuando una se pregunta, ¿sería más feliz en otra ciudad? ¿Con otro trabajo?"

Finalmente, accedió a volver a ver a Cameron en 2014 y empezaron a salir de nuevo. Se casaron en 2015. Kelli cuenta que unas semanas o unos meses no habrían sido suficientes para darse cuenta de que su relación con Cameron merecía una segunda oportunidad. "Los problemas no se habrían resuelto", explica. Fue el paso de los años lo que permitió a Kelli enfrentarse a la situación con una perspectiva diferente. "Comparaba a otros chicos con Cameron" cuenta. "Con él, yo era feliz, me sentía comprometida, éramos compatibles y nos retábamos (intelectualmente)".

Los veinteañeros y los treintañeros de hoy en día también quieren "lo mejor" en todos los sentidos, explica la terapeuta y profesora adjunta de psicología en la Universidad de Illinois Karla Ivankovich. Y esto, también, puede influir en los patrones de ruptura y reconciliación; en comparación con las generaciones anteriores, los miembros de la Generación Y no están dispuestos a afianzar su relación hasta que no están completamente seguros de su elección y de que lo hacen en el momento oportuno. Ivankovich cita los datos del Pew Research Center de 2015 que comparan los milennials con sus abuelos: según el estudio, el 65% de los milennials que nunca se han casado quieren hacerlo algún día. Aproximadamente una cuarta parte de ese grupo dicen que no han encontrado la persona adecuada todavía, pero más de la mitad cree que es una cuestión de tiempo; el 30% dice que no aún no disponen de la estabilidad financiera necesaria; y otro 26% creen que todavía son "demasiado jóvenes y no están listos para sentar la cabeza", lo que podría ser una causa para romper con sus parejas con vistas a estar juntos en un futuro no muy lejano.

Tampoco Danielle ni Richard, que se separaron hace dos años con 22 y 23 años, estaban listos para una relación seria cuando se separaron. Richard estaba terminando un máster y Danielle había encontrado su primer empleo. "Aunque los dos queríamos pasar tiempo juntos, nuestras ocupaciones acaparaban la mayor parte de nuestro tiempo y provocaban roces en nuestra relación", cuenta Danielle.

"Los dos teníamos la esperanza de volver a encontrarnos en el futuro, confiábamos en ello, pero la ruptura, de hecho, me vino muy bien para disfrutar de la sensación de independencia", recuerda Danielle. Estuvieron un año entero viviendo por separado, hasta que volvieron a saber el uno del otro. (Danielle y Richard han vuelto de nuevo y se han comprometido para dentro de un año).

Según Susan Walsh, experta en relaciones y fundadora de la popular web de citas Hooking up smart, las relaciones con un patrón ruptura-reconciliación acaban, cada vez más, en un compromiso sólido, especialmente después de que haya finalizado un período de transición como la universidad, el comienzo de un nuevo trabajo o el traslado a una nueva ciudad. "Esos momentos suponen un gran cambio para la gente", dice Walsh. "La gente quiere asentarse en un nuevo trabajo y un nuevo lugar antes de comprometerse con una relación".

Para el conjunto de los veinteañeros y de los treintañeros, también se están ampliando (y retrasando) los signos de madurez gracias al deseo de diversificar las experiencias. "Esta es otra señal del cambio generacional", dice Ivankovich. "Hace unos años, no se te consideraba una persona madura hasta que no tuvieras pareja, aunque ello no implicara planes de boda. Ahora sólo te ven como una persona madura si has vivido sola, si has salido con alguien, si has viajado y si has comenzado tu propia carrera profesional. Un estudio de 2013 realizado por el Boston Consulting Group, por ejemplo, reveló que los milennials están un 23% más interesados en viajar al extranjero que cualquier generación precedente.

La relación estable que disfrutaban Jodi y Chad se vio afectada por esta dinámica. A pesar de que los dos habían sido amigos durante cinco años y luego estuvieron saliendo durante cuatro años, a Jodi le picaba el gusanillo de viajar durante unos meses antes de graduarse en la universidad. Pero Chad, tres años mayor que ella, ya tenía un trabajo a tiempo completo que no estaba dispuesto a dejar.

"PASAMOS CINCO AÑOS SEPARADOS…SI HUBIÉRAMOS TRATADO DE VOLVER A ESTAR JUNTOS ANTES, CREO QUE AHORA MISMO NO SERÍAMOS PAREJA"

La pareja se separó y Jodi llegó a Europa como una mujer soltera, pasó unos meses en Londres, Dublín, París, Florencia, Venecia y Roma. "Fue muy, muy duro, porque nos queríamos mucho, pero, sencillamente, no estábamos de acuerdo en el siguiente paso importante a dar en nuestras vidas", explica Jodi. "Estábamos en etapas de nuestras vidas completamente diferentes. Pasamos cinco años separados…si hubiéramos tratado de volver a estar juntos antes creo que ahora mismo no seriamos pareja". Se casaron en 2012; tienen una hija y han montado un negocio para organizar bodas.

Walsh explica que si una pareja se separa simplemente por una cuestión de tiempo, puede haber buenas razones para volver a intentarlo más adelante. "Si las circunstancias mantienen separadas a dos personas que son compatibles, es razonable volver a intentarlo si dichas circunstancias cambian". Por ejemplo, el hijo de Walsh de 29 años acaba de casarse con su novia del colegio. Él y la que ahora es su esposa rompieron durante cinco años cuando estaban en la universidad. Este distanciamiento terminó cuando acabaron coincidiendo en la misma ciudad después de acabar la universidad. "Si el único problema consiste en que todavía no es el momento oportuno para que dos personas estén juntas, no hay nada de malo en volver a intentarlo más adelante y retomar las cosas cuando las circunstancias así lo permitan", insiste Walsh.

Ahora con 27 años y casada con su novio de la universidad, Kelli piensa que su relación actual funciona porque ambos se han convertido en adultos. "Todos los chicos de la universidad piensan que ya son adultos, pero ahora me doy cuenta de lo jóvenes que éramos entonces", explica Kelli. "Cuando él tenía 21 años y yo 19, me sentía halagada por el interés que mostraba hacia mí un chico mayor. Cuando decidimos volver, era una persona autosuficiente y vivía sola en Nueva York. Hoy nuestra relación es una verdadera relación de pareja".

En un momento en que la edad media del matrimonio entre los graduados universitarios está cada vez más cerca de los 30 años, no siempre es seguro que vayas a encontrar al Sr. o la Sra. Perfecta y que vayas a pasar con ella el resto de tu vida sin la posibilidad de que la relación se rompa en cualquier momento. Así que, tal vez, no deberíamos sorprendernos si la casualidad nos devuelve a un ex justo en el momento adecuado, cuando ya se ha convertido en una persona madura y está listo para el compromiso. Si se trata de una reconciliación bonita, incluso podrías acabar en la sección de Compromisos del New York Times.

Vía: ELLE US

Vía: ELLE US