¿Sabías que puedes manipular la experiencia de sabor de tus invitados a tu gusto? ¿Y sabías que esto puedes aplicarlo a ti misma, por ejemplo, para comenzar con buen pie tu dieta? (Esa que "tanto" te apetece comenzar cada lunes… 😑)

Melanie Mühl y Diana Von Kopp han recogido en su libro 'La alimentación es la cuestión' un estudio que pone en entredicho a la clásica vajilla de platos blancos. Sentimos decírtelo pero… necesitas renovarla.

Un grupo de especialistas de la Universidad de Oxford descubrieron a raíz de una serie de experimentos neurogastronómicos que la vajilla roja, reduce el hambre. Ya conoces el dicho: "la comida entra por los ojos" y en este caso, el plato en el que se sirva influye… ¡y mucho!

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¿Dieta a la vista? Pues aquí tienes una aliada. Es de Zara Home.

Nuestra mente asocia el color rojo con el peligro, con las señales de alerta. En esta línea nos topamos con la señal roja de STOP, los extintores en color rojo o las setas Amanita muscaria, también en este color (que por tu bien te decimos: NO-LAS-COMAS). En caso de peligro, la respuesta inconsciente es la huida. Pensar en comer en ese momento, por mucho hambre que tengas, no es lo normal.

¿La consecuencia? Pues que cuando la comida se nos presenta en un plato rojo, comemos menos porque, inconscientemente, no nos sabe tan bien. Una nueva dimensión del famoso dicho.

Los japoneses saben bien esto. Desde la antigüedad saben que la vajilla enmarca la comida que se sirve y no es algo que haya que obviar. Nunca te toparás con un japonés que te sirva sushi en un plato rojo.

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Esto no lo ha hecho un japonés, seguro.

Ni tampoco tendrás la sensación de que el plato es pequeño para la comida que se sirve. Al contrario. En torno a esto se ha creado toda una técnica para hacer de una comida apetecible, algo realmente deseable… o no, en el caso de querer manipular esa experiencia gastronómica de tus invitados de la que hablábamos al principio y querer que ese nuevo novio de tu amiga que te cae "tan bien" no repita de la ternera de Kobe que has comprado para la ocasión. Plato rojo para él.

Esto de los colores en la vajilla vuelve a poner sobre la mesa -nunca mejor dicho- la afirmación de que la comida es un placer multisensorial. Y hay otro estudio que lo demuestra en el que participó Ferrán Adrià.

A los voluntarios se les ofreció mousse de fresa pero a unos sobre un plato blanco y a otros, sobre un plato negro. Las conclusiones fueron que aquellos que la comieron sobre el plato blanco clasificaron su sabor un 15% más intenso y un 10% más dulce que los que la degustaron sobre el plato negro.

Y una evidencia más. Otro experimento llevado a cabo por investigadores de Oxford en un hospital británico demostró que cuando se servía el pescado blanco sobre platos azules en vez de en los platos beige que tenían, el consumo se incrementaba. A pesar de que no había cambiado nada en su cocina (y todo sabía -seamos honestos- igual de insípido que siempre), servido de otra forma parecía un pez recién pescado mucho más apetecible para los pacientes que de la otra triste forma.

¿Por qué? Las autoras de 'La alimentación es la cuestión' explican su teoría.

Una de las razones radica en el contraste de colores. Cuando echamos un vistazo a un plato, en fracciones de segundo, nos creamos expectativas, tanto positivas como negativas.

Conclusión: si estás pensando en ponerte a dieta el lunes, deberías considerar comprar un par de platos rojos. Igual te ayudan.

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