Seguramente no te habrás parado a pensar en ello pero esa mudanza, ese cambio de trabajo, nueva pareja o simplemente, ese sencillo cambio de lugar del sofá en tu salón, te ha afectado. Quizás te haya hecho más feliz ver movimientos nuevos en una estancia o a lo mejor te ha desmontado la tranquilidad que ya tenías configurada de una forma y te pone más nervioso de lo normal. Para bien o para mal, todos somos víctimas de los cambios. La discusión está servida: "a mi me encantan los cambios, me emocionan, ¡son nuevos retos!", escuché antes de escribir este artículo. Alguien contestó: "a mi me hacen entrar en pánico". Esa forma de decidir salir o no de la zona de confort de uno mismo, es un auténtico punto de inflexión en la vida de las personas.

Partimos de que el ser humano vive y experimenta cambios a lo largo de su vida. Cada cambio nos genera cierto miedo o activación porque nos obliga a adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno.

Así pues, nos encontramos por un lado a los que siempre quieren más. Aquellos para los que los cambios es más adictivo que un café a primera hora del día. Los que ven en un cambio todo un reto para encontrar una nueva versión de ellos mismos. Sea como sea: de una mudanza, a mover una mesa de sitio, o cambiar de ciudad.

Sin embargo, existe otra proporción de personas a las que esos cambios afectan de forma negativa en su vida. Salir de esa zona de confort les supone tal pánico, que prefieren agarrarse a su rutina como a un clavo ardiendo. Miedo, desconfianza, desconcierto… Las dudas asaltan.

Para entenderlo mejor y, por supuesto, saber cómo afrontar de forma positiva un cambio sin que la vida se nos dé la vuelta, los expertos nos cuentan qué, cómo y cuándo actuar ante ellos.

Alexandra Calvo, psicóloga sanitaria especialista en terapia individual y de grupo, nos responde a una primera pregunta clave: ¿por qué los cambios nos afectan tanto?

"En general cualquier cambio produce incertidumbre porque implica una modificación en las contingencias o circunstancias de nuestro entorno a las que estamos acostumbrados. Y la incertidumbre genera cierto temor, al menos al principio, hasta que volvemos a conocer y a tener control sobre la nueva situación.

Tenemos miedo a salir de nuestra zona de confort, de arriesgar por si sale mal, por el estrés que genera un cambio y por el juicio. Todas esas cosas desagradable son parte de nuestros bloques de frustración que no permiten que crezcamos y nos bloquea para enfrentarnos al mundo, al cambio."

¿Y cuáles son los cambios que más nos afectan? Cristina Aragón, psicóloga especialista en neuropsicología, lo tiene claro: "Aquellos que rompen con lo cotidiano. Cuando se rompe con la costumbre, con la rutina y se sale de la zona de confort, lo negativo parece inundar la mente y el cuerpo: incertidumbre, bloqueo emocional, miedos... Curiosamente los cambios positivos también generan estas sensaciones desagradables en el cuerpo. Hay que estar tranquilos y saber que ese malestar interno es sólo pasajero hasta que mente y cuerpo vuelvan a elaborar una nueva rutina."

Y el reto es, ¿cómo afrontarlos? Alexandra Calvo, nos da la auténtica clave: "La mejor actitud ante un cambio es enfrentarse a él". Nos recomienda:

1. Afrontar en vez de evitar.

2. Mirar al problema de frente y buscar soluciones.

3. Perder nuestros miedos, descubriendo nuestras capacidades y aprendiendo que en la mayoría de ocasiones aquello que temíamos no se cumple.

Verónica Castrillo, psicóloga clínica del Hospital de Zamora, especializada en Mindfulness, nos hace reflexionar sobre cómo afrontar los cambios a través de una pregunta: "Si fueras a morirte mañana, ¿hubiese merecido la pena haber tomado esa elección a pesar de todas las emociones de incertidumbre, miedo, ansiedad, etc., que acompañan una nueva dirección?" Y continúa, "si la respuesta es sí, ponte con ello desde hoy. Podemos conducir nuestra vida en dos direcciones, una de ellas supone actuar para conseguir consecuencias a corto plazo, y ésta, nos lleva lejos de la vida que queremos tener intentando evitar el miedo o la incertidumbre a no saber lo que pasará. Nuestra vida cada día se hace más pequeña y nuestra incertidumbre y miedo más grandes. La segunda opción es guiar nuestros pasos mirando al horizonte de lo que es importante para nosotros, lo que valoramos de verdad, la persona en la que te gustaría convertirte, etc. Es decir encaminar tus acciones día a día en esa dirección, a pesar de la climatología de emociones que te visiten cada vez que te dispongas a dar un paso. No está en manos de un el control sobre la lluvia, pero sí en lo que puede invertir su energía y su tiempo."

Pero, ¿y qué pasa con esas personas que sólo ansían cambios en su vida y nunca están satisfechas?

Según Cristina Aragón, las personas que siempre ansían cambios y nunca están satisfechas con su vida tienen un perfil de inestabilidad emocional. Es común en ellas la sensación de vacío constante, hacen esfuerzos por cambiar, con mucha motivación en el camino pero cuando llegan a la meta nunca sienten que sus necesidades se han cubierto.

"Cuando uno ansía el cambio tiene que tener la motivación bien canalizada, mantener la ilusión, proponerse metas reales y anteponerse mediante la imaginación cómo serían las sensaciones físicas y mentales cuando se alcancen. Debe aprender a conducir el ansia del cambio con una buena actitud positiva y realista."

De este modo llegamos al punto sobre cómo es cada tipo de perfil a la hora de afrontar un cambio. Sin embargo, para Verónica Castrillo esos perfiles, nos existen:

"Yo personalmente estoy en contra de etiquetar a las personas y encuadrarlas en un perfil, un rasgo o una característica cerrada. Cada persona tiene el potencial para actuar de formas distintas en las diferentes situaciones que la vida nos presenta. Las personas tienden a actuar de forma similar en distintas situaciones con personas distintas y repiten ese patrón una y otra vez, pero eso no es algo con lo que se nace, sino que es algo aprendido, construido a través de la historia personal. Sin embargo, que tu forma de actuar presente un perfil no significa que sea algo inamovible, imposible de cambiar. El cambio vendría por comenzar a actuar de una forma más flexible, orientando tus actos a acciones de valor y comenzando a mandar tú en tu vida, y no el miedo, la ansiedad, el "que dirán", la vergüenza, etc."

Llegamos al final de este recorrido en la forma de afrontar un cambio en el que nos topamos, inevitablemente, en cuan flexible es cada persona. Algo fundamental para entender un cambio y saber cómo queremos afrontarlo.

Castrillo continúa: "Las personas que se comportan de una forma más inflexible y rígida, serán aquellas a las que los cambios les afecten en mayor medida; mientras que aquellas personas más flexibles sabrán adaptarse mejor a los cambios e incluso optarán por introducir más cambios en su vida. Por ejemplo, un junco puede soportar una tormenta gracias a que tiene la flexibilidad suficiente para adaptarse al viento y la lluvia del temporal. Cuando la tormenta pasa, el junco vuelve a su posición sin haber sufrido daños. La tormenta en los seres humanos serían todas esas emociones, pensamientos y sensaciones físicas que nos producen incomodidad o malestar, (la ansiedad, el miedo, la angustia, la tristeza, la vergüenza, el pensamiento "no valgo para nada", "no me gusto"…). La capacidad de flexibilidad del junco sería el equivalente a poder permanecer ahí con lo que haya, sin necesidad de luchar o aferrarse, practicando el soltar y dejar estar lo que tenga que ser en cada momento."

Dicho esto, ¿qué clase de junco eres? ¿Estás dispuesto a soportar la tormenta y mantenerte firme? Y, es más, si la soportas y consigues ver lo fuerte que eres, ¿aceptarás volver a salir de tu zona de confort en el próximo cambio?