Es la ciudad perfecta para una escapada. Pequeña, acogedora, paseable y deliciosa. Si te gusta caminar y te gusta comer, no lo dudes, Girona es el destino perfecto para un fin de semana de desconexión. En 48 horas podrás empaparte de la ciudad sin prisas, sentarte a tomar el vermut, comer o cenar con calma y sin tener la sensación de estar perdiendo el tiempo, porque la gastronomía es parte fundamental del atractivo de esta ciudad, cuyas calles esconden más de dos mil años de historia.

Para empezar, la muralla es perfecta para tener una visión global de la Girona. De origen romano, los muros fueron ampliados en época medieval y a día de hoy se pueden recorrer caminando por la parte superior. Te recomendamos que subas por los Jardins de la Muralla, que están en la parte baja de la ciudad, casi pegados al río Oñar a la altura de la Plaça Catalunya. Irás ascendiendo poco a poco, mientras disfrutas a la izquierda de una impresionante vista de la ciudad. Saca la cámara de fotos porque la vas a necesitar, encontrarás algunas torretas a las que se puede subir y que te piden una foto panorámica a gritos.

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Vista del casco antiguo desde la muralla.

Continúa por la muralla hasta el final y, poco antes de que termine, baja a tierra en el Jadins d'Alemanys. Se trata de un pequeño espacio verde entre los muros, que tiene mucho encanto. Siéntate y disfruta de la paz y de algún músico callejero que vas a encontrarte.

Estás en la parte alta y desde allí, callejeando, tienes a tiro de piedra la catedral, construida entre los siglos XI y XVIII. En ella se mezclan estilos (románico, gótico y barroco) y puede presumir de tener el espacio gótico abovedado más ancho del mundo. La entrada general cuesta 7 euros con audioguía.

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Después de subir la enorme escalinata que lleva hasta el pórtico principal (ya le hubiera gustado a Rocky Balboa para sus entrenamientos), el cuerpo te va a pedir un descanso. Puedes hacerlo muy cerquita, en el que ha sido denominado, según una encuesta de Correos, "el rincón más romántico de España". Se trata de la terracita del viejo café Le Bistrot, situada en las escaleras de San Martín. Un lugar especial en el que podrás tomarte un vermú o, si ya es hora, disfrutar de su comida casera.

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Otra opción muy recomendable para comer (y muy cerca) es Draps (Carrer de la Cort Reial, 2). La cocina es de temporada, con muchos toques locales, moderna y muy cuidada. Ojo con lo que pides, porque las raciones son gigantes. Con un primero y un segundo comen dos perfectamente. Después, si eres capaz de resistirte a la siesta que te va a pedir el cuerpo, puedes darte un paseíto por el casco viejo o acercarte a alguno de los museos de la ciudad como el Museo de Historia de los Judíos, el Museo de Historia de Girona o el Museo de Arte. Puedes ir andando a todos si problema y así vas preparándote para la cena.

Llega la hora de cenar… y nos salimos del casco antiguo. De los enormes platos de Draps te recomendamos cambiar de concepto. Escondido entre las callejuelas está Cúrcuma (Plaça Bell-Lloc, 4), un acogedor espacio donde la oferta se basa en probar un poco de todo. Raciones pequeñas, casi formato tapa para compartir. Con siete u ocho comeréis dos a un precio más que razonable. Admítenos el consejo y no dejes de pedir en canelón de boletos y el pulpo asado. Lo lamentarías.

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El Culo de la Leona.

Al día siguiente te recomendamos que empieces por darte una vuelta por la Universidad, el campus del Barrio Viejo merece un paseo. Desde allí, baja callejeando hasta el río Oñar, y detente a hacer la foto de rigor en El culo de la leona, se trata de una escultura convertida ya en símbolo de la ciudad, y que esconde una tradición: si quieres volver a Girona, antes de irte debes acercarte a la estatua de El culo de la Leona y besarle al animal el susodicho. Desde allí, cambia de orilla y pasea disfrutando de la panorámica de las casas colgantes sobre el río, es una pasada. Descubrirás varios puentes, entre ellos el Puente Eiffel, construido por el mismísimo Gustave antes de incluso de hacer la famosa torre de París.

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El puente Eiffel, cruzando el río Oñar.

Después puedes pasear por la Rambla de la Libertad, donde encontrarás bonitas tiendas y varias terrazas para tomarte el aperitivo. Para comer, si eres de arroz el deL'Alquería (c/ Ginesta, 8) no te va a decepcionar. Si quieres algo menos contundente, la Crêperie Bretonne es una buena opción y un lugar muy divertido, y tiene incluso una antigua caravana en el interior. Otra opción es NU (C/ Abeuradors, 4) un restaurante moderno y vanguardista, con una cocina perfecta si te gusta arriesgarte. ¿Sus señas de identidad? Pasión por el producto e influencias gastronómicas de otras cocinas del mundo, como la asiática.

¿Dónde dormir?

En Girona no faltan alojamientos con mucho encanto, en sintonía con la belleza de la ciudad. Si no quieres volverte loco buscando, en www.booking.es encontrarás una amplia oferta de hoteles y apartamentos que puedes buscar en función de tu presupuesto. ¿Nuestra recomendación? As Palau dels Alemanys, un antiguo palacete de piedra con cuatro habitaciones enormes, que comparte muro con la antigua muralla. Una pasada.

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