Durante los más de cuatro siglos de vida de don Quijote y Sancho, mucho se ha escrito sobre las encrucijadas que el hidalgo y su compañero vivieron por pueblos, caminos y ventas. Ancha es la Mancha y amplios los itinerarios que ofrecen al turista para seguir la sombra del escudero a través de la región.

Inicio de la ruta
Partiendo desde Madrid, se sigue el trazado rectilíneo de la N-IV, autovía de Andalucía, para internarse en la Mancha profunda. El recorrido debe comenzar en Argamasilla de Alba, pueblo donde Miguel de Cervantes inició la escritura del Quijote encarcelado en la cueva del alcalde Medrano, cuya reconstruida casona funciona ahora como oficina de turismo y centro cultural. Al parecer, un piropo a destiempo del escritor a una sobrina de cierto noble sería la razón que dio con los huesos de Cervantes en la lúgubre mazmorra.

En nuestros días, el inicio de esta ruta se impone en la plaza Mayor de Tembleque, como primera parada, y luego, pasando por Madridejos, se ve el perfil del cerro Calderico, orlado de molinos, perteneciente a Consuegra. La subida al cerro recuerda la batalla de don Quijote con los gigantes molinos en su primera salida por el Campo de Montiel.

Lugares transitados en el recorrido
Puerto Lápice es otro de los pueblos nombrados en el Quijote. Su plaza porticada, las numerosas casas blasonadas y los muros enjabelgados contrastan con los portones de estilo más rural. Aquí hay que detenerse en la Venta del Quijote, en cuyo patio se velan las armas y la memoria del caballero.

A la entrada de Arenas de San Juan, además del puente romano, de paso único, hay que visitar la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, ejemplo del mudéjar toledano. El viñedo ocupa gran parte de la tierra hacia Villarrubia de los Ojos, población a los pies de la sierra de la Cueva y de la ermita de San Cristóbal.

Enclavado en la confluencia de los ríos Cigüela y Guadiana, se halla el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel que merece un sosegado paseo por algunos de los itinerarios. También hay que visitar el yacimiento arqueológico de la Motilla del Azuer, aunque la memoria quijotesca de altos castillos parece despejarse frente a las ruinas de la fortaleza de Calatrava la Vieja.

Visitas ineludibles
Almagro y Valdepeñas son dos de las poblaciones más visitadas del Campo de Calatrava. La primera por su riqueza monumental y por el Festival Internacional de Teatro Clásico que todos los veranos convierte al Corral de Comedias, de finales del XVI, en uno de los centros del arte dramático de nuestro país. Merece la pena admirar su cuidada plaza Mayor y pasear por el barrio noble de la que fuera capital manchega a mediados del siglo XVIII. Para llegar a Valdepeñas habrá que atravesar la sierra del Moral. En las bodegas de Valdepeñas se produce buena parte del vino nacional. Es importante visitar el moderno Museo del Vino.

En las cercanías de Manzanares narró un cabrero a don Quijote la historia de Marcela, la bella y malvada pastora. En la plaza, separados por un pequeño parque están el ayuntamiento y la iglesia de la Alta Gracia. Ésta es una etapa de paso hacia Argamasilla de Alba y el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, por donde se sitúa la Cueva de Montesinos, a la que descendiera el caballero en busca de Durandarte. Y también hacia Alcázar de San Juan y el Campo de Criptana donde, una vez más, se encuentran los gigantes molinos manchegos.

Finaliza el derrotero
El punto y final de este recorrido llega en la hacienda de la bella Aldonza Lorenzo, Dulcinea, en El Toboso. La casa-museo de Doña Ana Martínez Zarco de Morales muestra cómo era un caserón en los años de Cervantes, un lugar perfecto para acabar esta andadura manchega.