Es el pueblo, pero más aún sus ocho calas de agua turquesa y playas impecables, lo que hace de este municipio del Baix Empordà uno de los lugares más atractivos de la Costa Brava. Begur con un puñado de colinas verdes a su espalda, divisa el Mediterráneo desde una atalaya cuyo símbolo es su imponente castillo medieval.

Desde Cuba con amor
Pero a su historia y a las bellezas de su litoral se suma estos días su famosa Feria de Indianos (segundo fin de semana de septiembre), que celebra la intensa relación entre esta localidad y Cuba, destino de la emigración de muchos de sus habitantes en el siglo XIX. El regreso, con los bolsillos llenos de prosperidad, se fue plasmando a principios del siglo XX, en un patrimonio de magníficas mansiones que flanquean sus calles y que recreaban el estilo de vida de la isla.

Entre las actividades de esta novena edición destacan el mercado de productos de ultramar y muestra de oficios, la animación musical en la calle con La Pianola, conferencias –una de ellas a cargo de la escritora cubana Zoé Valdés–, películas, talleres de coctelería, degustación de chocolates, fumada lenta de habanos, taller de bailes latinos y visitas guiadas al patrimonio indiano, un evocador viaje al pasado y a su legado colonial.

Calas y acantilados
La costa begurense ofrece además un paisaje de acantilados rocosos por donde trepan los pinos y otra diversa vegetación mediterránea. Desde el norte, la primera playa es la de Racó, con una preciosa panorámica de las islas Medas. Después, la cala de Illa Roja, nudista, una de las más emblemáticas por su isleta rojiza, y Sa Riera la más cercana al pueblo, que ofrece actividades deportivas y otros servicios turísticos. La última playa, además de Fonda, Aiguafreda y Fornells, es Aiguablava, de arena blanca.