Carla Royo-Villanova se ha hecho a sí misa. Su pertenencia a la Casa Real de Bulgaria no le libró de ser despedida tras dar a luz a su primer hijo, cuando decidió emprender con la línea cosmética Carla Bulgaria Roses Beauty. Además de escribir libros, y ser activa en las redes sociales, es una viajera incansable. Si tuviera que elegir una escapada iría a las Islas Canarias y en su maleta solo encontrarías un vaquero, camisetas, sandalias, traje de baño, pareo y jersey.

¿Por qué elegiste la fragancia de una sola flor para crear tus cosméticos?
El agua destilada de pétalos de la rosa damascena es pura magia. Tiene muchos beneficios y consigue una piel de terciopelo.

Descubriste las bondades de esta planta hace más de 15  años. ¿Puedes describirnos la zona balcánica donde crece?
El Valle de las Rosas de Bulgaria es el más grande de Europa, con aproximadamente 800 km2 de plantaciones de damascena y rosa alba. Está ubicado en el centro del país, en la ladera sur de los Balcanes, y pertenece a la región de Stara Zagora, conocida también por su vino. El caldo de los tracios es el más antiguo del que se tiene conocimiento gracias a La Ilíada, de Homero. Las rosas y el vino siempre fueron amigos.

Desde la infancia te acostumbraste a viajar y a vivir en diferentes enclaves. ¿Qué recuerdos tienes de Salamanca?
Siempre será un lugar muy especial para toda mi familia. No solo por su extraordinaria belleza, su historia y cultura infinita, sino por tener amigos inolvidables. Recorrer sus calles, sus dos catedrales, la universidad, el río Tormes, sus pueblos, las dehesas, su gastronomía... Hay que visitarla al menos una vez en la vida.

También tienes una fuerte unión con Murcia. Planifica un día en el Cabo de Palos.
Aquí viví dos años durante mi infancia. Desde que nací he pasado, y sigo pasando, parte de mis vacaciones en Cabo de Palos. Mi abuela era de la localidad murciana de Cieza y siempre ha veraneado con su familia, así que mantengo vínculos irrompibles con este lugar mágico, lleno de amigos, y con un mar tan cristalino que, a veces, hasta deslumbra. Todos los días son perfectos, puedes pasear por la playa de Levante, subir hasta el faro, pensar mirando hacia el infinito desde sus acantilados, bucear y compartir los mejores momentos rodeada de familia y amigos. Por la tarde, es obligada la visita a la tienda de Rafa, verdadero punto de encuentro social del pueblo.

En las redes sociales narras tus escapadas a Canarias. ¿Qué te gusta de El Hierro?
Todo, es mi particular fin del mundo. Los interminables bosques de pino, mágicos paseos entre las misteriosas sabinas y cortados desde donde casi se puede tocar el cielo. Amo las puestas de sol, las trenzadas formaciones volcánicas de La Restinga y ver amanecer en el Parador. Para mí todas las Islas Canarias son especiales, y amadas. A La Gomera le he dedicado uno de los posts más bonitos, cargado de fotografías, con lugares inimaginables, como Garajonay, y el inimitable almogrote que cocina Efigenia.

Navegamos hasta Lanzarote, ¿nos recomiendas un buen restaurante?
El Risco, en la Playa de Famara, hay que probar su vieja a la espalda. Y, por supuesto, en la isla hay que catar los vinos de malvasía.

Ahora toca hablar de Santoña...
Es mi secreto a voces. La Playa de Berria, que me ha visto crecer, es mi pequeño paraíso de paz. Casi dos kilómetros de arena fina y blanca, hacer surf y piragüismo, pasear por el monte Buciero y admirar la playa de Helgueras, otra maravilla cántabra.

Has estado recientemente Melilla, ¿qué es lo que más te ha sorprendido?
Conocí este lugar al ser convidada a dar una charla sobre empresa sostenible. Me enamoré al instante y volví con más calma junto a mi marido. Esto fue hace cinco años y, desde entonces, no perdono mi cita anual. Fascina nada más llegar, desde su espectacular ciudadela fortificada hasta el ensanche modernista. No hay que olvidar tampoco la gastronomía ni su hospitalidad.

Como apasionada del mundo de la moda, ¿nos llevas a hacer shopping por París?
En Saint Honoré está Astier de Villatte, una casa donde venden unas vajillas maravillosas. Para los amantes de la gastronomía: Fauchon y Hediard. Fundamental también pasear por el patio del Palais Royal para descubrir Didier Ludot o la perfumería de Serge Lutens; así como las librerías del Barrio Latino y de Saint Germain. Y, la mejor vista de París, muy recomendable al atardecer, es desde la terraza de Printemps.