¿Este trabajo es un viaje o una vivencia?
La suma de ambos. Representa el periplo a través de las culturas en las que me crié y las que me han ido acogiendo por el camino. Desde que me mudé a Nueva York, en 2004, me he encontrado con  artistas como yo, que han ido hallando su lenguaje a través del contacto con otras tradiciones. Esta ciudad es quizá el paradigma de la migración, todo el mundo que llega trae sus raíces y estas acaban enlazando con la idiosincrasia neoyorquina.

¿Nos recomiendas una jam session en la capital del jazz?
Hay un sinfín de lugares para disfrutar de buena música, desde el Village Vanguard hasta el Jazz Standard, que tiene una programación exquisita, como su  cocina.

Colaboras con la Universidad de Harvard, ¿qué te aporta esta experiencia?
Participo en el programa Silk Road Ensemble, que abandera el cellista Yo Yo Ma. Hacemos proyectos enfocados a la integración de las artes en la educación y el emprendimiento cultural. El carácter crossover me fascina, el poder aprender de otras profesiones a través de la colaboración y el diálogo constante.

Con este grupo has realizado giras por todo el mundo, ¿qué país os acogió mejor?
He tenido la suerte de conocer medio planeta, desde Angola hasta Jerusalén. El grupo está formado por músicos especializados en clásica y world music. La metáfora de la Ruta de la Seda en nuestro nombre nos ayuda a mostrar, con música y proyectos educativos en cada uno de los destinos, que el diálogo intercultural es una vía fascinante de evolución y entendimiento. Visitamos con frecuencia India, China, Corea y Estados Unidos, son lugares  siempre reveladores en este aspecto.

Ya que lo mencionas, ¿que es lo que más te gusta de India?
Descubrirla ha cambiado la perspectiva en muchos aspectos de mi vida. No sólo porque es un enclave culturalmente riquísimo, con infinidad de lenguas y costumbres que conviven en armonía. Su pasión por la vida, la comida, la familia, el color o la gente es algo que nunca deja indiferente. India es un país de contrastes que me ha aportado riqueza espiritual, aunque a veces trabajar no resulte del todo fácil para los occidentales. Pero en cada gira por aquí descubro algo de mí misma que realmente desconocía.

Cuando vuelves a Ourense, ¿cuál es el paraje por el que te gusta pasear?
Creo que es como un pequeño paraíso todavía sin descubrir. Cada rincón me transporta a un recuerdo o vivencia. Me encanta la Ribeira Sacra, el cañón del Sil, y practicar termalismo, que es otra de mis pasiones.

Del tiempo que viviste en Barcelona, ¿qué recuerdos tienes?
Llegué cuando tenía 18 años y me fui con 23. Viví aquí el boom de mi carrera profesional, con la perspectiva multicultural que te da esta urbe, que se mantiene increíblemente conectada con sus raíces y sentimientos. Me llevé la pasión por la gente, el aprender a ver el mundo desde otra perspectiva y los años más importantes de aprendizaje. 

Dedicaste 9 años a viajar sin grabar ningún disco, ¿qué país te sorprendió?
Todos tenemos etapas de búsqueda, y conseguí volver a empezar con una nueva perspectiva. Vine a hacer un doctorado a Estados Unidos y las oportunidades de aprendizaje que me brindaron me mantienen enganchada. Nueva York me ha cambiado la vida.

Eres pianista de formación y gaitera por vocación, ¿cuál es tu debilidad?
La gaita me da una conexión visceral conmigo misma que me cuesta encontrar en el piano. En cambio, éste me ayuda a ver la música desde otro punto de vista. Los dos me completan. Mi visión de la música es probablemente amplia porque tuve la fortuna de criarme a caballo entre los dos mundos, y eso me ha ayudado a abrirme puertas en otros lenguajes lejanos.

Dinos un destino ideal para dar un concierto de gaita y otra donde crees que entienden mejor tus solos de piano.
Siento especial pasión por llevar la gaita a sitios donde no la conocen; y en esos lugares no dejo de sorprenderme de la profunda conexión que los instrumentos tradicionales tienen con la gente. India o China son un ejemplo en esto. Con respecto al piano, siempre es bonito tocarlo en escenarios como el Carnegie Hall o el Jazz Standard, ambos en Nueva York.

Con 20 años querías demostrar que la gaita es internacional, ¿lo conseguiste?
Todos tenemos sueños y metas que nos marcamos según lo que vamos viviendo. Me he demostrado a mí misma que con perseverancia y capacidad de trabajo se puede llegar a muchos sitios. Me interesa pensar en mi carrera a largo plazo, en cómo me gustaría estar con 50 años y qué me gustaría hacer con mi carrera. Es lo que me ayuda a tener perspectiva con respecto a este instrumento.