El turista en el tejado
En 2008, el Ayuntamiento de Oslo aprobó el programa Ciudad Fiordo que se proponía renovar la zona portuaria de la capital. Es en Bjørvika donde se han desarrollado los proyectos arquitectónicos más interesantes. La Casa de la Ópera, diseñada por el estudio de arquitectos Snøhetta, emula un iceberg que flota en las aguas del fiordo. Probablemente, lo que más llama la atención es la posibilidad de caminar por la cubierta y el tejado. Entre los materiales empleados se encuentra la madera de roble, en el interior, y el mármol, en el exterior. Los grandes ventanales permiten ver la zona interna, cuyo vestíbulo principal tiene forma de herradura, en homenaje a los teatros clásicos. La lámpara central es de vidrio colado a mano. Este icono oslense ofrece vistas al fiordo, al centro de la ciudad y a las montañas.
Por su parte, la escultura She Lies, de Monica Bonvicini, es una estructura de acero inoxidable y paneles de cristal (de unos 12x17x16 m) que flota en medio del fiordo. La marea hace que gire, regalando así vistas cambiantes que se reflejan en su superficie.
El arte de la geometría
El proyecto que más ha modificado el 'skyline' de la capital noruega es, sin duda, el conocido como Barcode, emplazado junto al fiordo. Consta de 12 edificios muy dispares entre sí que, debido a sus diferentes dimensiones y a los espacios entre los bloques, conforman una especie de código de barras, de ahí su nombre. Numerosas oficinas, viviendas, tiendas, restaurantes y locales culturales se emplazan en esta zona.
El puente peatonal Akrobaten (El Acróbata), de 206 metros de longitud, conecta Grønland y Bjørvika. El diseño, que aúna acero y vidrio, corre a cargo del estudio de arquitectura L2 Architects, que lo ha dotado de un aire de lo más vanguardista. No en vano, en 2012 se alzó con el primer premio de ECCS European Award for Steel Bridges. La colorida iluminación nocturna y las privilegiadas vistas al Barcode lo convierten en lugar de paso obligado.
El proyecto artístico nómada SALT consta de cuatro construcciones de madera que imitan los tradicionales estantes (racks) noruegos para secar el pescado, y en las que se dan cita la música, el arte, la arquitectura y la comida.
Donde la escultura encuentra su lugar
El Parque de Esculturas de Vigeland, ubicado en el Parque Frogner, alberga más de 200 esculturas de hierro forjado, granito y bronce del escultor noruego Gustav Vigeland, quien se encargó también del diseño arquitectónico del parque. La mayoría se distribuyen en 5 áreas a lo largo de un eje de 850 m: la Puerta Principal, El Puente (con el popular Niño Enfadado), La Fuente, El Monolito (cuya columna consta de 121 figuras y una altura total, basa incluida, de 17,3 m. Se creó a partir de un único bloque de granito) y La Rueda de la Vida.
Aquí se vive el verano oslense
Sørenga se extiende a lo largo del nuevo paseo del puerto de Oslo. Inicialmente, era un muelle para contenedores y hoy en día es un barrio nuevo junto al fiordo con complejos residenciales, cafés, restaurantes y amplios espacios al aire libre en el litoral, desde los que disfrutar de una maravillosa panorámica al Barcode, la Casa de la Ópera y la Fortaleza Akershus. Muchos de los edificios incorporan terrazas, lo que refleja ese deseo de unir el mar con el núcleo urbano. Pero la principal atracción de este área es, sin duda, Sørenga Seawater Pool, una piscina de agua de mar en el fiordo que incluye una pequeña playa, una plataforma de madera que muchos oslenses utilizan para tomar el sol o avistar el horizonte y un trampolín, que es la estrella del lugar.
Diseño sostenible e innovador
Vulkan es, probablemente, uno de los proyectos urbanísticos más destacados de la capital. Se alza en la orilla del río Akerselva, que antaño fue una zona industrial. Los puntos fuertes de su arquitectura son la innovación, el respeto por el medioambiente y la sostenibilidad. Muestra de ello es un edificio que incorpora un sistema solar para calentar el agua. El área alberga oficinas, viviendas, centros artísticos, restaurantes… así como el primer centro de cultura gastronómica –el Comedor Mathallen– y dos colmenas firmadas por el estudio de arquitectura Snøhetta.
El Comedor Mathallen –abierto al público desde 2012– es uno de esos edificios industriales de la zona que aglutina comida, ocio nocturno y cultura. En su interior aloja una plaza de abastos de estilo europeo donde conviven cafés, restaurantes, 'pubs', panaderías, puestos de frutas y verduras, carne, marisco…
En las inmediaciones, la calle Brenneriveien destaca por el colorido de sus grafitis, que adornan las fachadas y paredes del lugar. Y al otro lado del río, tras los edificios industriales históricos, se encuentra Grünerløkka, una zona comercial de lo más popular.
De paseo por el distrito del arte
Una veintena de arquitectos son los responsables del diseño de este nuevo barrio ubicado a la derecha del fiordo, lo que le confiere una gran variedad de estilos. La joya de la corona es el Museo Astrup Fearnley, proyectado por el arquitecto Renzo Piano e inaugurado en 2012. Lo componen tres pabellones independientes sobre los que reposa un techo de cristal que emula la vela de un barco. Un estrecho canal divide el museo en dos partes. El barrio cobija galerías de arte, el parque de esculturas de Tjuvholmen –con siete obras de gran formato y una pequeña playa–, comercios, espacios residenciales… Sobresale también el mirador The Sneak Peak, una torre de 54 metros de alto con un ascensor de cristal.
La alianza entre el deporte y la arquitectura
El estudio danés JDS Architects firma tan titánica construcción, tras alzarse con el primer premio del concurso internacional convocado por el Ayuntamiento de Oslo en abril de 2007. El Salto de Esquí de Holmenkollen –la atracción turística más visitada del país– está revestido con una malla de acero inoxidable (se emplearon 1.000 toneladas de dicha aleación). Se yergue 58 metros sobre el suelo, tiene una pendiente máxima de 36º y una longitud total de 97 metros. Los 69 metros de su voladizo lo convierten en el más largo de su clase. Su diseño amalgama todos los servicios del salto: la tribuna real y la de los jueces, la entrada al Museo de Esquí e incluso la tienda de 'souvenirs'. Una plataforma corona la parte más alta del ski jump, desde donde los visitantes se deleitan con la que podría ser la vista más espectacular de la ciudad.