Todos a cien

Los irlandeses tienen fama de simpáticos, hospitalarios, bebedores y fiesteros. ¿Otra virtud? Su habilidad para crear una atmósfera cálida y confortable en casi cualquier lugar. Compruébalo tú misma en este hotel boutique, de arquitectura georgiana y lleno de pequeños lujos. Ni siquiera tienes que ponerte a buscar el pub perfecto. Sin salir de este cuatro estrellas puedes cumplir con el rito de tomarte una pinta de Guinness mientras escuchas música folk. Sólo tienes que bajar a su animado bar, en el que programan conciertos casi todas las noches.

Si buscas un paréntesis de naturaleza y paz, tu destino es esta casona solariega del siglo XVIII. A caballo entre San Sebastián y Pamplona, llama la atención su coqueta y cuidada decoración. Además, ofrece múltiples opciones de ocio, como montar a caballo, hacer senderismo, iniciarse en la recogida de la trufa o sumarse a las visitas guiadas a alguna bodega de la zona.

Olvídate de la oficina y del tráfico por unos días y respira aire puro mientras contemplas las cumbres de los Pirineos. En esta antigua casa restaurada, la madera, la piedra y el calor de la chimenea te dan la bienvenida. El plus lo ponen sus dueños, expertos en turismo cultural y gastronómico, que además practican el espíritu bikefriendly (tienen un refugio para bicis), y te sugieren rutas para un buen pedaleo. 

El Mercado de San Antonio, la plaza de Cataluña y Las Ramblas son parte del Ensache barcelonés que tendrás a tiro de piedra si haces de este hotel el centro de tu cap de semana. Una opción cheap & chic muy refinada, con un cuidado estilo asiático al que no le falta detalle. Apúntate a su restaurante con exquisitos platos catalanes a miniprecios. Y no te pierdas el brunch de su bar Rosso: cocina de mercado en un ambiente de aire rococó que recrea el Hong-Kong años 30.

Sumérgete en el corazón del barrio más animado, y más auténticamente romano. Las vistas desde el hotel a la escalinata de la plaza de España son tan deliciosas como la pasta de las trattorias y de las tabernas que lo rodean. Un lugar para desconectar, pero si no puedes, no llegues cargada: todas las habitaciones tienen un portátil con wifi.

Se encuentra en uno de esos parajes perfectos de los Pirineos que te hacen sentir que todo rastro urbanita se encuentra a años luz de distancia. Y eso que estás a sólo 45 minutos de Andorra la Vella y a menos de dos horas de Barcelona. Construido en el siglo XVIII, alberga un delicioso restaurante que, por sí solo, ya merece una visita.

Un precio imbatible por noche y para dos personas en un estudio ideal que se alquila mínimo por tres días. Su estratégica ubicación, al lado de La Bastilla y no lejos de Le Marais, uno de los barrios más selectos, te mete de lleno en el glamour parisino. Y en la planta baja te espera un jardín zen para que te recuperes de deliciosas promenades a orillas del Sena. Oh là là!

Piccolo y coqueto (sólo tiene tres habitaciones), este encantador lugar mantiene el charm de la Ciudad de los Canales. Cada habitación dispone de su jardín particular, donde se puede organizar una cena íntima servida por los dueños. ¿Otro aliciente? Además, de su ubicación, en pleno casco antiguo, su restaurante de comida mediterránea. Meraviglioso!

Te sentirás como un libro abierto en este hotel, situado en una de las zonas más deliciosas de la ciudad. Cada planta está dedicada a un género literario y las habitaciones y los pasillos homenajean a las grandes obras de la historia universal, desde Hansel y Gretel a Don Quijote. El mejor lugar para desconectar después de una jornada de ajetreo urbano. Déjate tentar por el bufé de su restaurante, a base de productos orgánicos. Sabores llegados directamente del Viktualienmarkt.

En su web encontrarás una sabrosa oferta de dos noches por persona más una actividad por 130 €, un menú muy completo para un finde agro cool que, en este hotel, se traduce en una carta infinita de planes al aire libre. Desde buscar setas a apuntarte a un safari fotográfico, pasando por conocer el arte de la cetrería. Si prefieres tomártelo sin prisas, relájate en la habitación con espléndidas vistas al lago. ¡Calma total!

La capital holandesa es la ciudad del otoño. Su nuevo EYE, el espectacular Museo del Cine y la reciente reapertura del Stedelijk, con su impresionante colección de arte moderno, bien valen una visita (o revisita). A unos pasos del triángulo de las pinacotecas (muy próximos están el Rijksmuseum, que en breve estrenará su ambiciosa reforma, y el Van Gogh), este refugio urbano es también el punto de partida perfecto para explorar tiendas, mercadillos y anticuarios.