Museos al aire libre
Hemos sacado la creatividad a la calle y cambiado las paredes de museos y centros de interpretación por jardines, espacios naturales y paisajes de película. Sol y viento en lugar de fluorescentes y climatizadores, y un buen número de propuestas para disfrutar.
A 2.430 metros de altura en los Andes
El Machu Picchu (Perú), esta magistral obra de ingeniería –que reservaba el terreno llano para el cultivo y proyectaba las viviendas en laderas– no es una excepción del imperio inca, pero sí la más famosa y mejor conservada. Después de pagar el elevado precio de la entrada (37 euros) y de tomar un mate de coca para superar el soroche (mal de altura), dedícate a disfrutar de esta ciudad perdida, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pasea por sus calles, admira el majestuoso paisaje y llévate el pasaporte: a la salida te ponen un sello que demuestra tu visita a este imponente escenario.
Egipto. La Séptima Gran Maravilla
Más de 3 millones de personas vienen cada año a las pirámides de Guiza, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que sigue en pie. La pirámide de Jufu (o Keops, como se le conoce) es la más visitada de este colosal triángulo que se completa con las de Kefrén y Menkuara y, con la Gran Esfinge, siempre vigilante.
La meseta, a media hora de El Cairo, es el lugar idóneo para tu bautizo turístico en el Antiguo Egipto. Aquí también disfrutarás de tu primer paseo en camello y, si vienes por la noche, de un inolvidable espectáculo de luz y sonido. Desde 11 euros.
Noruega. Te quedarás de piedra
Lo verás en las postales, folletos de oficinas de turismo, tiendas de souvenirs… En Oslo, todos los caminos parecen terminar en las formidables esculturas del parque de Vigeland. Lo encontrarás al oeste del centro de la capital noruega, dentro del Frognerparken; pero, en julio, cuando las temperaturas alcanzan el máximo y marcan 21ºC, sólo tienes que seguir a las familias y grupos de jóvenes para encontrar las 32 ha de este espacio verde.
Entre picnic y barbacoas, disfruta de las figuras humanas de tamaño natural que creó el noruego Gustav Vigeland por encargo del Ayuntamiento; en especial, Livshjulet (La Rueda de la Vida) y Monolitten (Monolito): un bloque de granito de 14 m compuesto por 121 figuras desnudas entrelazadas. www.visitnorway.com
Turquía. Iglesias en las rocas
En plena Capadocia encontrarás el Parque Nacional de Göreme, un museo al aire libre catalogado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Te sorprenderán las iglesias que los cristianos excavaron en las rocas, algunas de hasta cuatro pisos y muy bellamente decoradas. Y, en el exterior, te encantará este mágico paisaje de la Anatolia Central.
Dedícale tiempo y tómalo con calma: la afluencia de turistas es alta y el tiempo para ver cada monumento, muy estricto. Entrada: 7,50 euros.
Japón. Un mundo de luz y color
El primero de los museos nipones al aire libre, el Hakone Open-Air Museum, abrió en 1969 en un área cercana a Tokio y famosa por sus aguas termales. En sus más de 700 m2, este original espacio muestras obras de artistas modernos, como Rodin, Miró, Giacometti, Renoir y Brancusi, a las que hay que añadir 26 esculturas de Henry Moore y cerca de 300 obras de Picasso.
Una de las instalaciones más recientes es Woods of net, un pabellón de madera en cuyo interior los niños pueden trepar por redes de colores. No te pierdas el espacio dedicado al baño de pies –perfecto para recuperarte de la caminata– y, si te quieres ahorrar la entrada (12 euros), recuerda: el sábado, día de las familias, el acceso es gratuito.
Bélgica. Un paseo muy flamenco
Lo que en los años cincuenta del pasado siglo empezó siendo una exposición de esculturas, se convirtió en el Middelheim Museum, un espacio a las afueras de Amberes que combina naturaleza y arte moderno. Recién remodelado, el museo mantiene su acceso gratuito mientras repasa la escultura contemporánea a través de 400 obras, que van desde Rodin hasta Henri Moore pasando por las instalaciones del venezolano Soto y los polémicos montajes del artista chino Ai Weiwei.
Suiza. Jugando al siglo XX
En la década de los setenta del pasado siglo, Suiza tuvo una buenísima idea: cada vez que hiciera falta demoler una antigua casa, en vez de eso se desmantelaría piedra a piedra para reconstruirla en otro lugar. Así nació el Freilichtmuseum Ballenberg, un espacio al aire libre situado en el cantón de Berna.
Aquellas primeras 16 construcciones, hoy son 100 edificios repartidos en 66 ha que recrean la particular arquitectura de cada zona e ilustran cómo era la vida de los campesinos suizos. Aquí puedes cocer pan en un horno de la época, vestirte de granjero, fabricar tu propio queso o incluso probar tu puntería en el tiro con arco o atreverte a elaborar puntillas. También hay demostraciones diarias de diferentes oficios. Entrada: 18 euros.
Reino Unido. El poder del spray sobre una pared
Acusado de gamberrismo, perseguido y hasta multado por las autoridades de turno, el graffiti es un arte cada vez más reconocido y aceptado. Aún así, su carácter reivindicativo y de denuncia social han hecho que graffiti y marginalidad vayan casi de la mano.
En Londres, una de las cunas del spraycan (poder del spray), como lo llaman algunos, es el East End y, uno de sus embajadores más universales, Banksy. Las mordaces viñetas en blanco y negro de este artista clandestino, han revalorizado el barrio y lo han puesto de moda. Junto a él, nombres como Probs, Shepard Fairey, Milo Tchais o Brick Lane no sólo han llenado de color solares y muros de esta zona londinense, sino que han multiplicado el número de agencias que ofrecen rutas guiadas por el Street Art de Londres: desde la de Get Your Guide, que te enseña los diferentes estilos graffiteros –2 h, 24 euros– hasta la de Insider London, que también explora otras formas de Street Art, como las señales de tráfico (23,50 euros).
Girona. Los delirios de un genio surrealista
Al igual que la piscina de Portlligat o los elefantes del Castillo de Púbol, en Figueras, tercera pata del universo Dalí, el Teatro-Museo provoca desde la puerta.
Tanto si vas a entrar (11 euros) como si sólo quieres ver el exterior, te sorprenderán los huevos que coronan la Torre Galatea y los maniquíes del perímetro. En la fachada principal, obras dedicadas a Pujols, Newton y Meissonier e instalaciones cargadas de simbología.
Chile. En el ombligo del mundo
Es la isla habitada más remota del planeta pero, sobre todo, la isla de Pascua es la tierra de los moáis: enormes estatuas de piedra que sólo verás en esta porción chilena. Los turistas son la principal fuente de ingresos de Rapa Nui (ombligo del mundo), como la llamaban los misteriosos habitantes de esta isla del Pacífico.
Holanda. Cómo funciona un país de talla XXS
Las casas de los canales, los campos de tulipanes, el mercado del queso, los molinos de viento… Éstas son algunas de las señas de identidad de Holanda pero, si quieres entenderlo todo e incluso manejarlo, acércate a Madurodam, un parque en miniatura situado en Scheveningen, La Haya. El espacio, construido en 1952, reproduce edificios y monumentos neerlandeses a una escala de 1:25 y se divide en tres áreas temáticas: una, dedicada a los centros históricos de las principales ciudades holandesas; otra, a la relación del país con el agua a lo largo de la historia; y una tercera, destinada a su apuesta por la innovación. ¿Lo mejor? El carácter interactivo del parque, en el que puedes dirigir la carga de contenedores en el puerto de Róterdam, hacer despegar un avión en el aeropuerto de Schiphol o incluso pujar en una subasta en el mercado de flores. Entrada: 15 euros.
Italia. El tiempo detenido
En el año 79 a.C. Pompeya, quedó sepultada bajo toneladas de ceniza tras la erupción del Vesubio. Siglos después, las excavaciones en este territorio cercano a Nápoles descubrieron que, a 6 m bajo tierra, se mantenía intacta la arquitectura de la época. En estas 44 ha puedes ver joyas del urbanismo romano, que usaba piedras blancas para reflectar de noche. Aunque, sin duda, lo más interesante es el prostíbulo –con explícitos dibujos sexuales– y los cuerpos fosilizados por la lava. Entrada: 11 euros.
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