Cafés con alma
Te invitamos a una sobremesa evocadora y llena de historias, un espacio donde compartir nostalgias y proyectos en torno al perfume del café.
Lisboa, tardes de escritores
La estatua de Fernando Pessoa, sentado plácidamente en medio de la calle, en el número 120 de la Rua Garrett, te indicará el lugar exacto donde está el café A Brasileira (Tel. +351 21 346 95 41).
Te encuentras en medio del Chiado, el barrio más bohemio de la capital portuguesa, refugio de escritores –y, en los últimos años, de cientos de turistas– y punto de inicio de una de las zonas de marcha nocturna de la ciudad.
A Brasileira, que en noviembre de 2015 celebra su 110 cumpleaños, nació ya a lo grande, regalando una bica –el equivalente a un espresso italiano– a los clientes que compraban café en grano a granel. Desde su inauguración se ganó el apoyo de las clases populares, que preferían el café venido de las colonias en lugar del té, favorito de los aristócratas. La decoración interior, con preciosas maderas talladas, hizo el resto y la convirtió en un punto clave de la Belle Époque lisboeta.
París, en el mundo de 'Amélie'
Antes de 2001, el Café des 2 Moulins (Tel. +331 4254 90 50) –su nombre alude a los cercanos Moulin Rouge y Moulin de la Galette– era uno más en la oferta de Montmartre. Pero ese año cambió el futuro de esta brasserie situada en el nº 15 de la rue Lepic. Ya se habían rodado otras películas, pero fue Amélie, la cinta de Jean-Pierre Jeunet, la que convirtió el local en lugar de peregrinación para los amantes de esta entrañable historia. Te sorprenderá el tamaño –más grande que en el cine– y echarás en falta el estanco, que se cerró años después del estreno, pero puedes saborear un Crazy Amélie (vodka, naranja y frambuesa) mientras te haces la foto frente al póster del personaje y escudriñas la puerta, esperando que entre la mismísima Amélie.
Oporto, un clásico junto al Duero
Nació a finales de 1921 llamándose Elite pero, solo un año después, pasó a llamarse Majestic un nombre, en palabras de su propietario, "más acorde con las insignes personalidades que lo visitan".
Lo cierto es que el Majestic Café comenzó con buen pie y su inauguración convocó al top ten de las personalidades de la época, un acontecimiento social que estuvo a la misma altura que el de la famosa Libreria Lello e Irmão.
En el caso del Majestic fue João Queiroz el arquitecto encargado de firmar esta explosión modernista en la que no faltan rollizos angelitos, flores talladas en madera, vidrieras de colores, líneas curvas…
La estética art decó dejó poso y, junto a su elegancia, su emplazamiento –en la popular calle comercial de Santa Catarina– y su declaración como Patrimonio Cultural, el café es una visita obligada para los visitantes de Oporto. Por este local siempre abarrotado y con las mesas exageradamente juntas, han pasado escritores, políticos y artistas, incluso J. K. Rowling escribió aquí algunos capítulos de Harry Potter.
Montevideo, el mítico Charrúa
Es el más antiguo de la ciudad y el primero en ser declarado bien de Interés Cultural, pero el Café Brasilero es, sobre todo, la esencia viva de la bohemia montevideana. Desde su reapertura, en 2010, este nostálgico espacio llega al siglo XXI con las pilas cargadas, una carta de sándwiches gourmet y, por supuesto, sus excelentes cafés.
Cádiz, el 'backstage' del congreso
Desde su inauguración, en 1912 –su propietario, el empresario Gómez Doreé, lo abrió para festejar el centenario de las Cortes de Cádiz– el Café Royalty se convirtió en el centro cultural y político gaditano. Después, con la Guerra Civil, fue almacén y bazar e inició una decadencia que terminó en 2008, año en que, tras una cuidada restauración, recuperó todo el esplendor de los grandes románticos cafés.
Estoril, refugio secreto de espías
Si las paredes de la Pastelaria Garrett hablaran, nos contarían turbias historias de la II Guerra Mundial, cuando Estoril era, al mismo tiempo, la zona balnearia de moda de la realeza europea y el refugio de los espías del momento. Un cóctel explosivo que se mantuvo durante años en este local discreto, que elaboraba sus bolo de rei (una especie de roscón de reyes) para todos sus clientes, sin preguntar la procedencia y sus claudinhos (flauta de merengue), los favoritos de Don Juan de Borbón.
Viena, con la categoría del arte
No es el local más clásico de la capital austriaca –el primer puesto lo ocuparía el café del Hotel Sacher, inventor de la famosísima tarta del mismo nombre–, pero el KHM Cafe, reúne una serie de activos que lo convierten en único.
Para empezar, su emplazamiento: en la cúpula del Kunsthistorisches Museum Wien, un espacio que atesora la mejor colección del mundo de Rubens y muchas obras de Velázquez. Puedes disfrutarlas y terminar el día con una noche gourmet –los jueves, de 18.30 a 22 h. Por 44 euros–, o bien reservar un momento artístico para el domingo de 11 a 14.30 h, cuando las mesas del café, sobre sus características baldosas, ofrecen un brunch especial (44 euros) y con mucho arte.
Río de Janeiro, sabor carioca
Un auténtico café brasileño acompañado de un brigadeiro (bombón de chocolate) mientras escuchas los acordes de un piano en directo y recreas tu vista en un escenario art nouevau. ¿Te gusta el plan? Lo tienes en la Confeitaria Colombo, uno de los locales más antiguos y respetados de Río de Janeiro.
En 1894, Manuel Lebrão y su socio, Joaquim Meirelles abrieron este establecimiento en la Rua Gonçalves Dias con todo lujo de detalles, desde mármoles de Italia hasta espejos belgas o muebles de palo de santo finamente tallados. Convertido en centro intelectual y político de la época, su éxito fue tal que, en 1922, coincidiendo con el centenario de la independencia del país, ampliaron el local y, en 1944, abrieron sucursal –Café do Forte– en un paisaje de lujo: la playa de Copacabana.
Además de desayuno, almuerzo y merienda, de martes a viernes hay menú a la carta. Entre nuestros favoritos, los casadinhos: galletas con dulce de leche, moca, guayaba y albaricoque que acompañan el té de las cinco.
Buenos Aires, al ritmo de un tango
La definición más pura del alma porteña es el Café Tortoni, un precioso establecimiento que se asoma desde el nº 825 de la Avenida de Mayo, en el microcentro bonaerense.En contra de lo que pudiera parecer, su fundador no fue italiano, sino un inmigrante francés, Touan, que tomó el nombre prestado de un local del Boulevard des Italiens, donde se reunía la elite de la cultura parisina. Pocos meses después de su inauguración, en 1858, el Tortoni definió un espíritu que le acompaña hasta la actualidad: es un café para disfrutar con los amigos, leer la prensa o disfrutar un buen espectáculo de tango.
Praga, la historia de media Europa
Prepárate para asistir en directo a una clase magistral de Historia, en este local, un aula abierta con cientos de secretos y anécdotas.
Se trata del Café Imperial, la cafetería del Art Déco Imperial Hotel, que el pasado 2014 cumplió sus primeros cien años de vida. A lo largo de este siglo, el hotel ha pasado de ser uno de los lugares de moda de Praga –frecuentado por figuras como Kafka o el compositor Leos Janecek– a ser el favorito de las tropas alemanas durante la II Guerra Mundial y, más tarde, de la asociación de sindicatos. Incluso durante la época comunista el Café Imperial institucionalizó el plato Saturnin, una comanda que se vendía a los estudiantes –mayores de 21 años y libres de los efectos del alcohol– en la que, por 2 coronas checas conseguían un puñado de bollos duros, del día anterior, que arrojaban a quien querían.
Su espíritu art nouveau, recargado con mosaicos, es el mejor escenario para sus especialidades –como la tarta Imperial con nata y dátiles– todas capitaneadas por el chef Zdenèk Pohlreich, el cocinero más mediático en las pantallas checas.
Madrid, todo un personaje
Valle Inclán, Lorca, Buero Vallejo, Jardiel Poncela… la lista de asiduos a las tertulias del Café Gijón no dejó de crecer desde su inauguración, en 1888, cuando un asturiano regresó de Cuba y quiso invertir sus ahorros en un espacio de tertulia. Hoy, el Gijón sigue siendo un referente cultural, tiene premio propio y ha inspirado obras como La colmena, de Cela.
Venecia, elegancia en los canales
Dicen que es el más antiguo del mundo –su inauguración se remonta a 1720– y uno de los más hermosos, pero lo cierto es que el Caffè Florian es la definición del lujo en la ciudad de los canales. Situado en la Plaza de San Marcos, cuenta con terraza y, entre selfies y trasiego de turistas, puedes disfrutar de este aristocrático espacio que cuenta con bandejas de plata, cubiertos de porcelana, camareros con esmoquin… y unos precios también a la altura: un capuccino por 9 euros.
Nueva York: en la 'Gran Manzana'
Si eres una apasionada del café, quizá EE. UU. no sea tu destino más indicado y, seguramente, al tercer día de tomarte una jarra del típico café americano seas capaz de recorrerte todo Nueva York en busca de un espresso. Desde 2002, puedes acercarte a Gorilla Coffee, un pequeño local de ambiente hipster situado en pleno Brooklyn con un amor por las cosas bien hechas y por el buen café que se respira nada más entrar. Aquí puedes saborear –o comprar: tienen tienda física y on line– variedades de todos los grandes centros productores, desde Etiopía hasta Guatemala, Sumatra o El Salvador, junto a mezclas propias, siempre con una apuesta por la calidad y el respeto al medio ambiente.
Casablanca: visítalo otra vez, Sam
La magia del cine nos imprimió las imágenes del café donde Bogart y Bergman se encontraban en Casablanca. El escenario era irreal –el film se rodó en los estudios de Hollywood–, pero una cinéfila abrió el Rick's Cafe a imagen y semejanza del de ficción, incluso con un nuevo Sam tocando al piano As time goes by.
Zúrich, una esquina con muchas caras
Café con desayunos ejecutivos de día y bar con ambiente gay de noche. Estas son dos de las opciones de este local, inaugurado en 1912 en Zúrich. Pero el Odeon cuenta entre sus activos turísticos con otro as en la manga: aquí nació el dadaísmo, un movimiento desinhibido y contestatario contra la sociedad del momento. Su ubicación, en la desembocadura del río Limmat, junto al lago de Zúrich, es un buen lugar para hacer una pausa y probar la hamburguesa del día (desde 22,80 euros) de este local que (también) es restaurante.
Estambul, café turco y sabor europeo
No encontrarás esta propuesta en muchos de los circuitos guiados por Estambul, pero las vistas desde la terraza del Pierre Loti (Tel. +90 212 581 26 96), con todo el Cuerno de Oro bajo tus pies, son absolutamente recomendables. Si quieres llegar por tu cuenta, acércate a la mezquita de Eyüp y, una vez allí, toma el funicular (0,50 euros) o sube por la colina en un suave paseo de unos 20 minutos que bordea el cementerio.
Ya en lo alto, siéntate en una de las mesas de la terraza y saborea un auténtico café turco o un té de manzana mientras observas el incesante trasiego
de barcos.
La historia del nombre del local también te gustará. Pierre Loti era el seudónimo de un escritor y oficial de la Marina francesa –Julian Viaud– que fue enviado a Estambul para instruir a los marineros turcos. El choque de culturas le impactó y esa fascinación le llevó a subir cada tarde a esta colina para deleitarse con sus vistas y a plasmar en una de sus obras su amor por Aziyadè, una joven que pertenecía a un harén.
Abre todos los días, desde las 8 h hasta la medianoche, y no acepta tarjetas de crédito.
Barcelona, sobremesa de película
Aparte de su belleza, Els Quatre Gats derrocha arte por sus cuatro costados. Pere Romeu, su creador, se inspiró en un cabaret parisino, Le Chat Noir, para abrir un espacio "con comida barata y música de piano" en un edificio modernista diseñado por Puig i Cadafalch. Por aquí pasaron Isaac Albéniz, Rusiñol, Gaudí y Rubén Darío, entre otros, y un joven Picasso de 17 años se estrenó con su primera exposición. Años más tarde, Woody Allen rodó en este bohemio escenario escenas de Vicky, Cristina, Barcelona.
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