Lo que no encontré entre todos estos resultados fue un informe honesto de la extenuante realidad que es conseguir publicar un libro: la obsesión que alimenta, los días que quieres estrellar el portátil contra la pared, las noches en las que te quedas escribiendo hasta las 4 y luego tienes que luchar para trabajar al día siguiente, los meses que te pasas buscando manicomios de los años 60 para que luego tu agente te diga que borres todo lo que aparece sobre manicomios en tu libro. Así que este es el artículo que me gustaría que hubiera existido: la realidad de escribir una novela y ver que se imprime.

1. Encuentra una idea (o dos)
 Es 20007. Soy estudiante de Inglés en la universidad de Warwick (Reino Unido) y estoy desesperado por escribir una novela, pero no tengo ideas ni, bueno, nada que decir. Así que escribo a 30 novelistas, preguntándoles descaradamente de dónde sacan sus ideas. Finjo que soy un doctorando que investiga para su tesis, ¿quién escucharía a un estudiante normal y corriente? Sorprendentemente, una docena de ellos contestan. La respuesta de la novelista A.S. Byatt encaja conmigo: “El trabajo empieza cuando dos cosas chocan entre sí en mi cabeza, de pronto, como las cerillas y la caja de cerillas'. Intenté combinar dos ideas de argumento completamente opuestas, y funciona: la fricción entre ambas consigue hacer un guión mucho más poderoso e hilvanado.

2. Escribe una novela, pero no la publiques
Me gradúo, empiezo a trabajar como redactor junior en un periódico con muy poco tiempo libre, pero tengo una idea para una novela que no paro de escribir. Cada noche, salgo corriendo a casa y escribo hasta las 3 de la mañana. Hago esto durante 8 meses. Me pongo amarillo, me salen manchas, estoy obsesionado y agotado. Tengo un episodio severo de depresión que me deja en la cama dirante un mes. Tras ello, me doy prisa en terminar el libro y mando el primer capítulo a 10 agentes literarios. Me piden el manuscrito entero, pero dicen que es demasiado deprimente, que una novela tiene luces y sombras. Decido que no es una basura, que me ha enseñado cómo escribir y qué NO hacer. No escribas a costa de tu carrera ni de tu salid. Y no te conviertas en un maldito miserable.

3. Vive un poco, y luego escribe (pero no sobre ello)
Dejo mi trabajo para convertirme en 'freelance', paso un mes en la India, me apunto a un curso de escritura... y ya estoy listo para probar de nuevo. Lucho por encontrar una idea. Todo me parece forzado. Un domingo por la tarde, cuando mi chico se ha ido a jugar al fútbol, entro en Facebook y me encuentro con una cara conocida. Está sonriendo y posa con su nueva novia. Una sensación punzante y familiar me arrasa por dentro. Han pasado los años desde la última vez que le vi. Probablemente apenas me recuerde. Pero dejó una marca en mí y a veces me pregunto... “¿qué habría pasado si...?”. Sin pensarlo, comienzo a escribir sobre una relación fallida entre dos opuestos; la chica cuya vida quedó tocada por ello, la posibilidad de un hombre que nunca se preocupó por ella, el terrible '¿y si...?' que él suponía. La autenticidad del argumento, el hecho de que significara algo tan profundo para mí, hace que escriba más rápido que nunca. Y siguiendo el consejo de A.S. Byatt, lo entretejo con otro argumento más siniestro sobre un asesinato sin resolver en el Cornwall de los años 50. Para cuando mi novio vuelve a casa, tengo ya 8.000 palabras.

4. Planifica, pero solo un poco
Paro a las 12.000 palabras y comienzo a planificar. Primero, escribo una frase que resuma el libro: ¿qué quería contar en él? Después, escribo un párrafo que explique el guión. Luego escribo una cara de A4 sobre cada uno de los personajes. Intento escribir 20 puntos argumentales para seguirlos, pero me siento encorsetada y lo tiro a la basura. En cambio, escribo una lista de verificación: ¿Tienes una cuenta atrás? Sí. ¿Tienes un viaje? (es decir, ¿tus personajes cambiarán de principio a fin?) Sí. ¿Sé adonde voy? Sí. Pues allá voy.

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5. Saca rápido tu primer borrador
Dejo de lanzar ideas periodísticas y de hacer planes sociales. Utilizo mis escasos ahorros para pagar el alquiler. Durante los siguientes seis meses, me doy el lujo de, simplemente, escribir. Lo hago de 8 de la mañana a 7 de la tarde. A veces voy a nadar para resolver alguna parte del argumento que se queda atragantado. Voy a los supermercados Waitrose con mi amiga y repasamos el argumento de principio a fin, y cuando llegamos a la caja, me dice cuáles eran las inconsistencias. Otra de mis escasas salidas es a mi curso de escritura de Faber Academy. Me vuelvo un poco agorafóbica y el mundo que estoy escribiendo se vuelve más real que el que yo vivo, pero no me importa. Cuando acabo el curso, ya he escrito 120.000 palabras.

6. Cierra el cajón y no lo abras
Hago una revisión por encima, meto el borrador en un cajón, me lavo el pelo (algo que había dejado de hacer demasiadas veces en los seis meses anteriores) y me obligo a volver al trabajo. Esta es la parte más dura. Desesperadamente quiero revisarlo más pero todo escritor -incluso Zadie Smith- apuesta por el método de encerrar el borrador en el fondo del cajón, para que puedas regresar a él y editarlo con ojos renovados. Seis meses es lo perfecto. Consigo aguantar tres. Paso mi tiempo de ocio, en estos tres meses, editando la novela de un amigo, lo que es de mucha utilidad. Identificar los cabos sueltos y las incoherencias en sus personajes hace más facil ver esas mismas cosas en mi trabajo cuendo llegue el momento.

7 Reescribe. Edita. Edita. Edita. Repite
“La clave de una buena revisión es hacer borrador tras borrador, porque no serás capaz de ver de una sola vez todo lo que necesitas hacer”. El consejo del novelista Richard Skinner a este respecto es el mejor que he oído. Es también la fase más grande: me lleva 18 meses. Lo reviso para comprobar que funciona el panorama en general de la obra. Lo reviso de nuevo para asegurarme de que los personajes son consistentes. Lo envío a cuatro primeros lectores, luego lo vuelvo a revisar teniendo delante su 'feedback'. Me compro un miniportátil y lo voy revisando de camino al trabajo. Lo imprimo y lo reviso en un banco del parque en la hora de comer. Me voy a un retiro de escritura en Andalucía para una lectura final más relajada: es entonces cuando me doy cuenta de que la identidad del asesino es la equivocada y que necesita ser reescrita por completo. Y, por tanto, reestructurarla. Lo hago. Reviso algo más. La mando a otros tres lectores más. Comparto un capítulo en una noche literaria a micrófono abierto (y casi enferma de los nervios). Hago una edición ortotipográfica y gramatical. Otra  edición ortotipográfica y gramatical. Entonces, está listo. Para ese momento, he recortado de 120.000 a 80.000 palabras.

8. Escribe un mail genial a un agente literario
Busco en internet a agentes literarios, ¿a qué tipo de autores representan? ¿Qué tipo de novelas están buscando? ¿Qué agentes representan a mis escritores favoritos? Hago una lista de mis 30 agentes literarios soñados en orden de preferencia. Luego elaboro mis correos. Escribo a cuatro cada quince días, para cuando llevo 12. Intento que mis emails sean cortos, profesionales, impactantes y humildes. Cada uno contiene: a) las credenciales de mi carrera y mi experiencia en escribir (por ejemplo, mi trabajo como periodista y el curso en la Faber Academy); b) la razón por la que contacto concretamente con ese agente (p.ej., “Creo que mi novela podría encajar en un tipo de lector similar a uno de los novelistas que representa); c) una presentación formal de mi novela (p.ej., “El Inolvidable es un oscuro thriller literarioa ambientado en los 50 sobre una colegiala que se enamora de un hombre mayor, con devastadoras consecuencias que perdurarán durante décadas”). También adjunto una sinopsis completa y los tres capítulos iniciales (o lo que exija cada agente en su web). Luego me siento a esperar.

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9. Elige bien a tu agente
Tengo suerte. Diez de los 12 agentes piden ver la novela entera. Y tres quieren conocerme. Me pongo mi mejor blazer y me subo al bus. Dos me ofrecen ser mi representante; lo leyeron hasta altas horas de la madrugada y de una sentada, dicen lo mucho que le gusta. Les pregunto cómo quieren venderlo en el mercado: dicen, afinando un poco, podreía ser una novela de asesinatos y vendería bien. La tercera, de la agencia más grande, es más guay. Cree que mi obra tiene algo, pero que necesita mucho trabajo. Hasta que no haya hecho ese trabajo, no sabe si será adecuada para enviársela a las editoriales. No la ve como una novela de asesinatos sino como un dilema moral con una relación amarga en el fondo. Decido trabajar con ella. Me encanta su honestidad, su visión del libro, estoy preparada para trabajar duro. Me supone dos reescrituras, una revisión y otros nueve meses hasta que el texto está listo para ser enviado. Luego, meses más tarde, cuando ya he perdido la esperanza, llega la llamada que hace que todo valga la pena. “Te hemos encontrado un editor”.

¿Y después? Es cuando comienza de verdad el trabajo duro...

Laura Powell es periodista para el 'Daily Telegraph'. Su primera novela, 'The Unforgotten', está editada por Hesperus Press, solo en inglés, y puedes encontrarlo en Casa del Libro o en Amazon.

Vía: ELLE UK