"Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella". Son palabras de Almodóvar sobre Chavela que, aun siendo ciertas, son cortas. Porque tampoco nadie cantó como ella, ni nadie lloró como ella, ni nadie fue más rebelde que ella.

Chavela Vargas nos dejó el pasado cinco de agosto, llevándose para siempre su poncho rojo, pero dejándonos más de 80 discos entre los que hay decenas de canciones que ya se han convertido en himnos. Nació en Costa Rica, desde donde emigró a México de adolescente. Allí se enamoró de Frida Kahlo y del tequila. Tras beberse unos 40.000 litros -según sus propios cálculos-, su mala salud de hierro la obligó a dejarlo hace ya más de 20 años. A pesar de todo, estuvo sobre un escenario hasta los 93 años cantando al amor, o más bien, llorando al desamor.

Murió en Mexico, como quería, en el país que la acogió y en el que conoció a José Alfredo Jiménez, compositor de la mayoría de los éxitos de Chavela. Juntos formaron, quizás, la pareja artística más importante de la historia de la música ranchera. Y murió habiendo vivido como le dio la gana, cantando, protestando, viviendo su homosexualidad sin tapujos, tirándose en paracaídas con los 80 ya cumplidos, y disparando a las culebras con el revólver que, dicen, siempre llevaba en el cincho.

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En uno de sus últimos encuentros con la prensa, pidió ser despedida con la Llorona, una canción popular mexicana que fue clave en su carrera. Con ella empezamos la lista de nuestros temas favoritos de Chavela, y la terminamos con el particular homenaje que le dedicó Sabina: "En el bulevar de los sueños rotos vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre, con voz de rayo de luna llena".