Está claro que el tipo de piel, la raza y la genética juegan un factor importante, pero si tu rostro no está estupendo a pesar de todos los tratamientos que sigues rigurosamente, es posible que estés haciendo algo mal. Con estos consejos, caerás en la cuenta de que puedes hacer mucho más por tu piel de lo que pensabas.

No estás usando nada con retinol. Mira tu neceser: ¿cuántos productos tienes con retinol? Se trata de una forma de vitamina A que combate las arrugas, previene el envejecimiento de la piel, mejora su textura, disminuye las manchas y trata el acné, dado que regenera las células. Incorpora a tu rutina de belleza algún producto con retinol (si no lo tienes ya) y, además, comprueba que tus cosméticos también llevan antioxidantes como las vitaminas C y la E, para mejorar la función celular y proteger la piel de las agresiones.

No te quitas bien el maquillaje. Sí, te lavas la cara todas las noches pero no acabas de acertar con el maquillaje; siempre quedan restos de máscara de pestañas cuando vas a secarte en la toalla. Usa primero un buen desmaquillante y aplícatelo a conciencia con un algodoncito. Presiónalo por todo el rostro y luego muévelo desde el nacimiento del pelo al cuello; dale la vuelta cuando esté gastado y continúa usándolo. Después ya puedes lavarte la cara. Si dejas algo de maquillaje en el rostro, puede obstaculizar los poros e impedir la acción de posteriores tratamientos.

Maltratas tu piel cada vez que te sale un granito. Tienes la piel grasa y propensión a que te salgan acné y espinillas, y por ello tienes tu neceser lleno de productos para secar los granitos. El problema es que no los aplicas solo en el grano sino en todo el rostro, y tu cara está más seca que un desierto. Así se altera el equilibrio natural de la piel y, en vez de detener la producción de sebo, lo incrementa, provocando justo el efecto contrario a lo que necesitas.

¿Exfoliarme, yo? Con la exfoliación suelen pasar dos cosas: que te excedas o que no llegues. Si te exfolias cada día, dinamitarás la barrera natural de la piel, pero si no lo haces casi nunca, conseguirás que se acumulen tantas células muertas en la dermis que ningún cosmético te hará efecto. Si tu piel es sensible, debes exfoliarte una vez cada 15 días; si es normal, una vez por semana, y si es grasa, una o dos veces por semana. Recuerda que no hay que frotar la piel como si estuvieras limpiando el horno: los microgránulos que poseen los geles exfoliantes son suficiente para arrastrar la suciedad de la piel.

No haces bien la rutina de belleza. Limpiar, tonificar, aplicar el sérum, ponerse la hidratante: se llama rutina por algo. El orden de los factores sí alteran el producto, porque hay ingredientes que no reaccionan bien si se aplican juntos. Es posible que estés irritando la piel a base de neutralizar compuestos.

No te alimentas bien. Si todavía sigues dándole demasiado a menudo a la comida rápida, las patatas fritas, los 'snacks' de bolsa... tu piel se va a resentir con tanta grasa, está claro. Entre los principales beneficios que notan los veganos al dejar de comer animales se suele citar la mejora del tono de su piel y el incremento de energía, pero si no estás dispuesta a cambiar tu dieta, prueba a reducir los lácteos –que aumentan la producción de sebo– y de azúcar, que perjudica al colágeno de tu piel.