Es posible que seas una de esas novias que parecen tenerlo todo controlado el día de su enlace y lucen calmadas, tranquilas y radiantes. Pero si eres como el común de las mortales, lo más probable es que en vísperas de tu boda estés hecha un manojo de nervios, no puedas dormir y te asalten las dudas más disparatadas. ¿Y si se te ensucia el vestido a la primera porque pisas un charco con barro? ¿Y si no te ponen suficiente laca y se te desploma el peinado?

Está claro que cualquier cosa puede pasar, pero si ya tienes bastante con cerrar los últimos detalles, no deberías gastar energías en visualizar cómo vas a reaccionar ante un imprevisto. Ni tampoco en ponerte nerviosa por aspectos que, aunque te parezcan muy importantes, en realidad no lo son. Sigue estos 'tips' para no ponerte nerviosa y disfrutar de cada minuto.

Delega. Es fácil de decir, pero difícil de hacer. Todas las novias quieren supervisar personalmente cada aspecto de su enlace lo que, además de estresante, si coinciden fechas y horas es simplemente imposible. Debes escoger a tres o cuatro personas de tu confianza y encargarles algunas tareas que te pondrían de los nervios si el día de la boda las hicieras tú: recoger el ramo, comprobar que han llegado las flores a la iglesia, hacer una llamada al lugar del convite para revisar que todo está OK...

Elige cuatro cosas. Piénsalas con cuidado, pero el día de tu boda haz solo cuatro cosas, las que consideres más imprescindibles (aparte de vestirte, peinarte y maquillarte). Quizás sea ir a buscar a un familiar que llega justo por la mañana y te apetece recibirle o pasear a tu perro porque te relaja. Pero solo cuatro cosas, ¿eh?

No experimentes. El día de tu boda no es el mejor para probar cosas nuevas. Si nunca desayunas un chocolate con churros, no lo hagas ese día porque a lo mejor te sienta mal. No pruebes un champú que nunca has usado; quizás te deje el pelo hecho un asco. Si no te gusta salir a correr por la mañana, no lo hagas. Relájate y no hagas que nada cause un peligro no esperado.

Sé tú misma. Vas a rodearte de tu familia y amigos, ¡no te inventes un personaje! No hace falta que seas la novia perfecta ni la anfitriona perfecta. Aunque quieras agradar y divertir a todo el mundo, solo podrás hablar un poco con cada invitado, no entregarte a conversaciones profundas. Procura que los asistentes guarden un buen recuerdo del día, no de tu perfección.

No se puede agradar a todos. Asúmelo: siempre habrá alguien a quien no le guste tu vestido, que piense que vas fatal maquillada, que considere que hay demasiado calor y poco aire acondicionado, que el menú le parece horrible, que la música que has elegido le aburre y que critica la calidad de las copas de después. No hay boda perfecta.

No te deprimas por los 'fallitos'. Si ves que los centros de flores no destacan, que el espárrago de la ensalada es diferente al del menú de prueba, que la horquilla del pelo no va exactamente como te gustaría o que después de la canción de Lady Gaga se ha colado una de Manolo Escobar, no te agobies. Son detallitos que quizás solo conozcas tú o tus allegados y no deberían amargarte la fiesta. Luego se convertirán en anécdotas a recordar.

Prepara un kit de emergencia. Tiritas para bailar toda la noche o bien un recambio de zapatos; hilo blanco y aguja, botones blancos por si acaso, un abanico, unas pastillas para el dolor de cabeza y/o el ardor de estómago y un poco de maquillaje para retocarte. Prepáralo con antelación y haz que se encargue de él una amiga o familiar; que lo lleve al enlace y que lo tenga toda la noche.