Junto al libro de familia, los anillos son el único elemento imprescindible en la celebración del enlace. El uno sirve como justificante de la nueva situación civil, mientras que el otro simboliza la unión con la persona con la que se ha contraído matrimonio.

La forma circular, que nunca se acaba, se asocia con la eternidad del amor y con la plenitud, ya que significa la unión infinita de una pareja. Los materiales de los que suele estar hecho el anillo (oro, plata, acero...) son metales que representan la fortaleza del vínculo que se acaba de establecer.

En cuanto a dónde se deben llevar, depende de cada cultura: por ejemplo, en Estados Unidos se lleva en el anular de la mano izquierda al seguir la vieja tradición que la vena que sale de allí va directa al corazón (algo que no es fisiológicamente cierto), mientras que en Israel, por ejemplo, se lleva en el índice.

En España, el dedo elegido suele ser el anular de la mano derecha, pero incluso en nuestra geografía hay variaciones, pues en la Comunidad Valenciana y en Cataluña se suele llevar el de boda en la mano izquierda y el de compromiso a la derecha.

Con respecto a su origen, no se sabe con certeza el comienzo de esta tradición, pero sí hay documentos que atestiguan que los antiguos egipcios, hace casi 5.000 años, ya trenzaban juncos para que las mujeres decorasen sus dedos. Para las primeras culturas occidentales, el círculo era el símbolo de la eternidad, y el círculo del centro representaba una puerta a los acontecimientos futuros.

Poco a poco, la tradición evolucionó. Los materiales mejoraron para asociar su calidad al nivel económico del dador, los griegos escogieron el dedo anular por su vinculación fisiológica al corazón y los romanos decidieron que, más que amor, el anillo iba a representar la pertenencia de la mujer a su hombre.

En el siglo IX, los cristianos adoptaron la costumbre del intercambio de anillos en los matrimonios, pero como las piezas eran muy historiadas, la iglesia decidió cuatro siglos después que las alianzas serían más sencillas para ejemplificar lo que el rito católico denominaba “símbolo de la unión de corazones”.

Desde entonces, y a pesar de que hay una alianza para cada tipo de novios, todos coinciden en lucirlas en el dedo anular, realizadas en material duro y lo más sencillas y discretas posibles.