Todos queremos que nos vaya bien. Vivir de manera desahogada y ser capaces de asumir los gastos más básicos como pueden ser la comida, el alquiler o el dentista, al mismo tiempo que lidiamos sin demasiados problemas con inversiones 'extra', como una escapada o un segundo abrigo. Sin embargo, teniendo en cuenta multitud de estudios, como el que realizó la Universidad Complutense de Madrid este año (y en el que se concluía que el 34,5% del dinero de los jóvenes de entre 18 y 29 años se gastaba en bares y restaurantes, y casi el 18% en ropa y zapatos), está claro que si queremos superar el umbral de los 30 con cierta relajación económica, hay que tener en cuenta un mínimo de 'normas' lógicas y ser cautelosas. Y es que ya sabes, en cuestiones de dinero, mejor estar lista.

El economista y socio de CBC Economistas, Javier Castelló, y la psicóloga sanitaria-jurídica Marina E. Fernández, están de acuerdo en lo mismo: un control sobre tu vida económica te hará más libre y por tanto, más feliz. Fíjate en los 6 errores financieros más comunes de los veinteañeros, no los imites, y guíate los consejos que nos dan los expertos para vivir (casi), como quieras.

1. Comprar una casa (a toda costa). La gran cuestión: seguir de alquiler o lanzarse a la compra. No es que adquirir una casa en tus 'veinte' sea un error en sí mismo, sino que lo será si ello te va a generar mucha incertidumbre o te va a limitar más de lo normal tu día a día. "Error será cuando nos complique la vida, cuando nuestro futuro esté comprometido con una parte significativa de nuestra renta", nos cuenta Castelló.

"La sociedad nos presiona para ir adquiriendo productos que no adquirimos por necesidad sino por creer que no podemos vivir sin ellos. En el caso de la vivienda, tradicionalmente se nos ha inculcado que comprar es inversión para el futuro, pero este argumento pierde valor cuando te esclavizas a una hipoteca hasta más allá de la jubilación", sentencia Marina.

(Antes de seguir con más errores, aprovechamos para tener en cuenta una serie de factores clave a la hora de decidir que vas a comprometerte con un desembolso de este calibre. ¡Apunta!):

- Saca tu lado visionario. Hay que hacer un cálculo aproximado del valor que tendrá en un futuro la casa por la que estás interesada. "¿El precio que voy a pagar ahora está infravalorado, o sobrevalorado?", apunta Castelló. Olvídate por un momento de cuánto supone el préstamo sobre tu sueldo y piensa de manera inteligente.

- "¿Dónde voy a desarrollar mi vida profesional?", nos pregunta de nuevo el experto en finanzas. En un mundo en el que las cosas cambian más frecuentemente (cada vez nos movemos más por trabajo, las relaciones se rompen...), hay que tener en mente el factor movilidad y la previsión de que quizás en algún momento, la necesites vender o alquilar.

- Tener el 30%-40% del precio de la casa, ahorrado. Sí, como lo oyes. Una tercera parte del valor de la vivienda debe estar ya en tu bolsillo. Es una forma de entrar con buen pie.

- Comparación con tu sueldo. ¿Cobras 1.000 €? Pues tu hipoteca no debería superar los 300 € o (como mucho), 400 €. Toma buena nota.

- ¡Costes fijos, cuidado! Tras una década viviendo de alquiler (y quejándote de tu casero), pasas a ser propietaria y te das cuenta de que las responsabilidades, aumentan considerablemente: gastos de comunidad, el IBI, derrama, seguro... "Hablamos de unos costes fijos que pueden suponer 3 o 4 mensualidades de alquiler más por año, un 25% - 33% del coste total de alquiler anual", apunta Castelló.

2. No pensar en hacerte un colchón. "Otro error común a esta edad es no construir un 'colchón de seguridad' por lo que pueda pasar", nos adelanta Javier. "La gente a los 20 tiende generalmente a disfrutar al máximo sin preocuparle lo que pasará en el medio/largo plazo. Por norma, una familia con hijos no lo debería ver de la misma forma", nos adelanta Castelló. "El ahorro a largo plazo se convierte en una herramienta muy importante", apunta. Y es que, si la tendencia demográfica sigue así, no hay fórmula inventada para mantener a tantos jubilados con pensiones. Aquí la educación de cada uno, juega un papel importante. "Desde pequeños debemos ir aprendiendo a organizar nuestras riquezas, a dosificarnos los caramelos conseguidos o a ir guardando parte de nuestra paga para después invertirlo en satisfacer un deseo que tengamos", ejemplifica Marina. "Si la educación que recibimos es adecuada llegaremos a los veinte años con estas habilidades adquiridas", añade. Eso sí: se trata de conseguir un equilibrio porque "a los 20 creo que no debe ser una preocupación ahorrar para jubilarte, creo que debes de ahorrar para dar un impulso a tu vida personal y/o profesional", señala el economista Castelló.

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3. Comprarme un coche por encima de mis posibilidades. Un BMW o un Audi TT puede quedar muy bien en tu currículum, pero también puede interrumpir tu tranquilidad. Adquirir un coche que no tenga nada que ver con tu poder adquisitivo no tiene otro sentido que el querer aparentar algo que no es. "No es una decisión económica racional", nos cuenta Castelló, mientras que Marina nos dice que "a alguien que le importen las apariencias tenderá a invertir su dinero y energía en ello. Si sus posibilidade esconómicas se lo permiten no hay problema pero si se gasta más de lo que se puede, estará olvidándose de que lo importante está en uno mismo y no en dar una imagen diferente de lo que eres", señala la psicóloga.

4. Pasar la tarjeta de crédito sin control. Los bancos nos lo ponen muy fácil. Según el estudio de la Universidad Complutense de Madrid, el 42% de los jóvenes (entre 18-29 años) utilizan esta forma de pago. Las tarjetas no suelen ser amigas del ahorro ya que inconscientemente, eres menos consciente de tus gastos. Además, hay mil y una formas que los bancos nos facilitan (como una sencilla tarjeta de crédito) con las que poder pagar cuando, en realidad, no tienes la liquidez. ¿Qué pasa al mes siguiente? Que puedes verte en apuros. "En la medida que sirvan para hacer frente a gastos corrientes como comida o necesidades básicas del hogar, me parece un buen instrumento que da crédito a las familias. Si hablamos de financiar el saldo dispuesto en la tarjeta en varios meses pagando un interés x, creo que es un error de bulto", nos cuenta el experto en finanzas. ¿Un truco? Paga todo lo que puedas en metálico.

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5. Creer que no importa lo que hagas porque "total, no tienes nada". Cobras poco, no tienes ahorros, vives al día. Está demostrado que multitud de jóvenes se apegan a esta filosofía y creen que mientras no se queden en números rojos, lo demás no importa. Error. "Cualquier pequeño gesto puede ser importante", señala Eric Roberge, integrante de Beyond your Hammork, una empresa de planificación y estrategia financiera. Es decir, si solo puedes ahorrar 100 € al mes, a final de año contarás con 1.200 €, un pequeño montoncito que tal vez te saque en alguna ocasión de un apuro, o te dé alguna alegría. No menosprecies tu capacidad de crear algo por muy despacio que empieces.

6. No poner interés. No nos preocupamos lo suficiente (normalmente) por becas que nos pueden dar muchos beneficios (y no solo económicos), ni de los descuentos en el supermercado. Como mucho, tal vez, nos preocupamos por la mejor oferta en telefonía móvil. Se trata de un problema de puesta en valor, y la psicóloga Marina E. Fernández, ya nos adelanta uno de los indicadores más importantes para saber por qué nos ocurre esto: "el valor que le doy al dinero es diferente si en mi familia éste sobra que si no llegamos a fin de mes", aprecia. ¿Un consejo? Si trabajas y vives de joven lo que cuesta ganar dinero (no, como dicen los padres, no cae del cielo), tal vez te preocupes después más por encontrar las mejores fórmulas que rentabilicen los aspectos de tu vida.

En definitiva, una posición económica favorable siendo veinteañero aporta independencia, algo que gusta a todos. "Al hacernos mayores nos separamos de nuestros padres y buscamos independizarnos ya sea por poder movernos por el mundo sin depender de que nos lleven o por tener el lugar en el que poner nuestras propias normas", cuenta Marina. Pero aún hay más: no se trata de dañar más o menos a tu bolsillo, sino de una cuestión personal que te ayudará mucho a encontrar la felicidad. "La estabilidad económica, una buena organización de gastos-ingresos basada en nuestra realidad, facilita que nos encontremos mejor psicológicamente, más estables, tranquilos, con mayor sensación de control sobre nuestra vida", nos cuenta Marina. Todo lo contrario a lo que genera gastar más de lo que se tiene. "El balance se vuelve negativo y genera problemas también emocionales como agobio, angustia, ansiedad, miedo… Al no llegar a poder pagar o a dudar si se va a poder pagar la deuda adquirida", afirma la experta. ¿Conclusión? Sanear tu economía es también sanear tu cuerpo y mente. ¡No te compliques, valora lo que tienes, organízate, y sácale partido!