Los estresores influyen en el estado de ánimo, en el comportamiento, en la sensación de bienestar y en la salud general diaria, como consecuencia de las exigencias de nuestros trabajos, nuestras relaciones personales y de nuestros asuntos financieros.

En adultos jóvenes y sanos, esto no es malo porque nos mantiene alerta, nos ayuda a adaptarnos a situaciones cambiantes y a enfrentarnos a los desafíos a medida que surgen.

Pero si el estrés se convierte en una implacable constante en nuestras vidas, nuestra respuesta de "lucha o huida" puede atascarse en la posición "on" – y puede perjudicar seriamente nuestra salud, lo que se puede manifestar en:

1. Apetito compulsivo – y aumento de peso

Cuando estamos estresados, nuestro cerebro libera una hormona llamada cortisol (también conocida como la "hormona del estrés"), que aumenta el apetito si está presente en el cuerpo durante largos períodos de tiempo. Según los expertos de Harvard, los niveles altos de cortisol (combinados con altos niveles de insulina en sangre) pueden alterar nuestras preferencias de alimentos, haciendo que nos inclinemos por los de alto contenido en azúcar, grasa o por los que combinan ambos.

Y si eso no es suficientemente, los científicos también piensan que el cortisol podría aumentar la cantidad de tejido graso que nuestro cuerpo retiene cuando estamos estresados – especialmente en nuestra sección media – incluso si estamos comiendo de manera correcta.

2. Acelerar el envejecimiento

Un estudio de 2011 demostró que aquellas personas constantemente expuestas a un estrés crónico tienen telómeros más cortos en los glóbulos blancos, lo que significa que podrían envejecer más rápido que aquellas personas que están más relajadas.

Los telómeros son estructuras con forma de capucha situados en los extremos de nuestros cromosomas que protegen a los genes de ser seccionados durante la división celular y que se acortan con cada división celular que experimentan durante nuestra vida. Por esta razón, se les considera unos buenos indicadores de la edad biológica y, si estamos constantemente estresados, nuestra edad biológica podría superar rápidamente a nuestra edad del calendario. ¡Caramba!

3. Interferir con tu memoria

Varios estudios han mostrado las maneras en que el estrés se convierte en un potente inhibidor de nuestra memoria, pero el efecto, positivo o negativo, depende del tipo de estrés que estemos experimentando. Se ha demostrado que el estrés agudo que aparece cuando estudiamos para un examen, por ejemplo, facilita la labor de almacenamiento de información y mejora la concentración, mientras que el estrés severo o crónico puede incidir negativamente en nuestra memoria, en nuestra eficiencia y hacernos más propensos a los accidentes, especialmente a medida que envejecemos.

Un estudio de la Universidad de Iowa llegó a la conclusión de que la exposición continuada al cortisol provocaba la reducción y la desaparición temporal de la sinapsis de los participantes – la cual permite ordenar, almacenar y recordar información- lo que se traduce en que los intervalos de memoria a corto plazo sean más frecuentes.

4. Meterse con tu digestión...

Puede sorprenderte saber que nuestros cerebros y órganos gastrointestinales están regulados por las mismas hormonas y partes del sistema nervioso. Por lo tanto, el estrés recurrente o prolongado puede alterar la función digestiva -lo que podría explicar por qué aparecen cólicos, la sensación de hinchazón o el estreñimiento cuando te sucede una tragedia familiar o estás trabajando en un gran proyecto laboral. Condiciones como el síndrome de intestino Irritable, diarrea y enfermedad inflamatoria intestinal se han relacionado con los elevados niveles de cortisol en el cuerpo.

5. … Y tu vida sexual

Tu deseo sexual sube y baja a lo largo de tu vida adulta, pero se ha demostrado que el estrés inhibe seriamente tu capacidad para… llegar ahí. La respuesta de "lucha o huida" que se activa cuando nuestros cerebros inundan nuestros cuerpos con cortisol provoca un descenso de los andrógenos u hormonas sexuales masculinas como la testosterona (que los cuerpos femeninos producen en pequeñas cantidades), que algunos investigadores creen que pueden provocar apatía y pérdida del interés sexual.

Vía: ELLE AU