mente-pensar

Camino sobre un suelo tapizado de hojas y musgo. Me rodea un bosque espeso. Álamos, chopos y abedules entremezclan sus ramas cruzando los diversos tonos del verde de sus hojas. Tengo la sensación de estar rodeada de verde, un verde que me relaja y me llena, me invade y me sosiega… Mis manos palpan las cortezas agrietadas de los árboles centenarios que producen el oxígeno que me revitaliza; con cada respiración me siento mejor, más tranquila, llena de energía.

 Hace un día cálido, el sol me calienta mientras una brisa fresca me reconforta. El aire está lleno de fragancias. Saboreo el aroma vital que me envuelve, paladeo las sensaciones agradables que me produce la naturaleza, me lleno del canto de las aves que orquestan la música que acompaña mi viaje. El susurro de la brisa atraviesa las hojas de los árboles y los rayos de sol se filtran por sus ramas. Descubro un riachuelo cercano y lo sigo contracorriente. El sonido del agua es cada vez más fuerte. El bosque se abre y veo frente a mí un gran salto de agua. Escucho los mil sonidos de las gotas al caer y sus ritmos entrelazados. Un poco más allá hay un remanso sereno, voy hacia él y me meto en el agua. Mi cuerpo bajo el sol se llena de energía, sumergido en el agua se purifica, se libera de tensiones. Siento con todos mis sentidos, veo los colores y las formas, noto la brisa en mi piel, el calor del sol, las gotas que resbalan por mi cuerpo, el sabor de un aire dulce… La mezcla me proporciona una sensación intensa de felicidad que me vigoriza y me calma a la vez. Permanezco en este estado unos segundos. Tomo conciencia del momento de relajación en el que me encuentro. Me doy cuenta de que puedo volver a este lugar a descansar cuando lo desee. Tomo aire con intensidad, con una respiración profunda. Cuento: un, dos, tres… y abro los ojos, conservando la calma que he logrado con este ejercicio de visualización, la técnica en la que la imaginación y el pensamiento positivo se alían para lograr un fin; en este caso, relajarme.

¿Y tú qué imaginas?

“Las personas solemos utilizar la imaginación como una forma de sufrimiento añadida”, advierte Francisco Barrios Marco, fisioterapeuta, instructor en técnicas de relajación y autor del ejercicio anterior. “Pensamos que podemos perder el empleo, a la persona que amamos, que ocurrirá un accidente… y así un sinnúmero de situaciones desgraciadas que, en el momento de visualizarlas, nos afectan orgánicamente, pues con el experimento de imaginarlas ya nos producen ansiedad y desazón; en suma, un dolor y un sufrimiento previo absolutamente innecesarios”.
 Además, “en muchas ocasiones, la autoprofecía negativa de: suspenderé, me equivocaré, saldrá mal, no seré capaz,… se cree tan firmemente que sucede tal y como hemos planeado. Si mis pensamientos son de carácter negativo, mi vida se envolverá en una atmósfera de negatividad y, a la postre, todo será negatividad”, añade Barrios Marco.

Piensa bien y acertarás

La visualización propone lo contrario: simular mentalmente una escena reconfortante para absorber las sensaciones positivas que la imagen transmite. Así, este método de relajación consciente es excelente para adquirir energía o serenidad, pero también para controlar comportamientos futuros, superar temores, malos hábitos, bloqueos, consolidar sueños… La psicóloga alemana Vera Peiffer confirma en el libro Pensamiento positivo (Robinbook) cómo imaginar un hecho y modificarlo a nuestro favor ayuda a desterrar ideas destructivas e interiorizar las optimistas. De hecho, algunos atletas recrean con detalle el éxito de sus ejercicios, con lo que refuerzan su autoconfianza; una actitud que se hace patente el día de la verdad. Es la magia de visualizar, de pensar en positivo.

5 minutos de relax

En el libro “El poder curativo de la visualización creativa” (Integral) recomiendan estas pautas para que el ejercicio sea todo un éxito:
 . Busca un lugar en el que nada rompa el silencio que deberá rodearte y dispón algún elemento que te ayude a concentrarte (música, luz tenue…). Ponte ropa cómoda y ten a mano una manta, pues la relajación ralentiza la circulación y la temperatura corporal baja.
 . Túmbate con los brazos extendidos a cada lado del cuerpo, las piernas estiradas, los pies abiertos hacia fuera y los ojos cerrados.
 . Respira con calma. No modifiques el ritmo, obsérvalo sin juzgar, como si miraras la llama de una vela. La velocidad no importa. Siente cómo el aire entra frío y sale tibio; cómo el oxígeno te llena.
 . Y comienza la visualización como tal. Imagina la escena al detalle (colores, olores…). La actitud correcta es dejar que primero la mente y luego el cuerpo se integren en ese ambiente y experimenten las sensaciones que les produce. Entonces, la visualización funciona; si la imagen no proporciona ninguna emoción, debemos cambiarla.
 . Cuando te hayas familiarizado con la imagen, disfruta con lo que te gustaría hacer en ella (cantar, correr sin rumbo…) o cómo te gustaría que sucediera la acción. El ejercicio no supone más de cinco minutos y no aporta mejores resultados por dedicarle más tiempo.
 . Si te cuesta visualizar, hay pautas para estimular la imaginación: observa fotografías de paisajes que te gusten y recréalas con los ojos cerrados o reproduce una escena del pasado. Las personas sensibles a los sonidos pueden recordar una música y evocar las imágenes que se desprenden de ella. Con unos minutos de práctica al día, en poco tiempo se puede visualizar voluntariamente y con facilidad.