Madonna ofreció en sus doce minutos del descanso de la Super Bowl un espectáculo que podría pasar a los anales de la historia. Bajo la dirección de la estilista Bea Akerlung, la cantante subió al escenario enfundada en un LBD ribeteado con detalles dorados firmado por Givenchy. Como remate al look, se decantó por unos pendientes, valorados en un millón de dólares, que compró en la última subasta de joyas que pertenecieron a la actriz Elisabeth Taylor.

La ambición rubia abrió su show con el tema 'Vogue', a la que se le sumó 'Music' y su último single 'Give me all your luvin'. Para ello, contó con las colaboraciones de Nicki Minaj, M.I.A, Cee Lo Green y un coro con el que puso la guinda al espectáculo gracias a una versión discotequera de 'Like a prayer'.

El rumor de Twitter sobre si hizo playback no consiguió acallar la expectación que provocó en los 111 millones de espectadores. Ella lo dejó seguro en las declaraciones que hizo en la rueda de prensa del sábado anterior:"Quiero hacer el mejor show de la Tierra. Nunca, en toda mi carrera, he preparado una actuación como en esta ocasión". Polémicas o no aparte, Madonna, como en otras ocasiones, dejó huella.