En una sociedad que parece experta en hablar de temas relacionados con la salud mental, pero torpe a la hora de abordarlos, no resulta sorprende saber que la obsesión con el trabajo puede esconder cuadros de depresión y ansiedad. Un buen ejemplo sería Winston Churchill, que acostumbraba a trabajar 18 horas al día y que dejó tras de sí 43 libros. En una ocasión, le confesó a su doctor que no le gustaba mirar hacia el mar cuando estaba en un barco, porque la siguiente acción sería el final de todo, un claro reflejo de su profunda depresión y de sus fantasías suicidas.

Aunque estamos abandonado el furor del sobre trabajo y desde la pandemia hemos aprendido (o estamos en ello) a anteponer nuestra vida a la oficina, las cosas se complican cuando no eres tú, ni tu compañero de trabajo, el ‘workaholic’: quien solo piensa en el trabajo es tu superior.

Cómo identificar ( y frenar) a un adicto al trabajo

“El perfil del 'workaholic' es el de alguien que asume gran cantidad de trabajo sin saber decir que no. En muchas ocasiones se debe a que su prioridad en la vida, y aquello que les hace sentir realizados, es su éxito profesional, por lo que es posible que ocupe puestos de responsabilidad. Les gusta que les tengan en cuenta y se preocupan por su buena imagen en la organización, así que asumen una carga de trabajo superior a la que les corresponde, señala Noelia de Lucas, National Sales Director en Hays.

"El 'workaholic' no acostumbra a dimensionar la carga de trabajo"

"En caso de contar con un equipo a su cargo, este se ve repercutido, a veces lidiando con situaciones de estrés y ansiedad, con plazos de entrega muy ajustados y poco realistas, pues el 'workaholic' no acostumbra a dimensionar la carga de trabajo ni a considerar del todo la repercusión que pueda tener esta alta demanda en sus compañeros”, continúa.

Por ello, hemos de aprender a frenar a un jefe adicto al trabajo. “Es importante comprender el problema de manera global, tanto el problema del jefe, como el propio. Una persona adicta al trabajo, en este caso el jefe, tiene un temor que le empuja a trabajar casi sin descanso, con el foco puesto exclusivamente en los objetivos. La causa de esa adicción puede estar en un temor al futuro económico, a que algo salga mal, a no saber estar desocupado, o un temor a quedar en una posición de inferioridad respecto a otras personas con las que se está comparando, incluso suele ser una forma de evitar la vida personal. Sabiendo que hay un conflicto psicológico tras ese problema, sea esa persona consciente o no, va a ser más fácil lidiar con ello”, explican la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez, fundadores del Centro de Psicología e Introspección.

"Hay que aprender a resolver los propios temores para no dejarse avasallar"

Añaden que sin embargo, no hay que confundir comprender a la otra persona con adaptarse a su problema o dejarse perjudicar por ella. “Aquí comienza la propia responsabilidad. Hay que aprender a resolver los propios temores para no dejarse avasallar, poner límites con amabilidad, pero con firmeza; ser razonable y ayudar a la otra persona a reflexionar, si es que está abierta a ello; explicarse a la hora de dar una negativa, pero sin justificarse. Es bueno no ver al jefe como un enemigo y, al mismo tiempo, no dejarse dominar por él”, dicen.

jefe adicto trabajo
sorbetto//Getty Images
Adicción al trabajo

Noelia de Lucas, explica que es preciso diferenciar los escenarios en los que se trate de un jefe adicto al trabajo, de aquellos en los que se trate de la dinámica de la organización, donde se trabaje de forma exigente y con horarios muy extensos como norma. “Si es tu jefe directo el que sufre de adicción al trabajo, vas a tener que tener la conversación mencionada anteriormente con él. No obstante, la situación se puede volver más compleja cuando el resto de tus compañeros sí acceden a atender sus demandas fuera de los horarios establecidos, quedándote tú en una situación solitaria", advierte.

"Es un derecho fundamental del empleado poder conciliar su vida laboral y su vida profesional"

"En esta situación, lo recomendable es hablar con recursos humanos o con la dirección y, en caso de que no se resuelva, plantearse un cambio de organización”, asegura. “Es un derecho fundamental del empleado poder conciliar su vida laboral y su vida profesional. Hoy en día la nueva ley de control horario intenta evitar los abusos excesivos en las jornadas laborales. Además, las empresas buscan profesionales motivados para que sean más productivos y creativos. Aun así, según datos de la Guía del Mercado Laboral de Hays 2023, el 61% de los empleados se siente desmotivado”, señala.

María y Jesús añaden que algunos adictos al trabajo empujan a otros de su entorno para que hagan lo mismo y lo releguen todo, incluido su tiempo de ocio, y tenderán a criticar a los que no lo hacen, mostrando desaprobación hacia los que no aceptan sacrificarse por el trabajo. “Algunos 'workaholic' afirman abiertamente que para ellos el trabajo es lo primero, alardeando de su adicción. Son los casos en los que buscan valoración de los demás. A veces, son conscientes de que tienen un problema, pero no se sienten capaces de resolverlo”, dicen.

jefe adicto trabajo
Laurence Monneret//Getty Images
Adicto al trabajo

Tan y como indica el último análisis de tendencias y percepciones del Observatorio Alares, un 78% de los encuestados cree que en las empresas tienen menos en cuenta la conciliación de las personas que viven solas que la de aquellas que viven en pareja o tienen hijos. ¿Por qué quienes estamos solteros/no tenemos hijos somos especialmente víctimas de la sobrecarga laboral que imponen los jefes adictos al trabajo?

El impuesto de la soltería

“Los jefes menos razonables, y más aún los que son adictos al trabajo, pueden llegar a la conclusión, interesada claro, de que los que no tienen responsabilidades familiares disponen de más tiempo libre y no “pasa nada” si sacrifican un poco de ese tiempo a favor del trabajo. Si menosprecian para sí mismos tener tiempo para la familia y para el ocio, les costará asumir o entender que los demás no compartan sus puntos de vista. Y en su visión irreflexiva, convierten a los que no tienen cargas familiares en el foco de sus demandas, de manera que éstos se sienten más vulnerables frente a las presiones de la empresa", explican la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez, fundadores del Centro de Psicología e Introspección.

"Hay que aprender a hacer valer el tiempo de descanso"

"Pero, aún así, si alguien se ve víctima de la sobrecarga laboral, debe tratar de no asumir la visión del jefe o la empresa, no asumir la idea de que los solteros no tienen “excusas” para no dedicarle más tiempo al trabajo, porque “no tienen responsabilidades” o “nada importante” que hacer. Hay que aprender a hacer valer el tiempo de descanso, los límites laborales, no ya solo porque sea un derecho, sino por razones de salud mental”, explican la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez, fundadores del Centro de Psicología e Introspección.

Y ahora, la pregunta del millón… ¿Es posible hablar con un superior adicto al trabajo para hacerle ver lo que ocurre sin terminar en la calle?

María Ibáñez y Jesús Jiménez responden. “Es evidente que la sociedad que hemos construido no es sana ni razonable, es una sociedad en la que perder el trabajo puede suponer un grave problema. Pero, aún así, es muy importante enfrentar el temor a los empleadores, el temor a los conflictos e incluso el temor a ser despedido. Esos temores, por otra parte habituales, no van a ayudar a afrontar adecuadamente una conversación con un jefe para poner límites o llegar a acuerdos. Hay que aprender a afrontar un conflicto y desarrollar habilidades de negociación, una de las cuales es precisamente resolver el temor, para no ser demasiado duros ni demasiado blandos en los acuerdos a llegar con la empresa”, aseguran.

Matizan que cuando por miedo somos complacientes, tarde o temprano van a surgir sentimientos de inferioridad o malestar porque se están aprovechando de nosotros. Es entonces cuando en lugar de buscar una solución, los propios miedos generarán pensamientos cargados de enfado y de ira, emociones que pueden expresarse dificultando aún más la solución del problema. Otra posibilidad es que reprimamos esas emociones y terminemos con una actitud complaciente. Ambos casos malgastan la energía en imaginar lo que se podría hacer o decir sin hacerlo, por lo que aumentará la frustración.

“Lo más inteligente es que, antes de ir a hablar con un jefe y exponerle sus ideas, explores sus miedos, seas consciente de ellos, mires qué pensamientos producen y qué sensaciones recorren tu cuerpo. Toma unos minutos al día para investigar los efectos del miedo. Esto te llevará a reducir drásticamente la fuerza que el miedo ejerce y te dejará más espacio para actuar con inteligencia. Por otro lado, trata de comprender la actitud de su jefe, comprender y no justificar. Entenderle te hará más capaz de proponer una solución buena para ambos, y podréis hablar con calma, como un ser humano con otro ser humano que van a tratar de colaborar y buscar una solución. Y si resolviendo los propios errores y temores, y dialogando, no es suficiente y las condiciones laborales que se le plantean son insalubres psicológicamente, habrá que atreverse a adoptar otras medidas más drásticas, como buscar asesoramiento legal o plantearse cambiar de trabajo”, explican.