La ciudad de las cien torres. Así se conoce popularmente a la capital checa debido a la gran cantidad de edificios punzantes que conforman su ‘skyline’. Sin embargo, Praga es mucho más que altura: es la ciudad que vio nacer a Kafka, la que hizo suyas las letras de John Lennon y la que decidió convertir sus calles en un escaparate donde puentes medievales, fachadas 'Art Nouveau', cementerios singulares y, por qué no, las fantasías “danzantes” de Frank Gehry, convivieran en sintonía. Y lo mejor es que, además de ser bonita a rabiar, puede ser descubierta a pie en un fin de semana.

TARDE

Como lo bueno siempre se hace esperar, apartaremos las prisas por conocer su núcleo histórico y nos adentraremos en Praga poco a poco, comenzando por su Museo Nacional (la parada de metro es Muzeum). Las imponentes dimensiones de este edificio histórico serán una agradable toma de contacto y es que, tras una larga remodelación, acaba de abrir sus puertas de nuevo al público. La entrada será gratuita hasta finales de año así que si llegamos antes de las 18:00 h merecerá la pena asomarse para contemplar su interior.

Justo en frente encontramos la Plaza de Wenceslao, coronada con una estatua a caballo del patrón de Bohemia que nos marca el camino hacia una de las avenidas más concurridas y comerciales de la ciudad. Una vez dejada atrás la multitud de tiendas llegaremos hasta los primeros trazos reconocibles: la Torre de la Pólvora, que con sus 65 metros de piedra oscura hace de entrada monumental a la zona vieja, y la Casa Municipal, que enamora por su colorido detalle 'Art Nouveau' y por el mosaico que pende sobre su entrada. Si os invade el antojo de dulce, no dudéis en coger sitio en su refinada cafetería.

Casa Municipal Pragapinterest
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Tan solo una calle nos separa de la Plaza de la Ciudad Vieja. Hablamos de Celetná, una de las más antiguas de la capital checa que conserva su esencia gracias a escaparates tan auténticos como el de la famosa juguetería Pohádka. Sin duda, la antesala perfecta antes de desembocar en el corazón de Praga.

Aquí se cuece todo: terrazas abarrotadas, guías ofreciéndonos ‘tours’ gratuitos y hordas de turistas disparando ‘flashes’ para hacernos constatar que cada fachada es una obra de arte. La Torre del antiguo ayuntamiento es su emblema y da a su vez refugio a uno de los relojes más famosos del mundo –con permiso del Big Ben–, el reloj astronómico. Si se acercan las “en punto”, esperaremos a ver el saludo de los doce apóstoles que asoman cada hora por encima de sus detalladas esferas. Cumplido el ritual, disfrutaremos del resto edificios que completan esta vista emblemática –la Iglesia de Nuestra señora de Tyn y la Iglesia de San Nicolás, por ejemplo– y nos estrenaremos con la gastronomía checa en algún lugar tan auténtico como Kozlovna Apropos. Perfecto para reponer fuerzas y ultimar los detalles del día siguiente.

Plaza de la Ciudad Viejapinterest
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MAÑANA

Cogeremos el metro hasta la parada de Malostranska para no agotar reservas y subiremos a pie hasta su castillo, uno de los más grandes del mundo y probablemente el punto más abarrotado de la ciudad. Ahora, no esperes encontrar la típica fortaleza: en su lugar nos adentraremos en un rompecabezas amurallado donde destaca la impresionante Catedral gótica de San Vito, flanqueada por palacios históricos e imperdibles como la Basílica de San Jorge, y el Callejón de Oro, antiguo hogar de artesanos de la época y del genio literario Franz Kafka. Acceder al recinto es gratuito pero si quieres visitar el interior de la Catedral o el Callejón de Oro, la entrada asciende a unos 14 €.

Castillo de Pragapinterest
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Una vez recorrido el perímetro, continuaremos hasta los jardines que descansan a los pies del castillo, porque es aquí, fuera de sus murallas, donde tomaremos algunas de las fotografías más bonitas de la ciudad con las cúpulas, los tejados y el río Moldava de fondo.

Estamos a un paso del señorial barrio de Hradčany así que no olvides echarle un vistazo a la Iglesia de Loreto y al Monasterio de Strahov antes de lanzarte a deambular por sus callejones. Por si asoma el hambre, apunta nuestro lugar favorito para comer: Klasterni Pivovar Strahov, perfecto para probar un codillo o 'gulash' tradicional acompañado de una de sus cervezas artesanas.

TARDE

Bajaremos la comida paseando hasta la Torre de Petřín, orgullosa Torre Eiffel checa en miniatura que ejerce a su vez de mirador. Aquí se nos presentan dos opciones: descender en el funicular o dando un agradable paseo por los senderos que asoman entre la vegetación y que nos llevarán hasta el barrio de Malá Strana. Si viajamos en otoño, será obligatorio elegir la segunda.

En Malá Strana callejear es la ley suprema. Cómo si no recorreremos la cantidad de pequeñas tiendas y alguna que otra terraza que dan vida a esta “perla del Barroco”. Aquí yace la Iglesia de San Nicolás, con una vistosa cúpula azul que puede ser reconocida a ambos lados del río. Y a escasos 500 metros el muro homenaje a John Lennon, un colorido imán de 'selfies' surgido tras el asesinato del músico que acabó convirtiéndose en un grito a la libertad de expresión durante el régimen comunista.

Los amantes del arte moderno encontrarán un refugio en el Museo Kampa dedicado a la corriente desarrollada en los países del este y en especial al pintor abstracto František Kupka (cierra a las 18:00 h). Y si el plan es regresar a la Ciudad Vieja, lo haremos por el icónico Puente de Carlos para hacer recuento de sus estatuas, no sin antes probar un Trdelník, el dulce callejero más famoso que asoma en cada esquina de Praga.

Praga pinterest
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MAÑANA

No hay nada mejor que comenzar el día con un desayuno homenaje y el Grand Café Orient es el lugar perfecto para ponerlo en práctica. Sus pasteles son un indispensable para los praguenses y su estilo un referente arquitectónico ubicado en la primera planta del Museo del cubismo - Casa de la Madona Negra. Mención especial para el 'venecek cubista', el pastel relleno de crema que cambia su tradicional forma redonda por un (mucho más oportuno) cuadrado.

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La mañana la dedicaremos a recorrer el conjunto de monumentos que conforman el Museo Judío de Praga. Será importante no adelantar esta visita al sábado ya que es cuando los judíos celebran el Sabbat, su día sagrado. Se puede adquirir una entrada que permite el acceso a sus cuatro sinagogas, cementerio y Sala Ceremonial por unos 14 € u otra por 20 € que incluye la Sinagoga-Viejo Nueva, una de las más antiguas de Europa.

Estamos ante una de las más completas exposiciones sobre la historia y las tradiciones del judaísmo que incluye experiencias especialmente crudas, como plantarse frente al manto de 80.000 nombres que cubre las paredes de la Sinagoga Pinkas en homenaje a las víctimas del Holocausto. El cementerio, uno de los más bellos del mundo, cuenta con unas 12.000 lápidas dispuestas de manera salvajemente imprecisa aunque se calcula que la cifra de enterrados es muchísimo más alta. Y de la austeridad inicial al derroche final de la gran Sinagoga española, un templo único que imita el esplendor y los interiores de la Alhambra.

Cementerio Judío Pragapinterest
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TARDE

Nos dirigiremos hacia el río Moldava para pasar nuestras últimas horas disfrutando de los edificios que enmarcan su cauce, como la sala de conciertos Rudolfinum o Clementinum, famoso por su biblioteca barroca y su Capilla de espejos. Pasado el Puente de Carlos brotan las terrazas en las que tomar un café con vistas o una cerveza a los pies del río pero es el puente Most Legií el que nos regalará las mejores vistas de ambas orillas con el castillo de fondo.

Una sugerencia para quienes tengan tiempo extra: si brilla el sol y el frío da tregua, alquilar un patín de pedales por unos 12 € la hora y navegar por el Moldava para redescubrir Praga desde una perspectiva única. Si preferimos incluir una última actividad cultural, aprovecharemos que el Museo del comunismo es de los últimos el colgar el cartel de "cerrado" (a las 20:00 h) para conocer el impacto que esta etapa política tuvo en la sociedad checa hasta su desplome en 1989.

No podremos despedirnos de Praga sin acercarnos a su Casa danzante, el edificio deconstructivista obra de Frank Gehry y Vlado Milunić inspirado en los movimientos de Fred Astaire y Ginger Rogers y, con suerte, acabar el baile en su azotea, a ser posible viendo el atardecer.

Casa Danzante Pragapinterest
Inés Martínez Nass