naty abascal para elle diciembre
Mario Sierra
Naty Abascal lleva batín, jersey y falda estampada de Miu Miu, joyas de Bárcena, medias fantasía de Calzedonia y salones verdes de Aquazzzura.

Cruzar las puertas de la casa de Naty Abascal (Sevilla, 1943) y adentrase de lleno en su universo de diseño y arte en sus distintas vertientes se asemeja a formar parte del equipo de un impresionante documental fashion. Aquellas experiencias que muchos disfrutamos a través de fotografías, cuadros, películas o libros ella las ha vivido en primera persona.

Valiente, trabajadora, leal, independiente, dinámica y optimista son sólo algunos de los adjetivos que definen a nuestro icono, el mejor ejemplo de la elegancia y el buen gusto made in Spain. «Mi gran amor, aparte de mis hijos y mis nietos, es la moda», afirma con rotundidad. Y es que, tras ser descubierta por Elio Berhanyer en 1964, cruzó el charco como modelo con apenas 22 años para asentarse en Nueva York en pleno auge del pop y el estudio The Factory. «Era una época fascinante en la que la ciudad irradiaba creatividad. Estaba repleta de genios, te movías con actores, pintores... íbamos a fiestas en apartamentos increíbles y conocíamos a gente muy interesante», cuenta.

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Mario Sierra
Conjunto de camisa y falda con bordados de pedrería de Giorgio Armani, jersey y fajín vintage y joyas de Bárcena.

Su rostro apasionante, su figura arquitectónica y su energía incombustible enamoraron al objetivo de Richard Avedon o al imaginario de Peter Beard. Naty habla de ellos mientras pasea por su casa como si nos llevara de guía por un museo. En el salón, su rostro preside un fantástico collage firmado por el propio Beard. «Era un artista extraordinario, es un privilegio tener esta maravillosa obra suya con mi fotografía, y además un libro que me mandó dedicado (me lo muestra) en el que dice que es el presidente de mi club de fans», relata justo antes de lanzar una carcajada. «También pasé grandes momentos con Andy Warhol; con él y con el resto del grupo de locos divertidos de entonces íbamos a The Factory. Allí estaban Mark Rothko, luego Basquiat... Todo emanaba ingenio y originalidad».

No soporto la palabra pereza. Siempre hay que aprovechar al máximo el tiempo, y yo disfruto encontrando conocimientos nuevos cada día. Durante el confinamiento, leí muchísimo. Aprender es, sin duda, la mayor de las riquezas

Musa y amiga incondicional de varios genios, los nombres de personajes relevantes del mundo de la moda, el cine y el arte se encadenan en sus anécdotas. Y no es para menos. Woody Allen la incluyó en su película Bananas (1971) y, sin ir más lejos, la pasada noche cenó en Madrid con Joan Collins. ¿Un nombre más? Salvador Dalí. «Me llamaba la guapa de Naty. Un día, mi agencia me encargó hacer un spot de Alka-Seltzer, y él lo protagonizaba. Ya nos conocíamos, pero no me lo había comentado y, al llegar, me lo encontré allí por sorpresa. Había siete monos a modo de lienzo con los que yo me debía vestir, y después él pintaría sobre mí. Tras marcar con sus pinceles el primero, proclamó: “Vámonos a comer”, y ya nunca volvimos. Si el maestro decía que había acabado, así era», rememora con jovialidad mientras en su móvil me enseña el anuncio, de 1974, que se puede ver online.

Sus historias contienen siempre una imagen, un vestido o un objeto que nos transportan directos a ese tiempo. «¡Y yo misma me voy encontrando en los libros!», exclama. «Compro uno de algún creador, de decoración, de moda... porque me apasiona leer y rodearme de ellos. Y, de repente, dentro hay una foto mía como modelo, en una portada o en una fiesta. ¡Me parece muy divertido!». No es para menos, porque han sido numerosos los artistas que la han elegido como su musa, pero también las revistas la hemos idolatrado. «Tengo grandes recuerdos de ELLE. ¡Sobre todo, como lectora!», destaca.

Tengo grandes recuerdos de ELLE; y muchos, especialmente como lectora. Cuando alguien iba a Francia, se lo encargaba, porque aún no existía en España. Devoraba sus páginas con los mejores planes y los ‘looks’ más impresionantes

«De joven, vivía en Sevilla y, siempre que alguien iba a París o a Biarritz, mi hermana y yo le encargábamos la edición francesa, porque aún no existía en España. ¡Era lo más nuevo, lo más moderno y lo más joven! Los coleccionábamos. Cuando me lo traían, lo devoraba; disfrutaba muchísimo con sus páginas llenas de ideas, porque te contaba los planes imprescindibles o los sitios a los que debías ir, te enseñaba aquellos looks impresionantes y llevaba al mejor personaje de la época en portada, desde Brigitte Bardot hasta Françoise Hardy. Sus caras, tan potentes, te miraban desde el kiosco, y reaccionabas con un: ¡guau! Se vendía sola. Lo que veías en ELLE lo querías».

Y su idilio con la revista continúa.

«Vuestro ADN es magnífico. Y con lo difícil que es mantenerlo con el paso de los años... en vosotros permanece intacto. Sois fieles a ese espíritu especial con el que llegáis a una enorme cantidad de gente. Vuestros reportajes siguen repletos de buenos fotógrafos, grandes modelos y figuras interesantes. Hacéis soñar a la mujer de un modo cercano, y eso es precioso», reflexiona.

Es una visión muy suya, porque, si algo deleita a nuestra experta es el aprendizaje. Para ella, todo suma, y en cualquier rincón se halla una cosa más por descubrir: «No soporto escuchar la palabra pereza. Hemos de aprovechar el tiempo al máximo, y yo disfruto buscando conocimientos nuevos cada día. Durante el confinamiento, por ejemplo, leí sin parar. Me gusta decir que cultivarse es, sin duda, la mayor de las riquezas».

Desde el salón, nos trasladamos al vestidor. ¿Por qué? Porque está claro que en el de un icono de moda como Naty convive un ejército de joyas en forma de vestidos; pero lo más bonito de este en particular son las historias que esconden. No hay aquí una sola pieza sin una experiencia patronada sobre ella, lo que transforma su armario en algo así como su biografía definitiva. «Lo mejor que poseo no es una prenda en sí, sino el recuerdo que cada una de ellas me suscita. Por eso me encantan, porque son como mi vida. Existen momentos buenos y momentos malos, y todos forman parte de ti. Sé cuándo, cómo y con quién llevaba cada cosa», subraya.

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Mario Sierra
Camisa estampada de Wafflie Wear, pantalones de seda de Nina Ricci, cinturón ’maxi’ de Etro y mocasines-joya de Aquazurra.

De manera que nos colamos en su memoria para ver qué look eligió la noche en que el destino la cruzó con uno de sus más íntimos: Valentino. «Le conocí en Nueva York en 1966. Me acuerdo perfectamente de que yo iba con un vestido de Bill Blass con un cuerpo pequeñito y la falda llena de plumas», precisa. «Venía de unas fotos y me había dejado el peinado de la sesión; capté su atención y nos convertimos en amigos enseguida. Luego, se compró un apartamento en la ciudad y, de vez en cuando, me llamaba para quedar. De él aprendes mucho, porque es una persona a la que le apasionan el arte, las exposiciones y los museos de cualquier lugar del planeta. Es mi profesor por excelencia».

Cuando iba a dormir a casa de amigos, siempre me decían lo bonitos que eran mis pijamas. Por eso creé Wafflie Wear, una firma ‘homewear’ con piezas alegres y llenas de colorido que son ideales para llevar por la calle con un buen estilismo

Ahora, tras décadas de rodearse de moda y vestir de las mejores firmas del mundo, nuestra musa se ha decidido por fin a pasarse al otro lado de la industria, pues este 2020 lanza una etiqueta propia, nada más y nada menos que de pijamas: Wafflie Wear. «Iba a dormir a casa de mis amigos diseñadores y me decían lo bonitos que eran. Yo me los hacía en la India, eligiendo los estampados y patrones, pero, al ver el éxito que tenían, pensé que sería una buena idea fundar una marca», explica. De este modo,

Naty ha transformado esta pieza de culto homewear en un hit para lucir por la calle, y ella misma predica con el ejemplo: «La otra noche, para cenar con Jane Seymour, me puse uno de ellos con unos salones altísimos de Aquazzura, un cinturón maravilloso y unos pendientes enormes... ¡y quedaba fantástico! Son piezas con gran colorido y alegría». O, lo que es lo mismo, están modeladas a su imagen y semejanza, porque si algo le sobra a ella son sus incombustibles ganas de vivir, de trabajar y de animar a todos aquellos que la rodean. ELLE loves Naty.

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