No soy una madre reciente; di a luz por cesárea programada a mi hijo el 22 de agosto de 2012. David tiene, pues, 10 años, y está en plena etapa preadolescente. Otra cosa que no me contaron, ese momento en el que deja de ser niño y comienza a querer ser más autónomo (léase querer ir siempre solo a todas partes), a sentir vergüenza de mí, a negarse en rotundo a todos los planes que organizamos en casa.

La escritora Elizabeth Stone dice que "Tomar la decisión de tener un bebé es trascendental: significa decidir que desde ese momento tu corazón empezará también a caminar fuera de tu cuerpo". Ójala me hubieran dicho, cuando me quedé embarazada, que eso es exactamente lo que iba a ocurrir; que a partir de entonces, mi propio yo iba a caminar fuera de mí en forma de un chico que se iba a convertir en el centro de mi vida.

Cuando decides ser madre, hay muchas cosas que no sabes y que no te dicen. O que te las dicen, pero mal. Empiezan las opiniones sobre qué debe vestir y cómo has de darle el biberón; te juzgan sobre el color de la toquilla con que le envuelves ("¿Por qué lleva toquilla rosa si es un niño?") o te recuerdan todo lo que haces mal ("yo le habría puesto un buen castigo").

Aunque fui a clases posparto y recibí innumerables buenos consejos de las madres más cercanas de mi entorno (mi propia madre, mi querida hermana y mi suegra), cuando llegó el momento he sentido muchas veces que no estaba a la altura e incluso caí en una severa depresión posparto.

En innumerables ocasiones me he sentido en la rueda del hamster, viviendo días que parecían salidos de 'Atrapado en el tiempo' y sin saber distinguir uno de otro. Pero a lo largo de esta década, he aprendido una serie de cosas sobre la maternidad que me gustaría haber sabido con tiempo y que quiero compartir con todas esas mujeres que puedan necesitar apoyo, como me pasó a mí.

1) Son etapas

Me hubiera gustado saber que todas las dificultades que tenía mi hijo formaban parte de una etapa de su crecimiento. Por ejemplo, cuando le costaba coger el biberón o era incapaz de tomarse un puré pensaba que mi hijo iba a ser mal comedor; cuando le costaba conciliar el sueño por las noches estaba convencida de que nunca iba a dormir del tirón; cuando empezaron las rabietas no dejaba de pensar que David iba a estar siempre enfadado.

Pero no: "son etapas". Esta frase tan sabia me la dijo mi madre bastante tiempo después de que yo me desesperara con todas y cada una de las situaciones complicadas que pasaba con mi hijo. Todas esas veces que pensaba que era el fin del mundo, me hubiera gustado saber que todo está bien, que todo se resolvería de la mejor manera posible (con paciencia y amor) y que acabaría convirtiéndose en una anécdota más que contar y compartir en un artículo como este.

2) No te compares nunca con otros padres

Parece una obviedad, pero en una sociedad como esta tendemos a compararnos por cualquier cosa: trabajo, vivienda, casa, físico, pareja... Cuando tienes un hijo, también te comparas con otros padres. ¿Cómo puede ser que ellos estén tan descansados con un bebé recién nacido y yo parezca que me ha caído un misil encima? ¿Por qué me torturan con la idea de que su hijo estudia todos los días al llegar de clase sin tenérselo que repetir mil veces? Si todos los niños caminan a los ocho meses, ¿por qué el mío tiene 13 y es incapaz siquiera de gatear?

Olvídalo. No te compares. Escúchalos pero como mera cortesía, pero que su realidad no te genere una angustia (ten en cuenta que muchos padres la maquillan, por no decir que mienten para sobresalir). Tu hijo es único y siempre lo será: necesitan su tiempo para desarrollarse, unos van más rápido y otros más lento y tu trabajo es acompañarles y estar siempre a su lado.

Cuando pensaba que era el fin del mundo, habría querido saber que todo se resolvería con paciencia

3) Sé amable contigo misma

El mundo nos exige ser como Mary Poppins: "Prácticamente perfecta en todo". Pues en la maternidad no debe ser así. Ponerse listones demasiado altos solo lleva a la desgracia, y hazme caso porque yo he sido de esas madres que ha querido controlarlo todo como único método para que las cosas salieran bien. ¿Te adelanto algo? No funciona.

Permítete equivocarte. Te va a pasar millones de veces y eso te va a servir de crecimiento personal. No eres mala madre, solo estás aprendiendo un nuevo trabajo para el que no hay universidad. Resérvate cada día un poco de tiempo para ti misma: lee, da un paseo, enciérrate en el baño a respirar, pide ayuda si lo necesitas. Y si un día tienes que pedir unas pizzas o freír unas empanadillas porque la vida no te da más de sí, hazlo, no te culpabilices; tu hijo ya sabe de sobra lo que es comer sano.

4) Todo lo que odiaste de otras madres lo vas a repetir

Te has pasado 20 años de tu vida (o más) diciéndote a ti misma todas las cosas que no te gustaban de tu madre, tu tía, tu hermana, tu prima, tu amiga, tu suegra o tu vecina. Eras una madre moderna y no ibas a pelar judías verdes, que ya las venden hechas de bote. Nunca jamás ayudarías a tus hijos a hacer los deberes, porque ellos tienen que aprender solos. No les pondrías hora de volver a casa; ellos son muy responsables.

Ja. Todas esas brillantes mujeres dejaron una huella más o menos profunda en ti, y la vas a repetir. Algunas las harás al detalle, otras adaptándolas a tu manera de ser, pero las madres que te rodean son tus referentes. En las cosas para las que no hay manual de instrucciones vas a seguir al pie de la letra lo que ellas hicieron y te vas a 'comer con patatas' tus palabras de rebelde. Y hazme caso, lo agradecerás.

5) Aprenderás a valorar las cosas más sencillas de tu vida

Bueno, vale, quizás esto sí te lo haya dicho alguna mamá, pero por si acaso te lo recuerdo. Yo también creía que lo más importante era planificar viajes por todo el mundo, salir por las noches a cenar al restaurante de moda o ir a bailar con las amigas y tomarse unas cuantas copas al garito de siempre.

Pues no. De pronto, valoras las cosas que estaban ahí, que eran obvias. Un beso de tu hijo, ese abrazo cuando te ve llegar cansada a casa, salir a dar un paseo por el parque de siempre, ver la misma película una y otra vez hasta que te aprendes los diálogos... Esas miles de cosas sencillas que pasan son las más bonitas y las que enriquecen tu vida. Es un aprendizaje y, a la vez, una liberación de las viejas ataduras.

6) La pareja se resiente

Tener un hijo es un auténtico terremoto y la relación de pareja va a sufrir. Si no te preparas para esto, serás muy desgraciada porque, además de enfrentarte con todo lo que conlleva ser madre, tendrás que bregar con una pareja con la que no te entiendes, con la que discutes todo el rato y con la que pagas el cansancio, la incomprensión y las malas experiencias.

A mí me ocurrió y lo pasé francamente mal. Estuve a punto de divorciarme. Pero pedí ayuda, comencé a ir a la psicóloga porque sentí que todo lo que había construido con mi marido se desmoronaba. Un hijo te pone a prueba, así que yo te aconsejo: asegurarte de que ambos compartís los mismos valores, establecer las normas y los límites que se van a poner al hijo entre los dos y, por supuesto, no descuidaros. Salir un día al cine y a cenar hace milagros, y también compartir un rato de charla cuando el peque duerme.

Esas miles de cosas sencillas que pasan son las más bonitas y las que enriquecen tu vida

7) Cómo te cambia la vida profesional y personal

Desde el segundo uno en que nace tu hijo, tu vida se convierte, como dice mi hermana, en "un encaje de bolillos". Vas a descubrir que tienes un superpoder nuevo, el de estar en todo, en todas partes y para todas las personas. Tendrás que hacer un enorme esfuerzo y un enorme sacrificio para cuadrarlo todo: esto pasa por madrugones impensables, trasnochar para sacar trabajo (de tu empleo o de casa) y estar permanentemente cansada.

En cuanto a tu vida profesional, el cambio es brutal. Hacer horas extras supone quitártelas de estar con tu hijo y eso duele. Teletrabajar cuando tienes peques alrededor es lo más parecido a un infierno. Por no hablar del parón en tu promoción en tu empresa, que no siempre estará dispuesta a darte facilidades para seguir con tu plan de carrera ni para conciliar.

8) Vas a vivir una vida nueva (y re-vivirás la tuya)

Me explico. Sí, cuando eres madre seguirás siendo la persona que eres (con las limitaciones obvias): te seguirá gustando la música, el cine, viajar, leer, hacer deporte o todo lo que te gustaba antes. Pero, además de nacer ese nuevo 'yo-madre', vivirás la vida de tus hijos y esa es completamente distinta a la tuya.

También re-vivirás la tuya. Yo siempre le digo a mi hijo que "las mamás lo saben todo" y el motivo es muy sencillo: ya he pasado por ahí. He vivido las angustias por un examen, el que te guste alguien de clase y no lo quieras decir, que mi madre me ponga una comida que aborrezco y tenga que dejar limpio el plato (desde aquí saludos a todas mis contemporáneas que tomaban hígado de ternera) o que lo último que quisiera hacer es recoger mi habitación.

Pero, ojo, que también vas a vivir una completamente distinta, porque ellos te enseñan cosas nuevas. Sus libros, sus cantantes (mi hijo con apenas un año me descubrió a Xoel López), lo que se lleva ahora y lo que no, estudiar con ordenador y no con los castigos como la espada de Damocles. Y qué gusto es seguir aprendiendo y ampliar horizontes y perspectivas.

9) La palabra 'amor' adquiere un significado nuevo

Una de mis cantantes favoritas es Rigoberta Bandini, que tiene un talento muy especial para componer temas en general y en particular sobre las madres. Sobra decir que suscribo palabra por palabra lo que dice en 'Ay, mamá', pero quiero traer a este artículo otra canción suya, 'Canciones de amor a ti'. En ella, además de reconocer que no sabe hacer "un puto huevo frito", explica cómo le ha cambiado la vida radicalmente la maternidad y dice: "Ya no existe más nada, no hay nada importante sin ti aquí".

Así es. Creías que lo sabías todo sobre el amor (ilusa), pero ellos vienen a enseñarte el verdadero significado de la palabra. Un amor que llena, que te hace sentir una emoción nunca conocida. Hasta que no fui madre, no comprendí la intensidad del amor que provoca un hijo. Lo bueno y lo malo que le suceda, es como si te ocurriera a ti. A veces duele, a veces lloras, pero es tan maravilloso y fascinante que no lo cambiaría por nada del mundo.

Gracias, David, por tanto.

david fernández begoña alonso
Begoña Alonso