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Los auriculares con cancelación de sonido son ya el último accesorio en funcionar como símbolo de estatus, pues sus precios no paran de incrementar al tiempo que el tamaño de los auriculares crece. Desde Hailey Bieber hasta Bella Hadid, las celebridades han encontrado en el aliado del silencio un poderoso arma para huir del ruido exterior y poder disfrutar de la ansiada calma. Se estima que en 2031, el negocio de este tipo de auriculares rondará los 45,4 mil millones de dólares, una clara prueba de que pocas cosas nos fascinan más que la vida en ‘mute’. Incluso una de las cosas que más se valoran de los deseados y aclamados secadores de Dyson no es otra cosa que lo silenciosos que son, pues mientras que la media de los secadores de pelo es de 84 decibelios, los productos de Dyson generan 78 decibelios.
Disponer de silencio es además sinónimo de privilegio, pues desde un hogar tranquilo (impensable en un edificio con decenas de ruidosos vecinos y patios interiores en los que la reverberación prima) hasta una madre que disfruta de un buen libro en silencio, cada caso es un buen ejemplo de riqueza y de medios. De hecho, lo que caracteriza a las salas VIP de los aeropuertos no es sólo su comida, sino el silencio que separa el interminable ruido de las zonas habituales del descanso del que disfrutan quienes pueden permitirse pasar a esas salas silentes en las que el ambiente se asemeja más al de una biblioteca que al del control de seguridad. Incluso lujosos hoteles como La Bobadilla, a Royal Hideaway Hotel 5*GL, gracias a su ubicación, aboga por contar con unas condiciones únicas para que quienes lo visitan disfruten de un enclave que fomenta la paz mental, disminuye el estrés y permite a los huéspedes descansar profundamente gracias a su situación, ubicada en una zona declarada zona Especial de Conservación que convierte al silencio en el máximo aliado del descanso.
La segregación del ruido del silencio es en realidad la expresión de la segregación por clases. Como explica John Stewart en ‘Why Noise Matters’, el ruido es un asunto de clases. El libro muestra políticas y estrategias que han funcionado para disminuir la contaminación acústica y ofrece lecciones para los legisladores y profesionales de la salud ambiental, activistas y cualquier persona afectada por el ruido, que es tratado por el activista contra el ruido como un problema social, cultural y ambiental.
El deseo del silencio es también clave para hablar de la generación muda, compuesta por esas personas que se niegan a responder al teléfono al creer que las llamadas son invasivas y pueden absorber demasiado tiempo. En un momento en el que intentamos valorar el tiempo para nosotros mismos, que alguien presuponga que podemos detenernos para responder nos resulta casi ofensivo. Como presentó el informe La Sociedad Digital en España 2018, el 96,8% de los jóvenes españoles entre 14 y 24 años empleó WhatsApp como forma de comunicación estrella, y sin duda el porcentaje habrá aumentado desde entonces. Por si fuera poco, los estudios señalan que el 75 % de las personas mantienen el móvil en silencio cuando ven vídeos en sus teléfonos, y este cambio en el consumo de material audiovisual ha transformado también la forma en la que se generan los vídeos, que hacen hincapié en los mensajes escritos, que son los que se leen en lugar de dejarse guiar por el sonido. Un estudio llevado a cabo por Sharethrough señala que esta tendencia es especialmente marcada entre millennials y miembros de la generación z, que ven incluso la televisión con subtítulos aunque el audio esté activado.
Por si fuera poco, disfrutar del silencio exige disponer de un espacio concreto, tener control sobre el mismo y contar con el tiempo necesario para disfrutarlo. Como escribe el columnista de ‘The Patheos’, Carl McColman, “la práctica contemplativa presupone que tenemos recursos a nuestra disposición, por ejemplo, el tiempo libre para dedicar media hora o más cada día al silencio, y la madurez psicoemocional para dedicarse a tal disciplina de una manera saludable”.
Tampoco es casualidad que ahora valoremos el lujo silencioso por encima de todas las tendencias de moda, pues hablamos de diseños destinados a no llamar la atención, a no distraer y a en definitiva, susurrar. Queremos que nuestro armario esté en silencio, que nuestros auriculares nos aislen del mundo y que nadie nos escuche hablar por teléfono, y quizás en el fondo lo que queremos, más allá de la tranquilidad, es disponer de los medios para poder disfrutar del silencio. Si la vida muteada es sinónimo de riqueza y de privilegio, ¿cómo no vamos a envidiar a quien en lugar de gritar puede susurrar? Porque quien no necesita alzar la voz es, ante todo, un privilegiado al que se escucha aunque haya que hacer un esfuerzo para alcanzar a escuchar lo que dice.
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