• Consejos para comprar moda sostenible como una experta

El primero paso es el más importante, y ya lo has dado: querer cambiar. Yo confío mucho en la hartura, que es la prima borde de la voluntad. Cuando llega un día en el que tienes ante ti las montoneras de ropa y te das cuenta de que algo falla y te dices hasta aquí; bueno, ese día empieza una nueva era.

La razón que cada uno tenga es casi lo de menos. Falta de espacio, lo has oído por ahí y te suena bien, has leído un artículo… Da igual. Bienvenido al club de los caídos del guindo, has de saber que no hay vuelta atrás en este proceso. Yo creo que el motivo, por supuesto, ha de ser ético: el sistema actual de producción de la moda destruye y esquilma la naturaleza, explota a los trabajadores y en algunos casos tortura a los animales. Que no tengamos mucha información o que hagamos la vista gorda (porque siempre es más cómodo vivir en la ignorancia) no quita que todos intuyamos que una camiseta a tres euros huele a chamusquina. No hay nadie tan inocente que pueda pensar que lo barato sale gratis al planeta.

A pesar de que no soy partidaria de la escuela Marie Kondo, que aboga por tirar sin manías (teatrillo incluido para agradecer a la ropa su servicio y aplacar así nuestra conciencia), Kondo sí es buena organizando visualmente. Resulta muy útil reunir toda las prendas en un mismo espacio, tenerlas ante nuestros ojos, invierno y verano, absolutamente todo. Ahí viene la primera sorpresa: la cantidad. Esto en las mudanzas se ve todavía más claro. «¿Todo esto es mío?» es la primera frase que viene a la mente. La segunda: «Pero si esto no me cabe desde 1998». Montañas de ropa en un batiburrillo donde se mezcla lo bueno con lo formal con lo sufrido con lo cómodo con lo incomprensible.

Pero nada de aturullarse. Repito: aquí no se tira nada. Es más que posible que con lo que ya tienes en el guardarropa puedas vestir con corrección, gracia y variedad.

Estos son algunos de los pasos que desarrollaremos sin piedad en los consultorios de las semanas siguientes:

Saber con qué cuentas

Esto es: qué prendas buenas tienes y cuáles son más regularcillas. Dos criterios básicos: el patronaje (si sienta bien y todo cae donde debe, sin enroscarse como un destornillador, ni moverse para donde no es, ni deformarse a los pocos lavados) y los tejidos de calidad: algodón reciclado, poliéster reciclado, lino orgánico, bambú, cáñamo, ramio, econyl, lanas libres de cría intensiva y mulesing (una práctica horrorosa para evitar un parásito en el pelo de las ovejas). Separa también las prendas que necesiten un arreglo que puedas hacer tú mismo (botones, descosidos, rotos) y las que mejorarían mucho con un ajuste/actualización de modista (hombros, cintura, bajos).

Tener claro qué vida se lleva

Este es un paso casi metafísico. Si se es madre, o fontanero, o abogada, o fotógrafo, o se tienen sofocos, o alguna hipersensibilidad o alergia, o se trabaja al aire libre… todo esto hay que tenerlo en cuenta. Ser realista es doloroso. Yo tengo frío hasta el cuarenta de mayo, soy bajita, camino mucho a lo largo del día y me gustan los bolsillos. Así las cosas, puedo tener un vestido ligerísimo de seda o unos tacones, pero no veinte. Porque no me van a servir de nada. Y lo veré en la tienda y me enamoraré, pero ya no tengo edad para engañarme. Resumen: tener claro cuál es nuestro carácter, nuestro día a día y nuestro trabajo. Y también nuestro cuerpo. Nada de «cuando esté en forma»; el cuerpo que importa y con el que contamos es el de hoy. Observar nuestro aire, que va mucho más allá del peso y altura: el porte, el gesto del cuello, el caminar. Fijarnos en el cuerpo de nuestros padres, porque a veces somos su calco —mucho más de lo que nuestro orgullo quisiera admitir. Ellos son la primera pista para acercarnos a nuestra elegancia personal. Vestir bien también está en las exposiciones que visitamos, los libros que leemos, el interés que le ponemos a las cosas.

No guiarnos por si usamos mucho o poco algo, sino por si nos hace sentir bien, si es una buena prenda y si favorece nuestra silueta

Yo tengo ropa que me pongo poquísimo pero que es un joyón, y que jamás daría. Lo que no entre en lo mencionado arriba se regala, se intercambia con amigos, se dona a ONGs o iglesias, o se vende en plataformas online. Si no se domina mucho esto último, empezar por un vistazo y hacer una primera prueba, y preguntar a algún amigo con experiencia. La logística toma tiempo y paciencia (lo del regateo es un cuadro), pero es útil saber cómo funciona y además engancha un poco. La última opción es llevar la ropa al contenedor, porque ese será su destino más incierto (más sobre ello más adelante).

Los estudios dicen que usamos solo un 20% de la ropa de nuestro armario

Yo creo que incluso menos. Nuestro objetivo es un armario depurado, escueto, donde todo funcione y sea versátil, esté actualizado y adaptado a nuestro cuerpo, arreglado y planchado, impecable. Y que incluya cuantas más prendas sostenibles mejor. Pero si al hacer balance lo que abunda es de marcas de fast fashion, no importa: es tan fácil como ir contracorriente, y si la estadística dice que esa prenda se usa unas tres veces y se desecha, nosotros la vamos a usar años y años. Y la vamos a disfrutar, que es la clave de la peineta al sistema. Nos han dicho que comprar es lo divertido. Bien, yo digo que lo reconfortante es llevar una y otra vez las mismas prendas y afianzar nuestro sello personal precisamente en base a esa coherencia. El día que entendemos que apostar por un atuendo y ‘rollo’ específico es precisamente lo que nos diferencia y enriquece, ese día nos hemos liberado. Y esto no implica dejar de divertirse con la ropa.

No pretender hacerlo todo perfecto

Lo avanzamos ya: es imposible. Acometer mejoras pequeñas y progresivas. El camino es ilusionante, se aprende un montón sobre uno mismo y sobre consumo consciente. La sensatez tiene sus recompensas.

En próximos episodios

Qué prendas se amortizan más, cómo huir de la tentación y del gustirrinín de estrenar, qué es una buena compra, marcas responsables que no dejan en la quiebra, qué pasa con los contenedores de ropa, es necesario un presupuesto anual, qué prácticas horrorosas esconde la producción de moda…


La jefa: Marta D. Riezu

Es nuestra ‘jefa’ en lo referente a compras de moda responsables. Periodista de formación, ha escrito sobre cultura y estilos de vida en El País, El Mundo, La Vanguardia, Vanity Fair, Vogue, Purple, Marie Claire, Telva o Yo Dona. En 2021 publicó con la editorial Anagrama el ensayo breve “La moda justa”, una invitación a vestir (bien) con ética y una reflexión acerca del actual sistema de producción de la ropa, tan inmoral como absurdo.