Su último papel, una joven de familia pudiente que se engancha a la heroína en el Madrid de los 70, no ha sido fácil. «Tal vez el más complejo que he hecho», confiesa Carla Campra (Barcelona, 1999) sobre su trabajo en la serie Asuntos internos, a punto de estrenarse en TVE. Lectora ávida y «preguntona innata» –viaja con El cuerpo lleva la cuenta, de Bessel van der Kolk, en el bolso y no descarta estudiar psicología si algún día el trabajo se lo permite–, le resulta «vital» entender a un personaje para interpretarlo, y no escatima a la hora de documentarse. «Era un universo desconocido para mí, y me he apoyado mucho en libros como El almuerzo desnudo y Yonqui, de William Burroughs. Me gusta comprender al personaje, empatizar con él y, de alguna manera, convertirme en él. Pero no tengo un método. Voy probando fórmulas, cogiendo de aquí y de allá cosas que me funcionan. Tengo 24 años, aún sigo construyendo mi forma de trabajar».
Pero el vestuario, no le cabe duda, resulta clave. De los uniformes de la escuela de señoritas en La otra mirada (2018) a los vestidos decimonónicos de La templanza (2021), «te coloca en el rol», defiende la actriz. «La ropa es una manera de expresar quien eres, y eso puedes extrapolarlo a un personaje». Y a uno mismo. «En los últimos años, he ido encontrando mi estilo, lo que me gusta y lo que no, y lo que proyecto con lo que me pongo. La moda es un mundo que no conocía, y a medida que voy entrando en él cada vez me parece más fascinante».
Era cuestión de tiempo que Chanel la pusiera en su radar. Como hiciera con Penélope Cruz –con quien (suena a designio) compartió pantalla en Todos lo saben–, la enseña francesa tiene ojo para el talento. Y a Campra le viene de largo. Se puso delante de una cámara por primera vez con tres años, casi por casualidad. «Mi hermano Guillermo soñaba con ser actor, y yo, que era la pequeña, quería hacer todo lo que él hacía. Fuimos a una prueba para un anuncio y nos cogieron a los dos. Y así arrancó todo». Atlas de geografía humana (2007) fue su primera película. Tenía siete años. Después vendrían papeles en Yo soy Bea (2008), 90-60-90 (2009), una aparición en Águila Roja (2011) junto a su hermano, Todos lo saben y La otra mirada (2018), 30 monedas (2020), La templanza (2021) y Señoras del (h)Ampa (2021). «He crecido en un rodaje. Nunca he dejado de trabajar, pero siempre lo había visto como un juego. Casi como una extraescolar», cuenta. Hasta que llegó Feria (2022), un thriller que la llevó a meterse en la piel de una chica cuyo mundo se desmorona. «Era la primera vez que hacía un protagonista a ese nivel de profundidad, jamás me había enfrentado a algo así. Me cambió por completo la visión. Ahí fue cuando me di cuenta de que esto es lo que quería hacer».
Desde entonces ha añadido La sagrada familia –junto a Najwa Nimri a las órdenes de Manolo Caro– y Asuntos internos –con Silvia Abascal– a una lista de títulos y compañeros de rodaje imponente. «Ha sido una escuela increíble. De todos los proyectos me llevo algo. A nivel profesional y personal, porque hay papeles que me han descubierto partes de mí misma que desconocía. No creo que tenga un criterio fijo a la hora de elegir un trabajo, pero sí me tiene que mover algo por dentro. Es una cuestión de piel», explica.
Aunque, puestos a pensar en futuribles, le encantaría ser dirigida por Bayona y del Toro y, por qué no, compartir escena con Paul Mescal. «Tiene una sensibilidad especial», dice. El tipo de actor que, cuando ve en pantalla, le hace preguntarse: «¿Cómo lo hace?». «No puedo evitar fijarme en la interpretación. Me encanta observar y aprender, y eso es algo que espero no perder nunca. Pero si hay una lección que tengo clara es que en esta profesión has de ser humilde. Hay momentos en los que parece que todos los focos se iluminan y estás en lo más alto, aunque no va a durar siempre. No puedes dejarte llevar por las luces. Tienes que seguir esforzándote, sin olvidar por qué estás aquí en primer lugar. Yo me dedico a esto porque me hace feliz. Y eso, que no me lo quite nadie».
*MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: RAQUEL ÁLVAREZ (ONE OFF ARTISTS) PARA CHANEL. AGRADECIMIENTOS: DEAR HOTEL MADRID.
