Pedirle a una mujer que sea sostenible sin que antes haya hecho un viaje de autoanálisis y autoexploración, es muy complicado.

¿Por qué? Pues porque desde mi punto de vista, sin enseñanza y sin conocimiento y por qué no, sin la obtención de un beneficio propio, es imposible pedirle al ser humano que adopte un comportamiento contrario, más bien opuesto, a lo que para él hasta ese momento han sido sus intereses y sus gustos.

¿De qué tipo de comportamiento hablo? De adoptar un modo de vida sostenible, de comprar menos y comprar bien.

A una amplia mayoría de mujeres, les gusta comprar.

¿Cuántas veces al mes, a la semana y ya casi al día escuchamos hablar de las bondades de ser sostenibles por el futuro de nuestro planeta? Muchas.

¿Cuántas de esas veces, esa recomendación nos ha llegado lo suficientemente dentro como para hacerle caso? Ninguna o casi ninguna de esas veces.

¿Por qué? Porque no terminamos de ver el beneficio personal que obtenemos por ser más sostenibles.

Dejar de ir de compras, dejar de estrenar, dejar de calmar la ansiedad llenando cestas virtuales de prendas o dejar de acudir a los descuentos y rebajas como si se fuese a acabar el mundo.

¿Por qué deberíamos de dejar de hacer todo aquello con lo que disfrutamos pese a que no tengamos realmente medido si comprar tanto es beneficioso o perjudicial a medio plazo para nuestra salud mental?

Eliminar de nuestra rutina actividades con las que disfrutamos, buscando un bien general futuro, no resulta muy atrayente.

Pero, sin embargo, ¿qué pasaría si te asegurase que, aprendiendo a ser sostenible, la primera beneficiada serías tú?

Que en primer lugar serías escéptica y un poco más tarde, puede, solo puede, que me preguntases, cómo.

La solución, es fácil, se trata de darle la vuelta a la tortilla y centrar tus decisiones de compra en ti y no en lo que ves que hacen los demás.

Necesitas las herramientas para tener una mayor autoestima que derivará en unos índices de frustración para con tu cuerpo menores, y terminarás con un armario más vacío, pero más eficiente y versátil que antes. Todo esto hará que termines comprando un 95% menos que antes y que lo que compres, lo utilices hasta el desgaste.

Y eso, es la sostenibilidad emocional. Primero te entiendes, después dejas de comprar de forma compulsiva o inconexa o innecesaria, y como consecuencia, te conviertes en una mujer con un comportamiento sostenible.

Te voy a dar algunas pinceladas sobre toda esta maraña de emociones y comportamientos cívicos.

¿Cómo te enfrentas a tu cuerpo, a tus complejos?

No lo haces, simplemente huyes hacia adelante comprando más y más.

Puede que, con la edad, hayas aprendido a ignorar las opiniones de los demás, tanto si las dicen en voz alta como si simplemente te las imaginas.

Está muy bien si lo has conseguido, pero tengo una mala noticia, tu peor enemiga eres tú.

Tú comparándote con otras mujeres.

Tú creyéndote que la prenda X que cuesta X dinero va a conseguir que por fin te sientas bien con tu cuerpo.

En definitiva, tú proyectando una realidad que no es la tuya en parte porque tú solita, aunque prefieras pensar que no, has idealizado una realidad poco real.

¿Quién eres?

¿Cómo eres?

¿Qué te hace feliz?

Responde esas preguntas y estarás acercándote al camino de baldosas amarillas hacia la sostenibilidad emocional.

Hace unos días, una amiga que tiene una marca de accesorios me contó que estaba harta y que quería cerrar la marca, terminar con ella.

Su frase fue “quiero dejar de aportar objetos no necesarios al mundo”.

No se ha vuelto loca, está haciendo un máster de filosofía y lleva un tiempo estudiando las contraindicaciones de la abundancia.

La abundancia.

¿Cómo describirían en wikipedia la abundancia?

La verdad es que no lo sé.

Pero sí que sé que yo la describiría como: el miedo irracional del ser humano a dejar de tener la posibilidad de poseer un objeto.

Miedo irracional.

Nadie nunca ha conseguido demostrar que, acumulando objetos, se es más feliz.

Dejar de tener la posibilidad de poseer un objeto.

Causa principal de la sobreproducción de todo a nivel mundial. Que el ser humano no se quede sin algo.

Yo me he quedado sin un vestido para la boda de mi primo. Así tal cual.

¿Que qué he hecho?

Nada.

Estoy dejando que pasen los días.

Grave no es.

Y merecedor de un ataque de ansiedad que me lleve a comprar tres vestidos que seguramente no me ponga y que terminaré acumulando, tampoco.

Así que, de momento, como siento terror ante la abundancia de vestidos innecesarios en mi armario, he optado por vivir tranquila en la escasez.

La tranquilidad en la escasez es la consecuencia directa de la sostenibilidad emocional.

¿O es al revés?

Ya veremos.