En su última colección presentada en Milán a finales del pasado febrero, Emporio Armani logró acaparar titulares, no solo gracias a los diseños desvelados sobre la pasarela, sino también por un detalle que no pasó desapercibido para el mundo de la moda: algunas de las modelos sonrieron mientras desfilaban. La invitación al show, una imagen de Noemi Nitzler con una gran sonrisa (la misma fotografía, tomada en los años 90, que presidía la pasarela), ya adelantaba algo de lo que se vería después. Desde hace años, la presencia de sonrisas en la pasarela es del todo anecdótico, por eso este hecho insólito llamó tanto la atención. Sin embargo, hubo un tiempo en el que era habitual justo lo contrario: presumir de dentadura perfecta mientras las tops desfilaban con las novedades ideadas por los diseñadores para cada temporada.

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Modelos sonriendo en el desfile otoño-invierno 2023-2024 de Emporio Armani

Las supermodelos que reían al desfilar

"A finales de los ochenta y en los noventa no había coreografías complejas ni se exigía de las modelos una pose especial, se buscaba empatía y positividad", explica Carlos Sánchez de Medina (@historia_de_la_moda), divulgador e historiador del arte especializado en indumentaria, sobre aquellos años de sonrisas y desenfado originados poco antes del bum de las supermodelos. En la década de los noventa, cuando el fenómeno de las supermodelos alcanzó su cenit, los grandes nombres de la moda mostraban su lado más risueño. Basta con echar un vistazo a las apariciones de Claudia Schiffer, Naomi Campbell o Linda Evangelista en los desfiles de Chanel de hace tres décadas. En un momento dado, las modelos más codiciadas y cotizadas de la industria adquirieron el estatus de superestrellas y empezaron a eclipsar con su carisma los diseños ideados por las casas de moda para las que trabajaban.

¿Por qué se dejó atrás ese carácter lúdico de la moda y se impregnó todo de un halo de seriedad? Como explica, Sánchez de Medina, "el propio estilo de las modelos empezó a pesar a ciertas marcas. Todas ellas llamaban la atención con tal protagonismo que a la larga las firmas llegaron a la conclusión de que su belleza y atracción restaban peso a la propia marca". Como consecuencia "los directores de casting empezaron a apostar por modelos más sencillas que no llamasen la atención y las coreografías empezaron a ser más estrictas, duras y rápidas, pareciendo las modelos casi mercenarias hieráticas que no empatizaban con los espectadores en nada. Todo esto ocurrió con el cambio de siglo y se acentuó, podríamos decir de forma romántica, con la muerte de McQueen, momento en que ninguna marca apostó por una moda-espectáculo", puntualiza el experto.

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La top Linda Evangelista en el desfile de Chanel Alta Costura primavera/verano 1990-1991.

El cambio de milenio trajo consigo además nuevos cánones de belleza y otra forma de consumir ropa, motivada por la globalización y la democratización de la moda. La pasarela se mantenía como el reducto de la exclusividad, donde las grandes firmas daban a conocer las propuestas solo al alcance de un grupo minoritario de la sociedad. Las modelos preservaban esa atmósfera de exclusividad. La cercanía de algunos shows de los noventa desapareció y el aire regio se impuso en la pasarela a través de miradas serias, rostros pétreos y actitud distante. Una tendencia que se mantiene hasta nuestros días. Iconos como Victoria Beckham personifican a la perfección ese nexo entre moda y seriedad, algo explotado de forma activa por la británica desde sus tiempos de Posh Spice. Prueba de ello es la camiseta que lució hace unos años, una prenda viral que también desvelaba el particular sentido del humor de la británica y donde se podía leer "Fashion stole my smile" (La moda me robó la sonrisa).

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starzfly/Bauer-Griffin//Getty Images
Victoria Beckham en marzo de 2017 con la famosa camiseta "Fashion stole my smile" ("La moda me robó la sonrisa").

Desfiles como el show-espectáculo de Victoria's Secret (de regreso cuatro años después de su última edición), fue durante años la excepción que confirmó la norma. El emblemático desfile de la firma de lencería instaba a las modelos a sonreír sin cesar, lanzar besos al público y hacer guiños a la cámara, algo inimaginable en cualquier otro desfile de la industria, con contadas excepciones. "Las marcas más rompedoras como Vetements o Balenciaga (tan vinculadas) parecen querer pura frialdad en las pasarelas… incluso agresividad o violencia… Pero otras otras muchas están relajando hacia la empatía, lo ha hecho Armani ahora, pero Viktor&Rolf y Moschino lo han hecho ya en varias ocasiones. Creo que es cuestión de tiempo que la teatralidad vuelva a las pasarelas y con ella el gusto por la sonrisa", vaticina Sánchez de Medina. Permaneceremos atentas en las próximas temporadas de desfiles para ver si se consolida poco a poco el cambio de corriente.