No es de extrañar que los ciudadanos de a pie nos muramos de envidia (o de curiosidad, al menos) cuando a una celebridad le piden matrimonio habiendo alquilado un estadio entero (en el caso de Ye/Kim Kardashian, el de béisbol AT&T Park) o cuando sus citas consisten en cenas románticas en restaurantes con estrellas Michelín a los que llegar no mediante Uber, sino país gracias a un jet privado (esa la fue la forma en la que celebraron San Valentín Chrissy Teigen y John Legend hace dos años). Lo que en cambio sí resulta curioso es que aquellos que lo tienen todo se empeñen en jugar a ser gente normal… Algo que no gusta a todo el mundo, por cierto.

Es el caso de una actriz casi tan odiada como Anne Hathaway, Gwyneth Paltrow, que en su incesante intento por hacernos creer que es una diosa doméstica a la que le preocupa un estilo de vida saludable cercano, que quiere que compartamos con ella a través de sus recetas (cuyos ingredientes requieren de una agente de CSI o del mismísimo 'Rastreator' para ser localizados) y recomendaciones, hace que muchas personas piensen que lo que nos propone es una versión vendible y 'brandeada', que no cercana, de sí misma. Se trata de una comodificación en la que muchas celebridades han caído ante el furor de las redes sociales, que han se han encargado de sustituir en muchos casos a los relaciones públicas a la hora de comunicar su día a día y sus noticias. La ausencia (aparente) de intermediarios nos ha hecho creer que los famosos son (casi) como nosotros, pero hay que desconfiar tengo de esta cercanía como del hashtag #nomakeup

Hay quienes saben que viven en un universo tan privilegiado que se niegan a ocultarlo (Cardi B jamás ha intentado maquillar el que su hija reciba bolsos Birkin, relojes Richard Millie de 250.000 dólares o 50.000 dólares en efectivo en sus cumpleaños), pero también están los que quieren jugar a ser normales. Ese intento puede resultar dañino, pues Jennifer Lawrence jugó durante mucho tiempo a ser una chica normal que había terminado siendo famosa sin pretenderlo. Sin embargo, no hizo falta dejar macerar este intento gastronómico pop demasiado para que los ‘haters’ se le echaran encima y le acusaran de estar siempre interpretando un papel destinado a generar cariño y empatía, cuando lo cierto es que se trata de una de las actrices mejor pagadas de Hollywood.

Bodas 'petit comité'

De Jennifer Lopez y Ben Affleck esperábamos una boda ostentosa y opulenta capaz de hacer de la Superbowl un encuentro anodino, pero la pareja nos ha sorprendido con una boda ‘low profile’ en la concurrida Little White Wedding Chapel de Las Vegas.

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“Exactamente lo que queríamos. Anoche volamos a Las Vegas, hicimos fila para obtener una licencia con otras cuatro parejas, todos haciendo el mismo viaje a la capital mundial de las bodas’, ha explicado JLo en el comunicado… Porque por más que quieras jugar a ser una más, si te casas y eres Jennifer Lopez, nadie te libra de un comunicado. ‘Sorry, Jen’.

Por su parte Ben Affleck ha compartido un vídeo en el que se cambia en el baño de la capilla, un gesto con el que intenta presumir de ser “un hombre enamorado más” que no necesita celebraciones nupciales de tres días y cinco vestidos (a lo Paris Hilton) para demostrar su amor. Esa fórmula cada vez es más habitual entre las celebridades, pues Lily Allen y David Harbour se casaron en Las Vegas junto a un imitador de Elvis y disfrutando de hamburguesas de In-N-Out.

Kim Kardashian, cansada de las citas extravagantes que tenía con Ye (el rapero, en su segundo encuentro con Julia Fox, le preparó una suite llena de ropa para ella) ahora compagina sus viajes paradisiacos junto a Pete Davidson con quedadas en pizzerías de toda la vida (eufemismo de "cutres") y tardes en el parque de atracciones. En sus citas iniciales llevaba la normalidad hasta el punto de prescindir de sus looks de Balenciaga, firma de la que es imagen y para la que desfila, mientras que él salía prácticamente en pijama, dejando claro que acostumbrados a verse obligados a hacer de sus cas… mansiones sus oasis para tener citas alejadas de las miradas públicas, decidieron darle la vuelta a todo y apostar por la normalidad más extrema, llegando a pedirse conos de helado de su Rite Aid local o yendo al cine de Staten Island pese a que ambos tienen sus propias salas de cine en casa, donde las productoras incluso les organizan visionados especiales.

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Kim Kardashian y Pete Davidson jugando a ser normales. (Instagram)

Lo que nos chirría es que entre pizza y pizza, en sus redes Kim muestre fiestas con las que celebra los cumpleaños de sus hijos como si fueran Coachella, por lo que al parecer, la necesidad de sentirte normal solo emerge cuando llevas décadas siendo una privilegiada. De momento, los niños no necesitan tener los pies en el suelo, aunque quizás a los 40 años, se pasen por el Taco Bell…

Este tipo de comportamiento nos recuerda a ese sábado loco en el que te haces con uno de esos pases de ‘pool day’ en un hotel de lujo con los que sentirte durante unas horas una estrella… La diferencia radica, eso sí, en que cuando se cumple el toque de queda, te topas con tu calabaza, mientras que ellos regresan a su mansión en su Lamborghini tras haberse tomado un McFlurry.