«Estoy en un momentazo. Agradezco todas las cosas que me pasan, las dolorosas en especial, porque son las que más te hacen aprender», afirma sonriente María de los Ángeles Rozalén Ortuño (Albacete, 1986), bautizada artísticamente como Rozalén. Esta declaración cobra más sentido cuando uno sabe el vaivén sentimental por el que ha transitado la artista en estos últimos cuatro años. «He perdido a seres muy queridos, a mi padre y a mi abuela, he vivido de cerca la enfermedad, he tenido rupturas, enamoramiento... Muchas cosas ligadas a lo sencillo de la vida, pero que, sin duda, son lo más importante», cuenta. Y, con su generosidad habitual y esa forma tan suya y bella de cantar su vida, da un paso más en la habilidad para poner en palabras los sentimientos en su nuevo disco, El abrazo, que acaba de ver la luz y que la cantautora castellanomanchega llevará a los escenarios de toda España durante los próximos meses, con varios shows con el cartel de No hay entradas ya colgado. ¿La primera parada? El 18 de mayo, en Badajoz. «Llevo un año y medio sin girar, así que imagínate lo que me apetece. Cuento los minutos (risas). Sólo hice cinco conciertos puntuales el pasado julio con Matriz (un capricho en forma de disco, que publicó en 2022, coincidiendo con el décimo aniversario de la salida de su primer álbum, y con el que rindió su particular homenaje a la música tradicional de la península ibérica acompañada de otros artistas como Benjamín Prado, Rodrigo Cuevas, Silvia Pérez Cruz o Tanxugueiras). Tengo mono de escenario, de mi banda, que son mis colegas, y de la entrega con el público, porque sé que vamos a vivir cosas emocionantes».

rozalen x elle
add Mario Sierra
Traje de chaqueta de Maksu, chaleco de Zara y botas de It Shoes.

Rozalén no es de las que se esconde tras un personaje, de las que pone filtros a sus sentimientos u oculta sus mensajes tras códigos indescifrables. Sus letras son sinceras, transcripciones de pensamientos y situaciones cotidianas que han hecho que miles de personas conecten con ellas y sientan que su propia vida pasa ante sus ojos al escucharlas. Quizás tenga algo (o mucho) que ver su formación en Psicología (acabó la carrera y tiene un máster en Musicoterapia). Pero si la ganadora de un Goya, del Premio Nacional de Músicas Actuales 2021, de cuatro Discos de Oro, de dos de Platino, con tres nominaciones a los Latin Grammy y un sinfín de reconocimientos y alabanzas a lo largo y ancho del planeta había conseguido convertirse, con sus anteriores cinco álbumes de estudio, en la trovadora del siglo XXI para muchos, ahora, con sus vivencias y la devoción a sus orígenes una vez más como fuentes de inspiración de las 13 canciones que forman El abrazo, da un salto de gigante para que esas voces y corazones que la cantan y celebran se multipliquen. «El abrazo es el gesto de cariño por excelencia, de amor universal. En este disco no quería fuegos artificiales, porque lo que necesito son abrazos, y cada canción representa uno. Hay muchos afectos, de muchas formas, y menos canción social, que igual es lo que más sorprende», explica. Aunque su compromiso con las injusticias y desgracias que suceden a su alrededor, de las que siempre ha hablado claro y la han hecho ser una especie de verso suelto en la industria, están latentes en esta obra. Porque, como la música, es algo que siente desde niña. «La primera canción que escribí, con 14 años, hablaba de inmigración, de un viaje en patera. Y fue por una noticia que vi en la tele y me marcó. Siempre me ha preocupado lo que me rodea», reconoce.

"Mi padre siempre me decía que mi éxito dependería de que nunca olvidase de dónde venía"

Viajar a su infancia es para ella cada vez más habitual. «En este disco aparece esa melancolía, pero porque fui muy feliz, y porque me hace estar conectada con lo que soy y con lo que fueron mis antepasados. Mi padre siempre me decía que mi éxito dependería de que nunca olvidase de dónde venía, de que siempre estuviese orgullosa de mi pueblo y de ser de una familia pobre y humilde, a la que le costó mucho conseguir lo que tenía», cuenta emocionada y satisfecha. Puede estarlo, porque, sin duda, su carrera ha sido un homenaje a su tierra natal (hasta en su propia piel, en la que lleva tatuada un olivo) y un ejemplo de esfuerzo y sencillez, desde los primeros conciertos que dio en la época universitaria en las calles y los bares de Albacete y Murcia, hasta que llegó la fama, que se coció a fuego lento. «Al acabar la carrera, me di cuenta de que mi tiempo en Murcia había terminado. Llevaba años haciendo conciertos allí, les debo todo. Pero descubrí la musicoterapia y dije: “Mis dos pasiones juntas”. Me vine a Madrid, en 2010, a estudiar un máster y a trabajar de mil cosas en las que me pagaban 5 euros la hora, y empecé a cantar en el circuito de canción de autor. Primero venían a verme 10, luego 20, luego 40... hasta que se empezaron a llenar los barecillos en los que tocaba. El primer disco lo grabé de forma independiente y saqué el videoclip de 80 veces con Bea (la intérprete de lengua de signos que la acompaña en todos sus conciertos). Y recibí llamadas de todas las discográficas, de varios managers y dije: “Ojo, que están pasando cosas”. Pero, hasta el tercer álbum, no fue cuando me empezó a conocer más gente. Los primeros años me costaba mucho pagar el alquiler de la habitación en el piso compartido de Madrid. Hasta que pude vivir desahogada pasó mucho tiempo. Todo ha sido muy progresivo», afirma. Por eso, lo que está viviendo sabe aún mejor. «Soy una curranta, eso nadie lo puede negar. Y, además, ahora estoy más disfrutona que nunca», añade.

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add Mario Sierra
Jersey estampado, vestido largo y bailarinas destalonadas, todo de Etro.

Desde sus comienzos, como mujer, ha tenido que lidiar en la industria musical con las diferencias de género. «Siempre tienes que demostrar que vales. Y he tenido el paternalismo de mis compañeros alrededor. Me decían cómo podía mejorar mi frase, hacer mejor el sonido, y hasta que no daba el OK un hombre, no era válido. Y aunque las cosas están cambiando, sigue ocurriendo», explica. Para muchos, al hablar de estas y otras muchas situaciones que viven las mujeres en su día a día, Rozalén es un paradigma del feminismo. «He hecho canciones que otros han convertido en algo importante, pero yo no me siento referente de nada. Soy una recién llegada. Lo que hago es que canto mi vida, y como soy mujer, escribo desde esa perspectiva. Yo soy sólo un canal. Algunas me dicen: “Es que me salvaste la vida”. No, te la salvas tú. El aplauso te lo mereces tú. Yo no soy la importante, sigo aprendiendo y mejorando. Y lo que me está enseñando el feminismo es que juntas sale mejor», asegura. Sabe que hablar sin tapujos le ha podido alejar de algunas personas, pero también acercarla a muchas otras. Y no entiende que alguien pueda dejar de disfrutar de un artista por unas declaraciones o una etiqueta. «Qué pena que por unos prejuicios te pierdas algo que te puede emocionar. Tengo muchos compañeros que no piensan para nada igual que yo, y no me los pierdo por nada. Ojalá nos fijásemos más en lo que tenemos en común que en lo que nos separa», dice.

Aunque no es de las que airee su vida personal, es inevitable que a veces se hable públicamente de ella, y no le importa. «Salvo cuando se inventan cosas y mienten. Y, encima, no puedes contestar para evitar que la bola se haga más grande. Es lo que más trabajo con mi psicóloga, porque es lo que peor llevo», asegura. Estos últimos meses, ha hecho de autoterapeuta en muchas ocasiones para convertir toda la vorágine de sentimientos que tenía en los temas de su nuevo disco. ¿Un ejemplo? Todo lo que amaste, el abrazo en forma de letra que le dedica a su padre. «Me encerré cuatro días en casa, me puse su ropa, lo llené todo de velas y de sus fotos. Lloré y reí sin parar. Fue precioso», confiesa. Por momentos como este, el proceso de creación de este disco ha sido absolutamente catártico, y el directo lo será también. Por delante, 25 fechas ya confirmadas. «Ahora me entrego totalmente a mi oficio y, cuando acabe esta gira, igual sí que llega el momento de parar. Tengo 37 años, así que si quiero ser madre, como nos pasa a todas las mujeres por desgracia, hay una época determinada para poder serlo de manera natural. Pero si llega, bien, y si no, a seguir tan feliz-». Y así será, porque María Rozalén vive sin ambiciones. No busca llenar estadios ni ser la cabeza de cartel de las grandes citas musicales. «Sólo quiero que nunca me falten canciones. De esa manera todo estará bien», afirma. Eso y una vejez en el campo, cantando y cocinando en un pueblecito para unos pocos. Amén.

*Maquillaje: PEDRO CEDEÑO (NS Management) PARA DIOR. Peluquería: PEDRO CEDEÑO (NS Management) PARA L’ORÉAL PROFESSIONNEL. AGRADECIMIENTOS: MERCADERLAB by Emilio Mercader.