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Cuentan la leyenda, los cuñados y los listillos que comprar una casa es invertir mientras que alquilar es tirar el dinero. Pero no siempre es así. Tampoco es verdad que los compradores son unos retrógrados que no han sabido adaptarse a la vida moderna. La realidad es que unas veces tiene más sentido alquilar y otras comprar. Lo importante es saber cuándo.

La vivienda no "sube siempre"

Aunque cueste creerlo, a largo plazo, la vivienda rara vez es la inversión más rentable. Cierto es que, en ciertas zonas y en determinados momentos, sobre todo en épocas de mucha inflación, una casa puede ser una buena inversión, pero no es la norma.

Otro dato a tener en cuenta es que no suele recuperarse todo el dinero que invertimos en reformar una casa. A ojo de buen cubero, el precio de una vivienda suele subir como mucho el 70% de lo invertido en la reforma.

Pero, ojo, que tu casa no resulte ser una gran inversión no significa que no fuera una buena compra.

La vivienda es un gasto; diría más, para el común de los mortales, es el gasto más importante y cubre muchas de nuestras necesidades más básicas: disponer de un techo bajo el que cobijarnos para no vivir con la suegra, mantener una temperatura corporal agradable, tener un rincón digno de inmortalizar en Instagram —la lista es eterna—.

Nuestra casa influye tanto en nuestro estilo de vida que no deberíamos verlo como una inversión, sino como lo que es: algo en lo que merece la pena gastar sin necesidad de convertirnos en un magnate inmobiliario.

Pero, si compro, ahorro…

Sí y no. Si compramos con dinero que ya tenemos (la parte de la entrada por ejemplo) no es que lo ahorremos, ese dinero ya lo teníamos, es que evitamos gastarlo (o invertirlo) en otra cosa. Y del dinero que pedimos al banco, los intereses son directamente un gasto y la parte de la cuota con la que amortizamos el préstamo no será un ahorro hasta que no compensemos los gastos de la compra (aproximadamente el 10-12% del valor de la vivienda, más si hay que pagar a una agencia), y los años de derramas y pequeñas reformas, gastos de comunidad, IBIS, seguros y demás impuestos y gastos asociados a una vivienda en propiedad que no tendríamos en una casa en alquiler.

Indoor life portrait of a young Asian woman
MOAimage//Getty Images

La regla de oro: comprar a largo y alquilar a corto

En general, si no hablamos de chollos manifiestos o de ciertas zonas que pueden sufrir revalorizaciones puntuales, si tienes que pedir prestado el dinero, comprar compensa a largo plazo pero no a corto; porque los gastos asociados a la compra y los intereses en los primeros años de una hipoteca suelen ser más caros que un alquiler equivalente.

El horizonte exacto en el que empieza a compensar comprar depende de cada caso particular pero, para hacernos una idea, suele estar entre cinco y diez años.

Es decir, a menos que pienses vivir en una casa más de cinco años, seguramente gastarías menos dinero alquilando que comprando.

Lo importante es vivir en una casa que nos podamos permitir

Hay un consenso bastante extendido que nos dice que, para llegar holgado a fin de mes, lo financieramente razonable es gastar en vivienda aproximadamente un tercio de los ingresos netos.

Teniendo esto en cuenta, muchas veces podemos alquilar una casa que no podemos comprar. Además, en el caso del alquiler, no es necesario tener tanto dinero ahorrado de antemano para la entrada.

Saving for Rent
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Alquilar, menos gastos y más claros

Asimismo, el propietario de una vivienda tiene más obligaciones y, por ende, más gastos: de comunidad, el IBI, las reparaciones, costes de mantenimiento...

Como inquilino, si hay una humedad, llamas al casero y te lavas las manos.

Si las cosas van mal o nos ofrecen un trabajo estupendo en otra ciudad, es mucho más fácil hacer las maletas y cambiarse de una casa de alquiler. La vivienda no es un bien particularmente líquido y puede resultar un lastre.

Alquilar nos permite también diversificar e invertir nuestros ahorros en otras cosas que pueden ser más rentables que una vivienda.

Flexibilidad o estabilidad, esa es la cuestión

La flexibilidad que nos da el alquiler es un arma de doble filo porque dependes del propietario que puede subirte el alquiler, reconvertir la vivienda o venderla. Esto, con los colegios de los niños y otro sin fin de ataduras, puede suponer mucho estrés.

Para más inri, mudarse es caro y tampoco tienes la libertad de reformar la casa a tu gusto.

Además, mucha gente que se siente cómoda comprando una casa no se atrevería a embarcarse en otro tipo de inversiones y, teniendo en cuenta las deducciones fiscales y que el dinero ahora mismo está barato, comprar puede ser una buena forma para hacer hucha.

Porque, con la edad, la cosa, como la tersura de piel, cambia. Pasados los los cuarenta, hay que empezar a pensar en la jubilación, y tener una casa pagada es una ventaja clara.

No quiere decir que no nos podamos plantear alquilar a largo plazo pero en tal caso hay que ser más disciplinado y tomar medidas para asegurarnos de que nuestros gastos van a estar cubiertos cuando nos jubilemos.

Flexibilidad sí, pero con cabeza

Además, según nos acercamos a la temida jubilación el acceso a la vivienda en propiedad se complica un poco porque los plazos de las hipotecas que podemos pedir son más cortos y, por tanto, las cuotas que tendremos que pagar más altas.

Alquilar y comprar, rizando el rizo inmobiliario

Existe una tercera posibilidad para seguir de alquiler pero no quedarse fuera del mercado inmobiliario que es alquilar nuestra vivienda habitual y comprar otra para alquilar a un tercero. Esto para gente como la que suscribe con familias muy numerosas o que vive fuera de España pero a largo plazo piensa volver o que, por las razones que sea, vive en zonas particularmente caras puede ser la mejor opción.

Al final, es una decisión emocional además de financiera, y está bien que lo sea.