Imagina que de repente decides pasar un año en una isla desierta (que no te extrañe que en cualquier momento inventen el #islandchallenge🌴 ). Imagina también -puestos a imaginar- que tienes que decidirte por un sólo alimento. El agua lo ponemos nosotros.

Puedes elegir entre:

A. Brotes de alfalfa

B. Maíz

C. Perritos calientes

D. Plátanos

E. Melocotones

F. Chocolate con leche

G. Espinacas

¿Qué elegirías?

Ojo con lo que decides, que de ello depende tu supervivencia.

Esta misma pregunta se la hizo el psicólogo Paul Rozin a un grupo de personas y las respuestas fueron las siguientes:

- Un 42 % de los encuestados eligieron los plátanos.

- Un 27% optó por las espinacas.

- Un 12% eligió el maíz.

- Un 7% se decantó por los brotes de alfalfa.

- Los melocotones fueron elegidos por un 5% de personas.

- El 4% eligió los perritos calientes.

- Sólo un 3% de golosos optaron por el chocolate.

Pues atención porque la supervivencia en esta isla tan sólo estaría garantizada para un 7% de personas. Es decir, para aquellos que eligieron los perritos y el chocolate.

En la era en la que estamos obsesionados por lo saludable, lo "sano" y lo que es "bueno para la salud", resulta que estos alimentos, casi prohibitivos, son una auténtica reserva de grasas y carbohidratos para el cuerpo. Vamos, que son perfectos para sobrevivir en una isla desierta. Repetimos: para SOBREVIVIR en una isla desierta… no para adelgazar en la vida real.

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Casi la mitad de los encuestados se decantaron por los plátanos y, aunque no iban mal encaminados, no estaban del todo en la mejor opción. Los plátanos son ricos en L-triptófano, uno de los responsables de la serotonina -la hormona del bienestar-. Con ellos notarías una mejoría en el estado de ánimo, pero no serían de gran ayuda en la tarea de la supervivencia.

Las espinacas, que también salieron bien paradas en el estudio, tampoco serían la mejor opción por muy saludables que sean. Y es que aquí lo que es saludable, no nos ayudaría a sobrevivir. Es decir, las etiquetas 'healthy', pierden sentido.

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El estudio pone en evidencia otro debate: por qué se etiqueta automáticamente a la grasa como "mala".

Durante décadas, numerosos expertos, nutricionistas e investigadores se han lanzado a investigar sobre qué hay de cierto en eso de que existen determinadas fuentes de grasa saturada que son totalmente compatibles en dietas "saludables".

Es más, hay quien afirma que ha logrado perder peso cuando no estaba a dieta, comiendo de todo.

Sally Fallon tiene su particular visión sobre ello. La polémica autora de 'Nourishing Fats' defiende desde su postura que el concepto de "lo saludable" va unido a un consumo generoso de proteína animal y, en especial, de aquellos criados al aire libre. Va más allá: carnes rojas y casquería hasta en el desayuno. También apuesta por el queso crudo y afirma que el yogur graso -sin azúcar-, es un auténtico elixir.

Se atreve también a desafiar al 'green team' diciendo que "las grasas vegetales, envejecen".

Pero volvamos a la ciencia y dejemos a Fallon con sus hígados y riñones.

En 2016, la revista Circulation experimentó con 3.333 adultos a los que varió sus dietas, dividiéndolos en dos grupos. Dos décadas sirvieron al estudio para concluir que los que consumían más grasas lácteas tenían la mitad de la tasa de diabetes que el otro grupo.

Tres años antes, en 2013, un meta-análisis de 16 estudios realizado por el European Journal of Nutrition concluyó que la ingesta de productos lácteos altos en grasa -leche entera, por ejemplo-, va asociada a un menor riesgo de obesidad.

Y por si fuera poco, otros tres años antes, en 2010, otro experimento defendió a las grasas. Fue un estudio de Archives of Internal Medicine que concluyó tras seguir las dietas de 146 personas que el grupo que seguía una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas experimentaban una caída mayor de la presión sanguínea en comparación con los que seguían una dieta alta en grasas.

Pero volvamos con Rozin, el psicólogo con el que abríamos este artículo. La grasa parece haberse convertido en el veneno del siglo XXI. La evitamos y sorteamos entre pena y sufrimiento. Y a la palabra "grasa" le sigue siempre la expresión "fuerza de voluntad". Y todo esto, sabiendo que las grasas son absolutamente imprescindibles para sobrevivir.

Y luego está Michael Pollan, que seguramente te caiga tan bien como a nosotras, que afirma en su libro 'El detective en el supermercado' que: "después de treinta años de recomendaciones dietéticas, estamos más gordos, más enfermos y peor alimentados. Este es nuestro dilema".

Pues sí, ese es el gran dilema. ¿Grasas? Sí, pero con moderación. Cuanto menos procesadas, mejor. Y sobre todo, si vas a una isla desierta, no las olvides. Además de vivir, estarás mucho más feliz que sentada bajo una palmera con un puñado de brotes de alfalfa.