Hace muchos años, cuando tendría unos cinco, recuerdo que mi abuelo me llevaba a un bar del barrio de salamanca de Madrid llamado Charlot. Las mejores croquetas o más bien croquetones que he probado en mi vida, y de eso han pasado 35 años. Proust no es nadie narrando el olor de la magdalena a través de la vitrina si compite con las reminiscencias de mi croquetón.

Charlot era el personaje que interpretaba Charles Chaplin. De Charlie, siempre me han fascinado sus pantalones de pinzas de tiro alto y corte sastre.

En mi persecución de una vida emocionalmente más sostenible, eso sí de forma orgánica, ya que es un proceso que empezó hace tres años y los cambios en los diferentes ámbitos de mi vida, van surgiendo poco a poco; les ha llegado el turno a los pantalones.

Los pantalones no le caen a todo el mundo igual. Parece la frase de una canción del extinto grupo Pereza.

Observe la lectora, que he escrito caen y no quedan. Que los pantalones no le quedan igual a todo el mundo, es obvio, si no fuese así, mis cursos no existirían y todo lo que enseño no tendría ningún sentido.

Lo de la caída es otro tema.

Antes de continuar, permíteme contarte uno de mis mayores secretos, no me gusta el elastano en los pantalones. No le queda bien a nadie porque desvirtúa las siluetas y sino que se lo pregunten al señor Lewis cuando los vaqueros los hacía él.

Para que entiendas bien lo que es la caída de un pantalón, imagina que tus pantalones tuviesen mucho tiro y te quedasen grandes. Si levantases el pantalón sujeto por las trabillas del cinturón hasta flexionar los codos como si fueses una gallina y parecieses cantinflas, y de repente soltases ambas trabillas a la vez, el pantalón caería y se quedaría encajado allá donde tu cuerpo, en este caso tu tronco inferior, mande.

Si pese a respetar su caída, te sigue sobrando tejido por detrás en la cinturilla, entonces, debes arreglar ese sobrante porque si no el pantalón nunca va a quedar encajado.

Esta es una de las consecuencias de eliminar el elastano de tu vida, es probable que para que una prenda te encaje, debas arreglarla y adaptarla a tu cuerpo. Es normal, seguimos sin ser todas iguales, pero ya verás lo que te gusta el pantalón cuando lo hayas arreglado y adaptado a ti. Mucho más que el resto de tus pantalones, palabrita.

Un pantalón, por mucho que tenga un determinado patrón y también por mucho que lo arregles, a ti te caerá a la altura de la cintura de una forma diferente que a tu mejor amiga de la guardería.

En mi caso, por ejemplo, no hay forma humana de conseguir, por mucho que apriete el cinturón más de lo que a Maria Antonieta le apretaban el corsé; que el pantalón me quede por encima del ombligo. A mí el pantalón me cae justo a la altura del ombligo.

Sin embargo, hay mujeres que consiguen estancar el pantalón justo debajo de las costillas y otras que tienen difícil que no se les resbale hasta las crestas iliacas (huesos de la cadera).

Es normal.

Debes respetar esa caída sin forzarla.

Respeta la caída del pantalón en tu cuerpo sin forzar ni hacia arriba ni hacia abajo, pero el tiro siempre cómpralo alto. ¿Por qué? Porque un tiro bajo no te llegará nunca a la cintura y te marcará los flancos y eso lejos de quedar bien, también desvirtúa tu silueta.

Tiro alto, caída adaptada a tu cuerpo y chaquetita torera, un sombrero y un bigote negro para comerte la vida como si fuese un croquetón.