En muchas ocasiones nos sentimos tristes cuando alguien está pasando por un mal momento, y viceversa: compartimos alegría con una buena noticia ajena. La empatía es innata en los humanos (y en la mayoría de los mamíferos), independientemente de los condicionamientos religiosos o culturales.

Al crear un vínculo afectivo con otro ser producimos oxitocina, la hormona de las interacciones sociales positivas, que tiene como efecto, entre otros muchos, disminuir el miedo e incrementar la confianza, la empatía y la generosidad.

Hacer el bien contribuye a la salud mental y física. Numerosos estudios científicos han demostrado que una conducta voluntaria y beneficiosa para los demás produce unos cambios bioquímicos y anatómicos en el cerebro que aumentan nuestra sensación de bienestar y felicidad. Vivir y actuar de manera compasiva no es fácil en una sociedad basada en la competencia y el éxito personal.

El concepto ancestral del karma yoga, la acción desinteresada, nos recuerda que podemos hacer y dar sin esperar nada a cambio, cultivando una actitud altruista. Se puede dar tiempo, atención, cariño, apoyo, intención o lo que uno tenga...