Fue a principios de marzo del año pasado. Las noticias que llegaban de todas partes del mundo no eran en absoluto halagüeñas, pero cuando nuestros vecinos los italianos decidieron confinarse, nos dimos cuenta de que eso del coronavirus era algo importante y que los siguientes en la lista éramos nosotros.

Entonces empezaron los saqueos en los supermercados. ¿Quién no recuerda la dificultad de encontrar papel higiénico? Parecía una broma, pero la gente se llevaba los rollos como si no hubiera un mañana. Luego llegaron la levadura y la harina cuando a todo el mundo le dio por hacer pan y, finalmente, el alcohol: era prácticamente imposible llevarse una lata de cerveza de ninguna parte.

Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, durante el mes de marzo de 2020 la compra de bebidas espirituosas se incrementó un 24,7%, de los cuales un 22% corresponde a la cerveza y un 2% al vino y sus derivados. No obstante, el informe 'Encuesta web Europea Alcohol y COVID 19', publicado en julio de 2020 por el Ministerio de Sanidad, señala que la mayoría de los entrevistados han reducido o mantenido el consumo de alcohol: "El 39,4% declaró haber reducido su frecuencia de consumo, el 40,2% redujo el número de bebidas en cada ocasión y el 41,9% realizó un menor número de episodios de consumo intensivo", asegura.

Algo de daño ha debido hacer en nuestra cultura la idea de que "los duelos, con pan vino son menos" y la costumbre de tomarse un vinito por la noche. Pero está claro que, si salvamos el papel higiénico y las habilidades como panaderos, cuando estamos pasando una mala etapa tendemos a castigarnos como si no hubiera un mañana: tabaco, alcohol, drogas... ¿Beber para olvidar?

La psicoterapeuta Marisa Navarro lo tiene muy claro. Para ella, el consumo de alcohol en momentos difíciles es una manera de evadirnos, de mirar hacia otro lado: "No lo solemos ver como un castigo, sino como un premio, un divertimento, y ahí está el problema". Algo en lo que coincide José Antonio Molina, doctor en Psicología y experto en adicciones, quien añade que nuestra cultura ha asimilado a través de películas y series a matar las penas con alcohol. Pero cuando terminemos, tendremos dos problemas, explica: "El problema inicial no se quita, solo lo habremos tapado un rato y tendremos otro más, vinculado a las consecuencias de haber bebido".

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Hulton Archive//Getty Images

Jordi Royo es doctor en psicología especializado en adolescentes y director clínico de Amalgama7, un centro especializado en atender a jóvenes y sus familias. Nos recuerda que "el uso del alcohol y de otras drogas se produce porque existen, porque se comercializan, legal o ilegalmente, y porque se convierten en accesibles, al menos en el primer mundo". Los niños imitan el consumo de sus mayores, que se acercan a las drogas "como un recurso compensatorio para obtener placer o para mitigar el malestar de manera rápida".

Aparte de los chascarrillos y las noticias en prensa, ¿podríamos haber hecho algo durante la pandemia para controlar el consumo de alcohol? "La forma de intervenir siempre es la educación", asevera Marisa Navarro, quien cree además que podrían haberse reducido los mensajes catastrofistas y aumentar los de autocuidado. Royo echa mano del estudio 'Adolescentes, familias y Covid-19: convivencia o supervivencia' de Amalgama 7 en el que, entre otras conclusiones, antes del confinamiento, un 7,3% de menores consumían alcohol, cifra que aumentó al 8% en el confinamiento y ha seguido en alza hasta el 12% durante el fin del confinamiento y hasta la actualidad.

"Esta pandemia nos ha desequilibrado a todos de una u otra manera", dice la doctora Marisa Navarro, que reconoce que ha notado recaídas en sus pacientes "no solo con el alcohol, sino también trastornos de ansiedad, depresiones, alteraciones del sueño, trastornos obsesivos".

El director clínico de Amalgama 7 apunta una nueva tipología en el consumo de alcohol: "iniciación precoz del consumo en las chicas, aprendizaje de consumo entre el grupo de iguales, consumo concentrado en espacios de 'fiesta', consumos rápidos y en espacios de encuentro juvenil, consolidación de la practica del 'botellón', consumo de alcohol asociado a varios tipos de juego, aumento de la tendencia al policonsumo".

"Alcohol, alcohol, alcohol"

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Unas imágenes vergonzosas abrieron los telediarios del domingo 9 de mayo. Miles de personas acudieron la madrugada anterior al centro de las principales ciudades para festejar, cerveza en mano, sin mascarilla ni distancia social, el final del estado de alarma. Confundían final del estado de alarma con final de la pandemia, pero da igual: el resultado es sonrojante.

"En España, las celebraciones están muy asociadas al alcohol, algo que habría que ir cambiando en la población. Por ejemplo, en los eventos deportivos siempre acaban la celebración con botellas enormes de champán, situaciones de consumo de alcohol… y eso va calando en la población", explica José Antonio Molina. Algo similar opina Royo, que apunta que son adolescentes y jóvenes los que más asocian fiesta y alcohol: "A día de hoy, todavía no hemos sabido articular respuestas políticas, legales, sanitarias, sociales y educativas –en síntesis, preventivas– suficientes y lo bastante adecuadas", denuncia.

mandy rice davies, testigo del caso profumo, rodeada de copas de champan
Harry Dempster//Getty Images

Aparte de nuestra tendencia a relacionar fiesta y alcohol, parece que esa frase de "es bueno tomar una copa de vino/cerveza diaria" ha calado. Los expertos consultados coinciden en el ejercicio de 'marketing' realizado sobre el alcohol, una sustancia adictiva hacia la que la gente justifica su consumo. "Estamos infravalorando su enorme riesgo", subraya Molina.

Dejando al margen la pandemia, muchos factores pueden condicionarnos al consumo de alcohol. Lo primero, los entornos en los que nos movemos. También, según Marisa Navarro, "los factores emocionales, mentales y psiquiátricos pueden abocarnos a un mayor consumo de alcohol". El autor de 'SOS tengo una adicción' nos recuerda que hay componentes culturales; por ejemplo, "en la liturgia cristiana se celebra con el pan y el vino e incluso lo tenemos hasta en el lenguaje: '¿Quedamos para tomar una cerveza?'".

Además, como apunta Royo, "está considerado un producto de prestigio dado que sirve para 'afinar el paladar', 'degustar mejor las comidas', o simplemente 'quitar la sed' con la cerveza. Es un relato sólido al servicio de determinados intereses económicos".

Personalidades adictivas

En 2014, un estudio de la revista 'Alcoholism: Clinical & Experimental Research' sugería que la propensión al consumo de alcohol podría ser genética. Al parecer, una variación en el genoma hace que ciertas personas perciban más intensamente el sabor amargo, por lo que rechazaban bebidas espirituosas como la cerveza.

Pero quizás haya que adentrarse en la salud mental para averiguar más sobre esa predisposición. Dice José Antonio Molina que, en el campo de la investigación, existe mucha controversia, pero hay ciertas personalidades que podrían tender a un mayor consumo. "Rasgos de impulsividad, baja tolerancia a la frustración, atracción por el riesgo y tener cierto déficit en habilidades sociales", una descripción que comparte la doctora Navarro, quien añade que "no soportan demorar la gratificación, la quieren ya y son más propensas al estrés y a la ansiedad".

liz taylor tomando una copa junto con richard burton
The Graham Stark Photographic Library//Getty Images

Royo apunta que además "los seres humanos no experimentamos siempre, en el transcurso de la vida, la misma estabilidad emocional. Como no es igual las consecuencias del consumo de alcohol en un chico de buenos resultados académicos y familia estable a la del chico con fracaso escolar y dificultades familiares, lo podemos extrapolar a cualquier persona adulta que pasa un momento difícil en su vida o que tiene una evolución personal, familiar y social inestable".

Yéndonos al otro extremo, nos preguntamos si existe también una personalidad para la que sea más fácil dejar el alcohol. No existe, sino que se llama motivación y dentro de ella "el trabajo en la prevención de recaídas, el apoyo familiar...", como apunta Javier Royo. Como explica el profesor de la Complutense, "quien reconoce que el consumo le está generando un problema muestra una mayor disposición al cambio".

Los daños colaterales

Cirrosis hepática, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares: estos son algunas de las consecuencias físicas más habituales del consumo de alcohol, según la OMS. Pero esta adicción también afecta a la salud mental. El cuadro es importante: "Rasgos celotípicos –lo que lleva a conductas violentas y agresivas–y también factores neurodegenerativos", explica en primer lugar José Antonio Molina.

La lista sigue, es tremenda: según la doctora Navarro, en ella figuran "trastornos de ansiedad, agorafobia y fobia social, trastornos de pánico, trastornos obsesivo compulsivo, fobias de todo tipo, manía, trastornos de personalidad antisocial, trastornos depresivos y suicidios...".

Royo, el experto de Amalgama7, distingue según la cantidad de alcohol ingerido. Si es ligera, produce desinhibición, locuacidad, lentitud cognitiva y psicomotora...". ¿Un poco más? "Embriaguez, somnolencia, alteraciones en la memoria y en la percepción...". ¿Otro poco más?, ya hablando de sobredosis: "Coma etílico y riesgo de muerte por depresión respiratoria y cardiaca".

mujer tomando un cóctel en la piscina del hotel colony palm beach florida
Slim Aarons//Getty Images

Si este es el plan, y vivimos en un país donde la copita de vino y la cañita forman parte de nuestra cultura, y además lo primero que hacemos cuando se levanta el estado de alarma es beber, ¿no se debería intervenir? ¿No se avecina un problema nacional de salud? He llegado tarde a preguntárselo a los expertos, porque ellos ya lo tienen claro:

"Creo que ya es un gran problema, no solo por personas que desarrollan una dependencia sino por la cantidad de muertes derivadas del consumo, como accidentes de tráfico vinculados a alcohol, por violencia machista… cuestiones que genera el alcohol", señala Molina, autor también de '¿Qué hablo con mis hijos sobre drogas?' (Pirámide).

Para la autora de 'Las ruedas dentadas' (viveLibro), Marisa Navarro, el problema ya está ahí y se ve claramente en los jóvenes. Su propuesta pasa por "establecer planes educativos muy tempranos donde no tanto demonicemos al alcohol, sino ensalcemos otros tipos de diversión, donde éste no tenga que estar tan presente".

El caso de los jóvenes

Jordi Royo especifica que está disminuyendo la edad de inicio, que se consolida el consumo entre las chicas, que todo esto en el ámbito de menores de 18 años provoca muchos problemas que los políticos deberían contemplar como desmotivación escolar, abandono de actividades extraescolares o violencia filio-parental, pandillismo. "Si se cuantificaran los costes económicos, directos e indirectos, derivados del consumo de alcohol así como los perjuicios humanos, seria muy difícil obviar que ciertamente el uso / abuso de alcohol es un problema de salud nacional".

Los datos que aporta el director clínico de Amalgama7 son tremendos: cada año se atienden en los hospitales a más de 5.000 menores de edad por intoxicación etílica. La mitad de los jóvenes de 16-17 años ha practicado el 'binge drinking' (beber cinco copas o más en menos de dos horas). "La mayoría de las chicas y chicos que tienen dificultades o no terminan la ESO, no es debido a coeficientes intelectuales bajos sino a diversas causas emocionales, entre ellas, las derivadas del consumo de alcohol y otras drogas", explica Jordi Royo.

La solución es evidente: trabajar en la educación emocional desde casa para que el alcohol no sea ni una solución a los problemas ni el elemento imprescindible en las celebraciones. Los niños, dicen los expertos, necesitan estar acompañados en sus actividades y tiempo libre y que sus referentes prediquen con el ejemplo: "No podemos decir a los hijos que no fumen y que no beban con un cigarrillo y una copa en la mano".

humphrey bogart y lauren bacall brindando
FPG//Getty Images

La decisión está tomada

Vale, ya está. Decidimos dejar el alcohol. Queremos cuidar nuestra salud mental y física en el resto de esta maldita pandemia y de nuestra vida. Pero si hemos tenido un mal día en el trabajo y hallamos la fuerza de voluntad necesaria para no beber, notamos tristeza. Javier Royo nos pone sobre la pista: "Sentirnos desgraciados porque intentamos dejar el alcohol, es un indicador de dependencia psicológica". Ufff.

"En el momento en el que alguien no bebe en una reunión social", explica Navarro, "te miran como a un bicho raro". "Parece que el dejar de beber nos va a hacer perdernos algo", añade Molina. Pero lo cierto es que beber es lo que nos hace perder la vida.


EL MÉTODO MMS, UNA SOLUCIÓN REVOLUCIONARIA

Acaba de cumplir un año de existencia y se ha convertido en una solución de éxito para aquellos que quieran reducir o eliminar su consumo de alcohol. La plataforma Mucho Mejor Sin (MMS) ha desarrollado un programa de 8 semanas que, bajo el título 'Mucho mejor sin alcohol', quiere prevenir partiendo de la base de que no hace falta ser un alcohólico para tener un problema con el alcohol.

A través de una plataforma online, el programa propone ejercicios y reflexiones apoyados por expertos y terapeutas en los que el paciente analizará sus hábitos para optar por otros muchos más saludables. Escritura reflexiva, introspección, análisis de las emociones... para conocernos por dentro y luego tomar la decisión definitiva que cambiará la vida de una persona adicta al alcohol.

Los programas MMS contemplan desde la autoayuda a la terapia presencia, según necesidades. MMS Esencial ha sido diseñado para que la persona disfrute en 4 semanas la experiencia de su recuperación, a su propio ritmo, con un precio de 190 euros (sin IVA). MMS Superior amplía dicha experiencia hasta las 8 semanas con 290 euros (sin IVA).

El programa más exclusivo de todos es MMS Premium (195 euros al mes durante seis meses), que reúne todo lo mejor de los otros dos programas apoyado en una sala de terapia online donde contarás con atención individualizada. Infórmate en su página web y date una oportunidad para ser feliz sin ataduras.