Durante el confinamiento las redes sociales comenzaron a llenarse del llamado “photo dump”, un grupo de fotografías que jamás habían visto la luz hasta el momento, que carecen de retoques y que en un acto de viva la vida, abandonan la privacidad del carrete telefónico para dejarse ver en Instagram. Estas imágenes imperfectas terminaron por hacerse tan habituales que incluso las celebridades más exigentes y quisquillosas a la hora de compartir sus instantáneas, siempre repletas de filtros y con un meditado ‘curating’ tras cada foto, cayeron en sus redes.

Esta tendencia nació de la necesidad de compartir que caracteriza a los seres humanos, por lo que cuando fuimos despojados de la posibilidad de viajar y de vivir nuevas experiencias, encontramos en las fotografías más mundanas una forma de seguir comunicándonos con los demás a través de la publicación de retazos de nuestro día a día.

Precisamente el triunfo de TikTok coincidió con un momento inusual que encontró en la red social que se caracteriza por la naturalidad el mejor aliado para el ansia que la generación Z sentía por rebelarse contra la perfección que Instagram proclamaba. Pero cuando la cuna de los filtros intentó emular la naturalidad de TikTok, algunos usuarios se enfrentaron a esta naturalidad fingida que habría estremecido a Oscar Wilde. Muchos acusaron a Instagram de fingir que los usuarios estaban viendo fotografías naturales cuando en realidad, aseguraban, hablar de un Instagram casual era como hablar de un reality show en el que lo que ocurre es completamente real.

el triunfo del casual natural
Ignatiev//Getty Images
El triunfo de la naturalidad 3.0

No podemos negar que los ‘photo dumps’ responden a dos tipos de usuarios. Por un lado, los que adolecen cierta torpeza tecnológica, como ocurre con ese familiar mayor que sube a su perfil de Facebook un álbum con decenas de imágenes del cumpleaños de su sobrina.

Por otro, los que en ese aluvión de imágenes, mucho más premeditadas de lo que pudiera parecer a simple vista, alternan fotografías random con otras mucho más exquisitas, representando así una informalidad superior y pretendida. Al final, los segundos no hacen más que imitar esa torpeza de los primeros, y al hacerlo, en lugar de resultar entrañables, para algunos terminan siendo esnobs.

El aplauso a la imperfección... Premeditada, claro

La llegada de imágenes sin filtros desaparecen y sin nitidez alguna desencadenó el boom de las cuentas finsta, caracterizadas por imágenes ajenas al postureo en las que tanto celebridades como anónimos actuaban con una naturalidad que sus cuentas principales, bien por razones de trabajo o incluso por motivos personales, no les permitían. ¿Un ejemplo? La cuenta secreta de Rosalía.

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En 2018, la aparente perfección de Instagram sufrió el primer revés con la llegada de la app Huji Cam, que permitía a los usuarios hacer fotografías “como si fuera el año 1998”. Desde Selena Gomez hasta Jasmine Sanders, las redes se enamoraron de una estética retro y descuidada que teniendo en cuenta que era fruto de una aplicación, en realidad tenía tan poco de vintage como de relajada. El año pasado asistimos al triunfo de Dispo, una app para compartir fotos que emulaba el uso de cámaras desechables y que por ende, carecía de herramientas de edición. Cuando la imagen termina de “revelarse” pasado unas horas, la instantánea resultante carece de trampas, filtros y segundas oportunidades. Rex Woodbury, de Index Ventures, aseguró que “mientras que los filtros de Instagram hacían que en 2011 todos fuéramos guapos, los de TikTok en 2021 nos hacen a todos feos. Y mientras que Instagram te ofrece filtros para lograr que tus malas fotos sean buenas, Dispo se encarga de que tus fotos buenas tengan un aspecto peor”.

El 'joie de vivre' digital

La tendencia regresa ahora de la mano de celebridades como Kourtney Kardashian, que ha compartido en sus redes instantáneas borrosas con su prometido en Disneylandia, y el porqué de este tipo de imágenes de apariencia casual y descuidada es precisamente dar a entender que quien las sube se lo está pasando tan bien que no se preocupa por tomar la fotografía perfecta. El 'joie de vivre' 3.0 definitivo, en resumidas cuentas...

Por ello, encierran un mensaje aspiracional que nos lleva a posar con mayor libertad y con menor rigidez ante la cámara para abrazar los momentos más disfrutables de la vida, aquellos que no siempre son los que acontecen en playas paradisíacas, sino entre amigos y pizzas. Son la prueba definitiva de que si algo bueno hemos sacado de la pandemia, ha sido el haber aprendido a apreciar esos momentos mundanos de la vida que antes no valorábamos. Por eso ahora vemos a parejas como la formada por Kim Kardashian y Pete Davidson tener citas en una pizzería cualquiera: porque ahora lo verdaderamente disfrutable no es comer en el restaurante más chic, sino en el lugar más casual, la demostración absoluta de que lo que importa es la compañía, no un enclave 'instagrameable'.

Hablamos, eso sí, de fotografías que algunos tildan de ‘plurry’ (planned+burry, es decir, borrosas a propósito). Son las que encontramos en las redes de Emma Corrin, con sus primerísimos planos no aptos para amantes de los filtros, y son las que dan nombre a las fotografías desenfocadas de Dua Lipa comiendo pizza. Pero por más que las redes, y especialmente Instagram, parecen en ocasiones museos de irrealidad, en el fondo son también un reflejo de las tendencias que reinan al margen de sus perfiles, y no es casualidad que abracemos las imágenes menos estéticas precisamente cuando las Crocs regresan, el maquillaje a trazos de Julia Fox sube a la pasarela de Versace y TikTok se llena de adolescentes pintándose ojeras. El triunfo de la era ‘flop’, que es la forma en la que se habla de los momentos de poco éxito, se refleja ahora en las redes y supone la respuesta a las expectativas titánicas y a la hegemonía de la perfección. Jameela Jamil preguntaba a sus seguidores en Twitter si alguien más estaba disfrutando del placer de no tener que responder a las expectativas. “Creo que tomamos mejores decisiones cuando nos deshacemos de la vanidad y nos dejamos llevar”, aseguraba.

No olvidemos, sin embargo, que en esta constante búsqueda de nuestro yo real virtual, siempre habrá, aunque intentemos huir de los filtros y subamos esta imagen borrosa que antes habría ocupado un lugar destacado en la papelera, un gesto escenificado. Y tampoco pequemos de ingenuos: si Bella Hadid sube fotos desenfocadas en las que come tacos con sus amigos en el sofá, en el fondo nos está mandando el mensaje de que incluso en sus momentos más descuidados, sigue siendo irresistiblemente cool.