Elena Valenciano, la dama de Europa
Empezó en política a los 16 años, se afilió al PSOE por amor y en Bruselas se sintió mala diputada y mala madre. La cabeza de lista socialista al Parlamento Europeo confiesa sus secretos.
"No me metí en política por poder, sino por ideas"
Estamos citados con ella desde hace varias semanas, pero el fallecimiento del ex presidente Adolfo Suárez le obliga a concluir precipitadamente la sesión de fotos y modificar la agenda para cumplir con el protocolo en el Congreso de los Diputados. Elena Valenciano (Madrid, 1960) ha dedicado su vida a la política hasta alcanzar el cargo de vicesecretaria general del PSOE, el puesto más alto que ha ocupado una mujer en el partido. Encabeza una lista cremallera (mujer, hombre, mujer, hombre) al Parlamento Europeo donde el 25 de mayo quiere «acabar con una mayoría conservadora que ha tomado decisiones que han empeorado la vida a mucha gente». Al caer la tarde, con una taza de té y un chal azul sobre los hombros, vuelve a recibirnos, esta vez en su despacho de Ferraz, donde comparte su lado más íntimo y muestra esa cara que la mayoría de los políticos se empeña en ocultar.
Las elecciones europeas tienen, tradicionalmente, una baja participación. Motívanos para que votemos.
Por desgracia, se ha demostrado que las decisiones que se toman en Bruselas nos afectan de forma superdirecta. Es así desde hace tiempo, pero lo hemos visto más últimamente.
Los políticos son la gente menos valorada de este país. ¿Te duele?
Es lógico, porque no estamos sabiendo resolver los problemas de los ciudadanos, y lo llevo mal porque trabajo para que quienes tienen más dificultades vivan mejor. No me metí en política por poder, sino por ideas, pero hay gente que ha manchado el nombre de todos.
¿Qué le dirías al ministro Ruiz-Gallardón si estuviera aquí sentado?
Le diría que es un hipócrita, porque sabe perfectamente que, con la nueva ley del aborto propuesta, las mujeres de su clase seguirán abortando donde quieran y las otras no podrán hacerlo.
Les enviaste una carta a las diputadas del PP en la que las invitabas a dialogar. ¿Qué te dicen ellas cuando estáis en privado?
La mayoría piensa que no hay derecho a que les hagan pasar por esto, tener que defender algo que no comparten, votar este anteproyecto de ley.
Si te encontraras en una situación de tener que cerrar filas con el partido, ¿primaría más tu condición de socialista o de mujer?
No tengo ninguna duda: ser mujer va antes que ser socialista.
¿Cuál es el punto que te parece más grave de esta ley?
Que trata a las mujeres como a unos seres a los que hay que tutelar, como si no tuviéramos suficiente conocimiento para juzgar por nosotras mismas: nos tienen que analizar, nos obligan a ir a casa a pensar, volver otra vez, que un médico nos dé su opinión, regresar a la consulta unos días después...
¿Crees que de haber habido una ministra de Justicia, en lugar de un ministro, el anteproyecto hubiera sido diferente?
Sí, creo que sí. Ninguna mujer del siglo XXI, por muy conservadora que fuera, habría elaborado algo semejante.
Hay votantes, mujeres, del Partido Popular que lo apoyan...
Muy pocas, muy pocas. Las encuestas dicen que un 80% de las mujeres lo rechaza. Pienso que es un gravísimo error el que ha cometido con esto el Gobierno y creo que en este momento no sabe muy bien qué hacer.
"Vengo de una familia bastante de derechas"
Empezaste en política con sólo 16 años. ¿Qué tenías en la cabeza?
Vengo de una familia bastante de derechas, así que aquella decisión era ir contra todo.
¿Diste muchos disgustos a tus padres en aquella época?
Algunos, algunos. Dijeron algo así como: «Lo único que nos faltaba es tener una hija marxista».
Te afiliaste al PSOE por amor...
Iba al Liceo Francés, donde había todo tipo de activismo político y el dirigente de las Juventudes Socialistas era, y es, guapísimo, listísimo. Venía de fuera de España con ideas que nos parecían alucinantes. Claro, me enamoré de él.
¿Has hecho otras locuras por amor?
Casi todo lo que hago lo hago por este motivo. El amor y la pasión es lo que me mueve en la vida.
Con una larga trayectoria feminista, ¿qué lucha te queda pendiente?
Muchas, acabamos de empezar. Los principales valores todavía no los hemos conquistado: que no te peguen, no te violen, no te maten... Después viene lo que tiene que ver con el empleo y la igualdad de salarios. Hay mucho por hacer.
Fuiste eurodiputada cuando tus hijos eran niños. ¿Fue duro?
Marcharte el lunes y pasar toda la semana fuera es muy difícil. Pero ahora que son mayores lo llevaré mucho mejor.
¿En algún momento sentiste que eras una mala madre?
Todo el tiempo. Mala madre y mala diputada, te parece que todo lo haces a medias. Sales el lunes de casa y dejas al niño con fiebre, así que te sientes fatal, pero llegas a Bruselas y estás todo el rato llamando para ver cómo está. Entonces te crees mala diputada, eres una mujer fracturada.
¿Alguna vez te lo han echado en cara tus hijos?
Mi hija era una preadolescente muy rebelde y una vez le dije que hiciera algo que no quería hacer y me contestó que yo era una madre sólo de fin de semana. Fue terrible.
¿Te ha perdonado con el paso del tiempo?
Sí, claro que me ha perdonado, y yo a ella también.
¿Qué te enorgullece cuando las ves ahora?
Que con 23 años ya está trabajando. Además, dos tardes a la semana es voluntaria en la ONG Médicos del Mundo. Y eso me gusta muchísimo.
"Vivo la política como un compromiso, preferiría ser más libre"
¿Qué papel ha jugado tu marido en tu carrera?
Mi segundo marido, el padre de mi hijo, y que lo es un poco también de mi hija, porque ella tenía dos años cuando me separé, ha sido una persona clave. Ha hecho de padre y de madre, iba a la fiesta del colegio cuando yo no estaba, preparaba los disfraces... Si no hubiera tenido una pareja como Javier seguro que no habría aguantado.
¿La política te hace feliz en estos momentos?
No diría tanto, lo vivo más como un compromiso. Ojalá no me sintiera tan responsable de esto, preferiría ser algo más libre.
¿De qué habláis en casa cuando estáis en familia?
De política, se sexo, de amores, de cosas muy divertidas, porque cada vez les ocurren historias más graciosas. Javier, el pequeño, tiene 18 años y últimamente sufre con las chicas...
¿Qué consejos le das para curar el mal de amores?
Yo he tratado que fuera un hombre bueno con las mujeres y creo que lo he conseguido. No sé si hasta me he pasado, porque me cuenta unas cosas que pienso: «Las tías de ahora son la hostia». Sin embargo estoy convencida de que ha pillado los valores que le quisimos transmitir.
¿Cómo te comunicas con ellos cuando estás fuera?
Con los chicos, utilizo el Whatsapp. Me enseñan dónde hay que poner el smiling y esas cosas. Con mi marido, por teléfono.
Vives entre tus casas de Altea (Alicante) y Madrid y, a partir de ahora, Bruselas. ¿Qué no falta nunca en tu maleta?
Ibuprofeno, un secador, medias y toallitas desmaquillantes.
¿Cuál es el último regalo que le has hecho a tu marido?
Es arquitecto y le encantan los lápices, así que le compré uno muy bonito, con capuchón plateado que es un sacapuntas. Tengo que decir que me regala él más a mí que yo a él.
¿Cuál es el secreto de un matrimonio a distancia?
Creo que echarse de menos es bueno.
"Antes lloraba mucho, ahora menos"
Eres la mayor de tres hermanas. ¿Has cuidado mucho de ellas?
Son mis mejores amigas. Con Marta me llevo seis años y con Paloma, 13 meses, es como una prolongación de mí. Tenemos un chat que se llama Hermanas. Y otro, Familia, pero este es menos divertido porque están mis padres, que no tienen por qué enterarse de todo.
Eres la mujer que ha ocupado el cargo más alto en el PSOE. ¿Sientes que lo has tenido más difícil que los hombres?
No sé explicarlo, pero los tíos tienen unos códigos de comunicación en el poder que yo no sé muy bien cuáles son, sin embargo ellos se entienden, y nosotras estamos fuera. A menudo estoy yo con Alfredo (Pérez Rubalcaba), Óscar (López) y Gaspar (Zarrías), y cuando estás sola con los hombres, estás sola. Otra cosa es que se sume también Soraya (Rodríguez) u otra. Entonces se equilibra.
¿Qué crees que aportamos, en general, las mujeres en política?
Sobre todo, aportamos realismo. Michelle Bachelet me dijo una vez que ella era la presidenta de Chile, aunque cuando llegaba a casa tenía que abrir la nevera y preparar la cena a sus hijas. En ese momento era igual que la señora de enfrente. Eso los hombres no lo hacen.
¿Tenemos más capacidad de sufrimiento, entonces?
Desde luego. Por eso nosotras somos las madres, y no ellos.
¿Eres de esas personas que lloran frecuentemente?
Antes lo hacía mucho, ahora menos. A veces lloro aquí, en mi despacho, pero no de pena, sino de rabia, de impotencia.
¿Estás de acuerdo con que a las mujeres se las analiza más?
Se nos juzga con más dureza y se nos etiqueta rápido. Nosotras sólo tenemos dos estereotipos: la boba sonriente o la dura, la mujer de hierro. Se elimina nuestra pluralidad.
Tú eres de las segundas...
Soy una mujer en la primera línea de mando y, por esa razón, me corresponde mandar. Sin embargo no me considero una persona dura de sentimientos, todo lo contrario. Soy incapaz de no sufrir cuando veo que alguien lo está pasando mal.
"Cambie a Jesucristo por Felipe González"
Te declaras feminista, socialista, madre y mediterránea. Acláranos lo último, porque eres madrileña, ¿no?...
Después de viajar por muchos sitios y conocer multitud de ciudades en el mundo, he decidido que mi lugar está en el Mediterráneo, es el sitio perfecto donde vivir, donde disfrutar y descansar, que no me busquen en ningún otro.
¿Qué tal te manejas en los fogones, eres buena cocinera?
Excelente. La verdad es que es lo único que me relaja. Asados, pastas, una tortilla de patata... Menos dulces, cocino de todo.
Sé sincera. ¿Cuál es tu principal virtud y tu peor defecto?
Soy una tía bastante coherente, y mi gran defecto es mi mal carácter. Lo intento domar, pero soy consciente de que lo tengo.
Además del Ibuprofeno, ¿qué otros vicios confesables tienes?
Fumaba hasta el pasado mes de octubre, cuando sufrí una gravísima neumonía que me mantuvo en la UVI unos cuantos días. Desde entonces, no tengo ya ningún vicio.
¿Cómo es tu relación con Alfredo Pérez Rubalcaba?
Hay un grado de confianza altísimo, mucho cariño. Discutimos y peleamos, pero hay lealtad a raudales por las dos partes.
Tú que puedes comparar, ¿te parece Bruselas mejor destino que Madrid?
Desde luego, he de decir que resulta mucho más estimulante. Allí convives con personas de 28 nacionalidades distintas y existe mayor variedad de edades, estéticas, ideas... Recuerdo que cuando llegué al Congreso de aquí, me pareció pequeño, oscuro y estrecho. Aquel, sin embargo, es un lugar precioso.
¿Qué destacarías de Adolfo Suárez?
Mi padre, que es médico, le conoció porque tuvo un cargo en UCD. Yo no tuve la ocasión. Era un hombre que se buscó la vida cuando era muy joven, humilde. Trabajó de maletero en Atocha, y eso le dio una capacidad para conectar con la sociedad que no tenía ningún otro dirigente de la derecha. Consiguió, probablemente, la gestión política más brillante de los últimos 60 años.
¿Qué recuerdos tienes del 23 F, cómo viviste aquel día?
Yo estaba, por entonces, en Juventudes Socialistas, y en la sede no había casi nadie, porque prácticamente todo el mundo estaba dentro del Congreso. Me acuerdo que empezaron a llamar los socialistas extranjeros para ver qué pasaba y, como yo hablaba idiomas, bajé a atender la centralita.
¿Quién ha sido la persona más importante en tu carrera?
Felipe González. Lo conocí cuando tenía 17 años y él, 30. Era arrollador, seductor, inteligente... Se comía el mundo. Yo cambié a Jesucristo por él prácticamente sin transición.
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