“Una enfermedad repentina, un accidente, una agresión o un desastre natural. Estas son experiencias traumáticas capaces de desajustarnos y angustiarnos. Suscitan en nosotros sentimientos poderosos y perturbadores, que suelen desaparecer con el tiempo sin necesidad de ayuda profesional”, resume la página del Royal College of Psychiatrists (RCoP) británico en su sección de Salud Mental, un práctico interfaz que data de 2016, pero que sigue siendo muy actual.

Es uno de los muchos tipos de auxilio digital existentes para aquellos usuarios que buscan apoyo en medio de algo que no siempre tiene nombre ni forma, y que se define (a grandes rasgos) como trauma colectivo. La pregunta de cómo se hace frente a un evento así entra por derecho propio en el grupo de cuestiones que se despertaron en nosotros en la noche del 14 al 15 de marzo, cuando entró en vigor el Estado de Alarma para contener el contagio del Covid-19. “Las personas únicamente podrán circular por las vías de uso público para la realización de las siguientes actividades”, se lee en el artículo 7, antes de detallar los supuestos en los que se nos permite salir a la calle.

La expansión del virus se ha traducido en decretos urgentes y de obligado cumplimiento. Los datos sobre contagios aumentan constantemente. Esa es la dimensión oficial de este suceso mundial. Pero hay también un lado ‘privado’, que no tiene números y que nos atañe a todos. Las cifras dividen a la opinión pública y, en la gran incertidumbre de estos días, la situación sanitaria, social y económica ha llegado a erosionar el sentido de la realidad, convertida en emergencia que nos trastoca las rutinas y que ha aplastado lo cotidiano bajo lo extraordinario. Lo habitual para nosotros ha cambiado y cambiará; aunque no todos nos daremos cuenta o lo padeceremos en el mismo momento. Es por este motivo que webs como la que propone gratuitamente el RCoP nos enfrentan con problemas que antes no conocíamos. “[Esta página] describe el tipo de sentimientos que las personas experimentan tras un trauma y qué esperar con el paso del tiempo, y menciona algunas formas de afrontar lo ocurrido”, explica.

Punto 1: admitirlo. Estamos sufriendo un trauma colectivo, así que aceptémoslo.

Debemos prepararnos para afrontar las circunstancias, siendo conscientes de que no podremos hacerlo solos: el ‘shock’ por lo que estamos viviendo se desarrollará de diversas maneras, que no serán inmediatamente comprensibles para todos. ¿La comparación con hechos del pasado ayuda, confunde o exagera lo que la comunidad está percibiendo? Desde la gripe ‘española’ de 1918 o las epidemias de peste (la ‘negra’ de 1348 o la de Sevilla en 1649) relatadas en obras como el ‘Decamerón’ de Boccaccio o la serie de Movistar+ hasta los recientes brotes de SARS o de ébola, son muchas las analogías hechas en los últimos días. Unos días en los que analistas, médicos y hasta figuras institucionales han trazado paralelismos entre la emergencia por coronavirus y una guerra, quizás para dar una idea más punzante de la necesidad de suspender la cotidianidad. Se confrontan los números y las crisis, pero lo que siempre se deja en segundo plano es la sensación de desorientación que sucesos de este tipo provocan en el género humano, por el aislamiento forzado y la soledad coercionada. Porque existe una diferencia sustancial con los conflictos bélicos: estos fracturan la sociedad en nombre de una ideología y polarizan en función de los bandos; sin embargo, en una situación de alto riesgo de infección para un considerable número de personas, las ideas no cuentan. Las dos cosas sólo tienen en común el concepto de trauma colectivo, es decir, que hay una masa de gente involucrada en un evento (contienda, desastre natural, ataque terrorista...) que rompe con lo habitual.

Punto 2: conocerlo. Estamos sufriendo un trauma colectivo, a pesar de que cada uno lo elabore de una forma diferente.

El contexto de alta infectividad y rápido contagio del Covid-19 alimenta en nosotros una tensión que quizá nos lleve a la respuesta más extrema (el trastorno de estrés postraumático) o, por el otro lado, a la negación. Entre lo que experimentamos ante tragedias como esta, el RCoP habla de la culpa (por haber sobrevivido a lo que otros no, o por no haber padecido tanto como ellos), la vergüenza (de no saber controlar nuestros sentimientos), la esperanza (de que todo vuelva a ser como antes)... Y nos asaltan emociones que no sabemos gestionar: el miedo, la rabia, la tristeza o la incredulidad son sensaciones ligadas al estado de ‘shock’. Es humano no saber cómo actuar, y también la alternancia de sentimientos durante la cuarentena, así como lo son las preguntas más estúpidas: “¿De verdad no puedo ir al bar? ¿Y sacar al perro a pasear? ¿Y salir a la compra?”. Las costumbres nos proporcionan seguridad, y por eso deseamos preservarlas. Pero, llegados a un cierto punto, la realidad se vuelve improrrogable. En un Estado de Alarma, la normalidad ya no existe. ¿Cómo hacemos entonces?

Punto 3: afrontarlo. Estamos sufriendo un trauma colectivo TODOS, así que redefinamos juntos la nueva rutina.

¿Si una situación de incomodidad la comparten millones de personas, serán capaces de superarla juntos? Primero, esperamos las decisiones institucionales. Luego, cuando nos transmiten las medidas para evitar el contagio, esas normas férreas que hay que respetar valen para todos nosotros, sin excepciones. De ahí surgen nuevas comunidades activas, que actúan de modo empático, compartiendo principios urgentes, actuales, nuevos... nacidos de la emergencia. Entre los consejos sobre lo que NO hacer en periodos de grandes traumas, la RCoP precisa: “No lleves a cabo grandes cambios vitales. Trata de aplazar cualquier decisión importante: tu mente podría no estar en su mejor momento, y quizá hagas cosas de las que luego te arrepientas. Pide consejo a las personas de las que te fías”. Confirma así que el aislamiento psicológico, la acción en solitario, anula el único lado positivo de un evento dramático: el nacimiento de un ‘nosotros’.

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Vía: Marie Claire IT