Con el manual de moderna feminista bajo el brazo me tiré de cabeza a mi primera relación seria y en algún momento debí de despistarme porque no fui moderna, ni independiente, ni mucho menos feminista. Fui todo un personaje de comedia romántica rancia. Jennifer Aniston en sus épocas más bajas. Yo, que venía a poner en práctica aprendizajes y valores, fui todas esas cosas que tantas películas y hombres y mujeres dicen que ha de ser una mujer.

Fui muy pero que muy empática: supe detectar lo que buscaba en mí y me convertí en ello. Anulé un amplio espectro de mi personalidad y proyecté a una persona interesante y misteriosa, una persona que era muchas cosas que a él le gustaban, que incluso a mí me gustaban, pero que no era yo. Yo, dejad que os lo confiese, tengo menos misterio que una película sueca de sobremesa. Fui también buena alumna: escuché con admiración todas y cada una de las cosas que tenía que enseñarme sobre el mundo, las absorbí, las estudié y no aporté nada por miedo a que no estuviese a la altura. Fui agradable y conciliadora: jamás torcí el gesto –y mucho menos dije que no– ante cualquier propuesta. Dejé de ir a los sitios que me gustaban, dejé de decir que me gustaban esos sitios. Comí muchos filetes secos y muchos flanes del menú del día de un sitio que odiaba tanto como los filetes secos, los flanes y los menús del día.

A la hora de la verdad me adapté y me callé, nunca me atreví a decir lo que pensaba, que es el equivalente en el siglo XXI a la copa de whisky y las zapatillas preparadas cuando vuelve de trabajar. No puse límites ni planteé preguntas para que no se gafase la extraña suerte que había llevado a alguien a querer estar conmigo. Qué dura, pensaréis. Qué insegura. Lo extraño es que no creo que lo sea en el día a día, en mi trabajo, en el resto de mis relaciones. Pero el amor, ya sabemos, ya nos han dicho, es la gran excepción. Por eso hice todas esas cosas.

Las hice y más tarde lo entendí: lo que mi ex me enseñó sobre el feminismo es que predicar es fácil, pero no con el ejemplo. Son muchos los años que lleva dibujada la sociedad, y más los estereotipos que la construyen. Es una lucha diaria todo esto, y saberlo es el primer paso para empezar a ganarla. Lo entendí y me dio rabia, pero no mucha, porque ahora me aseguro de ser siempre un pack completo. O lo tomas o lo dejas, aunque asuste el riesgo de la segunda opción. Lo que mi ex me enseñó sobre el feminismo lo aprendí yo, en realidad, y como pasó os lo he contado. Para que no se me olvide, para llevarlo bien dentro, por todo lo que está por venir.