Cuando en ‘Teoría de la clase Ociosa’ Thorstein Veblen anticipó que la élite del futuro se entregaría a un consumo exacerbado y se apropiaría del ocio, creencia a la que el personaje Violet Crawley hace un guiño en ’Downton Abbey’ al preguntar “¿Qué es un fin de semana?”, no comprendería cómo nos encontramos atrapados en la cultura del ‘busyness’ al margen de nuestra situación económica…

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Y en ocasiones, precisamente por disfrutar de una posición privilegiada. Hablamos de un comportamiento mediante el cual presumimos de lo ocupados que estamos, una carga que empleamos para presumir de nuestra valía. “La seguridad laboral ya no es como antes, y el trabajo ha cambiado respecto a las décadas pasadas. Tenemos horarios menos rígidos y es probable que trabajemos más de 40 horas a la semana, que trabajemos por las tardes y en muchas ocasiones, que lo hagamos también durante los fines de semana. Lo habitual es que cuanto más te paguen, más disponibilidad se te exija tener, y que tengas un trabajo que no se encuadra entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde”, explica el planificación financiero Kevin McKinley. Advierte que cuando pregunta a trabajadores que se van a retirar pronto acerca de sus vidas, la mayoría se arrepiente de cómo pasaron su tiempo. En la película ‘Wall Street’ Gordon Gekko dice que “la ambición es buena”, pero es importante frenar de vez en cuando para preguntarnos hasta dónde es buena y a partir de qué punto es peligrosa.

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Gordon Gekko en ’Wall Street’

Diversos estudios señalan que los trabajadores trabajan un extra no remunerado de 9,2 horas a la semana. Lo realmente preocupante es que muchos de nosotros trabajamos en exceso porque creemos que hacerlo es un símbolo de estatus que conduce al éxito, empujándonos al que ‘New Yorker’ llamó “culto del exceso laboral”, en 2014.

Cuando repetimos constantemente en redes sociales el hashtag #amomitrabajo, hemos de tener cuidado de no estar convirtiendo nuestra fatiga en un trofeo

“Nuestro cerebro necesita desconectar de las tareas, las responsabilidades y las auto exigencias, como cualquier otra máquina que funciona a pleno rendimiento. Todos entendemos que un coche no puede conducirse los 365 días del año sin ponerle gasolina, cambiarle el aceite, hacerle revisiones o dejando descansar el motor cada ‘x’ tiempo. La rutina y el trabajo, ya sea dentro o fuera de casa, exponen a nuestro cerebro a un estrés sostenido que, aunque sea el óptimo para mantenernos motivados en nuestras tareas, utiliza unos recursos de nuestro organismo que no son ilimitados y, por tanto, necesitan recargarse mediante el descanso. Las vacaciones nos dan la oportunidad de reconectarnos con el presente y bajar ese ritmo ‘empresa’”, explica Graciela Salvador Juan, Psicóloga en TherapyChat.

La cultura del “always on” es la que habla de los compañeros de trabajo como de “familia”, algo que hace que descuidemos a nuestro círculo cercano en aras de las exigencias laborales o que nos perdamos cumpleaños porque tenemos que trabajar un viernes hasta entrada la noche. También es la responsable de que seamos incapaces de desconectar del trabajo estando de vacaciones y de que preguntemos si hay wifi en un lugar antes siquiera de saber si hay camas.

Como señala Ana Alcayaga, directora de Ingeniería en Prevención de Riesgos y Medioambiente de la USS, la sobrecarga laboral es un riesgo que disminuye tanto la calidad de vida como la productividad. Quizás haya sido la pandemia, o quizás las redes sociales y su lucha por la salud mental, los responsables de que unos jóvenes analistas de Goldman Sachs hayan divulgado una presentación en la que se denuncia que sus semanas laborales rondan las 100 horas y en la que hablan de condiciones de trabajo "inhumanas". “Efectivamente uno de los principales problemas de productividad y de salud son las horas extras, que en ocasión sea a asociado al presentismo; es decir, se valora y mide el trabajo por el tiempo dedicado no por los resultados (eficiencia); hay trabajos que es imprescindible que unas horas de permanencia en el puesto y momentos en los que es necesario realizar horas extras; pero cuando el líder del equipo identifica los plazos, capacidades de cada persona y se distribuye el trabajo de forma adecuada y equitativa, las personas no deberíamos hacer de forma frecuente horas extras, sería para situaciones puntuales imprevistas (por ejemplo la nevada y la ola de frío), pero que todas las semanas o todos los meses en las mismas fechas haya personas que hacer horas extras o se llevan el trabajo a casa para poderlo terminar allí”, explica Elisa Sánchez, psicóloga experta en salud laboral.

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Fotograma de la serie ’Industry’

Nuestra cultura de trabajo se ocupa tanto en atender las necesidades de los demás que nos olvidamos de las nuestras, por lo que saber decir “no” es una forma de imponer barreras en nuestra vida laboral y de cultivar una manera de ver el trabajo que anteponga el bienestar a lo demás. El nuevo símbolo de estatus es el que Veblen presuponía hace años, el que decide dejar de atender a los emails pasada una hora determinada y el que hace que el tiempo libre sea un edén ocioso que no ha de ser interrumpido. Series como ‘Industry’ han llegado para advertirnos de los peligros de la cultura de la sobrecarga laboral y del “always on”. Mientras que para parar su trama basta con darle al botón de pausa, para frenar un ritmo laboral imposible quizás tengamos que plantearnos lo mismo que aquellos a quienes McKinley les preguntó sobre su pasado antes de jubilarse: ¿que habríamos cambiado de nuestra vida? Si la respuesta es la forma en la que hemos invertido nuestro tiempo, es necesario darle al botón de pausa, respirar hondo y empezar una nueva fase en la que el correo de trabajo no es el que domina nuestros fines de semana, porque si consigue hacerlo, entonces ese final de semana es en realidad una continuación interminable.