Cuando conoces a Bianca Brandolini (París, 1987) de cerca –B o BB para los amigos– te das cuenta de que en ella confluyen a la perfección ese je ne sais quoi tan típico de las parisinas con la personalidad fuerte y marcada de los latinos. Ese cóctel de éxito se lo debe a sus padres, los condes de Valmareno, Tiberto Ruy y Georgina (él, de origen italiano; ella, brasileña). «Soy muy extrema en mis emociones: si estoy feliz, lo estoy al máximo. Pero si me enfado... me enfado mucho», explica ella. Pese a vivir en Ginebra, viaja constantemente a la Ciudad de la Luz, según ella «la más bella del mundo». Eso sí, reconoce que uno de los lugares que mejor le hacen sentirse es Venecia, donde reside su abuela, Cristiana Brandolini d’Adda, y suele reunirse toda la familia: «No nos hace falta ningún plan específico, lo único importante es estar todos juntos. Aunque, en general, hay siempre mucha charla, comida y vino».
¿Qué importancia tiene para ti la familia?
Mucha. Crecí en una familia muy cariñosa. Nos encanta pasar tiempo juntos y... somos muy ruidosos cuando estamos todos. Es divertido porque mis primas están empezando a tener niños, así que cada vez somos más. Y somos muy italianos, si alguno se entera de algo, el resto lo sabe a los cinco minutos pese a vivir en continentes diferentes. Esa unión tan fuerte es algo que siempre me han inculcado mis padres y mi abuela.
¿Tenéis un grupo de WhatsApp?
Por supuesto, se llama La Famiglia. Muy italiano.
Sueles decir que tu abuela es tu gran icono de estilo, ¿cuál es el mejor consejo que te ha dado?
Tenemos estilos muy diferentes, también por ser de distinta generación. Pero creo que ella tiene una elegancia innata que mantuvo, incluso, en el confinamiento. Mientras los demás lo pasamos en chándal, ella llevaba pantalones de seda, chales maravillosos o jerséis de cashmere. Creo que el mayor tip que me ha dado es que siempre debes sentirte tú misma con tu ropa. Un vestido puede hacerte sentir poderosa pero, por el contrario, si no te sientes cómoda, tu expresión corporal lo refleja.
¿De ella heredaste el amor por Cartier?
Ella tiene muchas piezas, sí. Desde niña, he visto su emblemática caja roja como un icono. Para mí, sus joyas son inigualables. De hecho, en mi muñeca nunca faltan el reloj Panthère y la pulsera Just un Clou. Cada creación es fascinante. Además, he tenido la suerte de lucir también diseños de su archivo, como el collar con cocodrilos de María Félix. Esa es, sin duda, una de las piezas más increíbles que he llevado nunca.
Tu madre también ha sido un referente en la moda para ti...
Ella trabajaba con Valentino, así que, prácticamente, crecí en su taller. De hecho, seguimos manteniendo una magnífica relación. De pequeña, mi momento favorito del año era el de la Semana de la Moda, cuando elegían a las modelos y hacían los fittings. Recuerdo que tenían unas salas enormes y Valentino estaba allí con su equipo y con mi madre, eligiendo a las tops y lo que llevaría cada una. Yo tenía aproximadamente 12 años y las veía preciosas, con esos cuerpos perfectos, caminando de esa forma tan única y probándose ropa de ensueño... Era como estar rodeada de Barbies de carne y hueso.
Pero, ¿es cierto que ella no quería que trabajaras en el sector?
Sí, creo que porque veía de primera mano lo duro que era. Yo quería ser modelo, antes era diferente y mi madre sabía cómo se las trataba a menudo en los castings. Simplemente era protectora. Pero ahora está muy contenta.
Crecer dentro de la industria, ¿te ha dado otra visión de esta?
Sin duda. Además veo todo el trabajo que hay detrás a través de mi mejor amigo, Giambattista Valli. Ahora todo ha cambiado mucho, también por todo el fenómeno de los influencers. En la época de mi madre, todo se centraba en el diseñador y en la colección que iban a presentar. Nosotros vemos sólo el show, nos sentamos unos minutos y nos vamos. En mi caso, soy consciente de todo el esfuerzo que encierra ese espectáculo. Giamba aprovecha cada instante para crear y diseñar. De hecho, tuve la suerte de participar en su último desfile de Alta Costura e hicimos la última prueba del vestido a la una de la madrugada del día anterior.
¿Qué opinas del papel de las redes sociales en la moda?
Tienen un doble filo. Ahora no tienes que esperar para nada, todo está en Instagram al instante. Pierde un poco de magia pero, al mismo tiempo, brinda a todo el mundo la posibilidad de expresarse.
¿Te identificas con la palabra influencer?
Es una pregunta difícil. Creo que hay gente a la que le gusta cómo visto o le interesa mi vida y mi visión. Pero tengo amigos influencers y no hago ni la mitad que ellos: se cambian cinco veces al día, van a mil eventos... Si eso es ser influencer, no creo que pueda decir que lo soy. Al menos, no de forma profesional.
¿Cómo describirías tu estilo?
En mi día a día, soy muy de vaqueros, jerséis de cashmere y zapatillas. Muy fácil y sencillo. Aunque, por supuesto, cuando salgo, me gusta arreglarme: me encantan las alfombras rojas. Suelo llamar a Giamba y pedirle consejo. Puedo ir de un extremo a otro. Eso sí, si me pongo algo es porque realmente lo siento.
¿Cuál es el mayor tesoro de tu armario?
No sabría decirte. He llevado diseños maravillosos de los que guardo un gran recuerdo, pero no puedo decantarme por uno en concreto. Quizás algún día me hagas esta pregunta y pueda decir que es mi vestido de novia.
¿Te gustaría casarte?
Sé que quiero tener una familia e hijos. Además, al ser amiga de Giamba –que hace los vestidos de novia más increíbles del mundo–, no te voy a mentir, hemos hablado mucho sobre ello. De hecho, llevamos pensando cómo será mi vestido de novia desde que tenía 15 años. Él siempre me dice: «Ya lo tengo en mente». Creo que tiene mucho más claro que yo cómo será.
¿Qué es para ti el amor?
No quiero parecer cursi pero creo que, si es sincero, es el sentimiento más puro e inocente que existe. Hay distintos tipos: por tu pareja, por tu mejor amigo, por tu familia... Yo soy cáncer, así que soy muy sensible.
¿Y qué amas?
Muchas cosas. A mi familia, a mis amigos, viajar, descubrir nuevos países... La comida, el arte, conocer gente y cosas nuevas. Me encanta sorprenderme. La sensación que tienes la primera vez que ves algo, que oyes una canción o te presentan a alguien me parece inigualable.
¿Las joyas expresan amor?
Sí, sin duda. Sé exactamente quién y cuándo me regalaron cada pieza que tengo en mi joyero, además de lo que significaron para mí cuando las recibí. Suelo asociar las joyas a momentos de mi vida y a personas. Por otro lado, son tesoros que pasan de generación en generación y nos conectan: una joya siempre permanece.
