Pantalón: una prenda de vestir que se ajusta a la cintura y llega a una altura variable de la pierna o hasta los tobillos, cubriendo cada pierna por separado. Esa es la definición literal que encontramos en Wikipedia. Pero, ¿qué trascendencia hay detrás de una pieza de vestuario para que cuando hablemos de llevar los pantalones hablemos de llevar el poder?

Si nos adentramos un poco en la historia de la moda, la variedad de las prendas a la que la mujer ha podido acceder ha ido ampliándose conforme lo hacían sus derechos y libertades. A mitad del siglo XIX eran bastante limitados; las mujeres tenían prohibido el uso del pantalón y la vestimenta que debían lucir era pesada e incómoda. Algunos vestidos llegaban a sobrepasar los diez kilos de peso, lo que lógicamente reducía las actividades que una chica podía llevar a cabo. Posar, sonreír... y con suerte no desmayarse al aguantar la respiración.

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Los vestidos contaban con corsés que realzaban el busto y crilorinas que armaban las faldas con gran volumen. Por citar algunos de los peligros que podían causar al cuerpo estos elementos: dificultades respiratorias, desviación de la columna, atrofia muscular... Incluso riesgo de muerte. Los miriñaques podían arder con facilidad al calor de la chimenea y el fuego se propagaba rápidamente por el cuerpo. En 1858, el Court Journal de Londres apuntaba 19 muertes por esta causa en solo dos meses.

Algunas mujeres cansadas de las limitaciones e incomodidades que causaba su vestuario formaron en Inglaterra un movimiento llamado Victorian Dress Reform que proponía mayor libertad a la hora de vestir. Una de sus promotoras, Elisabeth Miller (Nueva York 1822-1911), fue una abogada y defensora de los derechos de la mujer que comenzó a hacer uso de los pantalones para trabajar en sus tareas. Elisabeth trabajaba en su jardín con un pantalón amplio y ajustado bajo la rodilla, una especie de pantalón bombacho que llamaríamos hoy. Su prima, Elisabeth Code se hizo eco de la prenda y habló sobre ella en una publicación en la que a menudo colaboraba; The Lily, el primer periódico editado por una mujer. La fundadora de The Lily, Amelia Bloomer (Nueva York 1818-1894) otra activista y feminista, fue la culpable de que la prenda se popularizara. A menudo se presentaba en público luciéndolos bajo una túnica y un cinturón, causando mucho revuelo por este 'nuevo look' femenino. Al final, aunque ella no fuera la creadora de este diseño, su nombre acabaría ligado para siempre a los susodichos pantalones, los bloomers, que literalmente significa 'bombacho'.

amelia bloomer 1818 1894 american feminist and champion of dress reform the style of dress for women she designed and wore, and which gave the name of bloomers for women's nether garments wood engraving, london, 1869
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Tras muchas burlas y críticas en periódicos y en la calle, en 1851 Amelia Bloomer dejó de usar pantalones bombachos y apostó por el miriñaque, afirmando que esta nueva prenda era un cambio suficiente para la comodidad que requería la mujer.

Las feministas temían que sus reivindicaciones no fueran tomadas en serio y que el foco de la cuestión se desviara a su atuendo (¿os suena?) así que dejaron de usarlos.

El pantalón bombacho volvería a ser popular a finales del siglo XIX cuando se permitió que las mujeres que montaban a bicicleta o a caballo, luciesen la controvertida.

Tal como analiza Christine Berard, historiadora de moda, en su libro ¿Quién lleva los pantalones? es claro el paralelismo entre la conquista de esta prenda y la conquista de otras muchas libertades. La mujer accedía a otras actividades y accedía por fin al uso de otras prendas más 'permisivas'.

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La motorista Madame du Gast luciendo pantalones globo


Otro movimiento surgido a finales del siglo XIX, el Rational Dress Society defendía la racionalización en el vestuario de la mujer. Su fundadora, Florence Wallace Pomeroy (1843-1911), más conocida como Lady Harberton fue otra bloomer girl y ella misma afirmaba que “nadie es libre si no está en condiciones de usar libremente sus extremidades”.

Con su 'vestimenta racional' proponía atuendos de menor peso, que no presionaran y que permitieran la libertad de movimientos. No solo apostaba por el pantalón sino también por el zapato plano (no se imaginaba que dos siglos después las mujeres seguirían haciendo esas reivindicaciones incluso en la Alfombra Roja).

Florence también fundó la Liga de la Falda Corta, que defendía las faldas que distaban más de 5 cm del suelo. Ella, asidua a montar en bici, tuvo que sufrir en su propia piel el hacerlo con semejante longitud de vestidos. Lamentablemente la pobre Lady Harberton no vivió para ver el triunfo de sus ideas de vestuario, pues aún quedarían muchos años para que se instalasen en el armario femenino.

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Sería durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las mujeres comenzasen de nuevo a lucir pantalón, a la vez que se se dedicaban a tareas que normalmente habían estado relegadas a los hombres. Se volvió accesible y popular entre ellas pero por una cuestión de necesidad. El hecho de que se transformara en un elemento de moda que las chicas quisieran lucir tiene que ver con figuras como Coco Chanel y actrices como Katherine Hepburn o Marlene Dietrich. Ellas hicieron que lucir un pantalón fuera algo cool, sexy y liberador. Son las llamadas garçonnes pero eso merece otro capítulo.

Los bloomers, hoy

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El patrón del bloomer tal cuál existía en en siglo XIX, con el corte a la rodilla o justo por debajo, ha desaparecido prácticamente de nuestro vestuario. Sin embargo, sí podríamos considerar su evolución hasta lo que hoy llamamos joggers o pantalones carrot. Hablamos de un tipo de pantalón de silueta amplia que acaba ajustándose pero esta vez con un largo hasta el tobillo.

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Aunque, a priori, podamos asociarlo a un tipo de pantalón relajado y para estar en casa, el carrot pant también tiene un registro mucho más formal y sofisticado. Uno de los culpables es Louis Vuitton y su propuesta de pantalón estilo turco que mucho recuerda a los primeros bloomers, aunque eso sí, con largo hasta el tobillo.

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Otras firmas como Balenciaga, también han popularizado y apostado por los pantalones de vestir de silueta globo y ajustados en el bajo. Muy lejos quedan esas formas pitillo que nos torturaban casi como hicieron el miriñaque y el corsé de la época.

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