Sólo tiene 19 años, pero su historia está llena de experiencias que la ayudan a hacerse a sí misma. Se nota en su forma de mirar, directa y confiada. En su frescura, posando ante la cámara, sin prejuicios. En la libertad con la que se mueve y en la humildad y alegría con las que interactúa. Apenas le ha dado tiempo a echar a volar, pero Deva Cassel (Roma, 2004) tiene unas grandes alas forjadas de instinto y espíritu independiente. «Mi familia es amorosa. Siempre les estaré agradecida por haberme protegido y por darme tanta autonomía».
Está lista para vivir como cualquier otra joven de su edad, algo complicado si tus progenitores se llaman Monica Bellucci y Vincent Cassel, o cuando, además, el cine llama a tu puerta y ya has desfilado para grandes firmas de moda. Reconocemos algo de su padre en la espontaneidad que defiende, aunque no hay más que mirarla para que su belleza italiana de herencia materna eclipse todo lo demás.
Deva es curiosa, también madura, algo propio de gente acostumbrada a viajar. Ha vivido en Francia, Italia y Brasil, y habla italiano, francés, inglés, portugués y entiende español. En su coqueteo con el fashion business –en su tiempo libre, mientras terminaba sus estudios–, ha desfilado para Dolce & Gabbana, Jacquemus y, más recientemente, para Coperni y Courrèges, y se ha convertido en embajadora de Cartier, mientras debutaba en el cine con la película italiana La Bella State, un drama romántico basado en la novela de Cesare Pavese que ella protagoniza. «Fue una sensación muy cálida ver por primera vez aquello en lo que habíamos trabajado tan duro», asegura.
Su madre creció inspirándose en las películas de Sofia Loren, Monica Vitti y Claudia Cardinale, protagonista esta última, en 1963, de la versión original de El Gatopardo, papel que el destino ha querido que Deva interprete ahora en la nueva adaptación que Netflix ha realizado en formato serie. Dedicarse a lo mismo que sus padres, siendo ellos estrellas mundiales, debe generar presión... ¿o no? «No trabajo en esto porque mis padres lo hagan. Mi experiencia será distinta, y así debe ser. No tengo que parecerme ni ser tan buena como nadie para poder hacer algo que disfruto».
En realidad, todo en ella es bastante extraordinario, pero, aun así, Deva insiste en dar un baño de normalidad a su vida: «Viajo más, eso sí, y he cambiado muchas veces de colegio, aunque soy como cualquiera de mis amigos». Natural y risueña, no duda en compartir un truco de belleza transmitido por su madre: «Aplicarse un buen aceite de oliva en cara y cuerpo. Hidrata y ayuda a la inflamación. Es buen tip... ¡siempre y cuando no se te meta el aceite en los ojos!», declara entre risas.
Alumna aventajada por razones obvias (lo ha visto en casa desde niña), la joven admite que su faceta previa como modelo le ayuda a enfrentarse con más seguridad a los retos interpretativos: «Trabajar en moda te hace más consciente de ti misma, aprendes a colocar tu cuerpo y ganas seguridad, pero tengo mucho que aprender. Mis padres me han animado a divertirme haga lo que haga, a no pensar demasiado... Son los mejores consejeros del mundo», revela.
Tiene 1 millón de seguidores en Instagram, pero Deva vive fuera de las redes y se expone lo justo (y sólo por motivos profesionales). Acumula muchas aficiones y perder el tiempo haciendo scrolling no es una de ellas: «Intento no estar con el teléfono, leo todo lo que puedo, escucho música, me encanta la bossa nova y Bob Marley. Me gusta mucho la arquitectura y cocinar es, más que una pasión, ¡la felicidad! En las redes sociales mantengo un perfil bajo porque no me interesan demasiado y por propia protección. No es necesario mostrar lo que haces en cada momento».
* Maquillaje y peluquería: Antonio Romero(One-Off Artists) para MAC y Kevin Murphy. Manicura: Lucero Hurtado Nails para OPI. Ayudantes de estilismo: Daniela Martín.