«Soy la persona más autocrítica que conozco», dice la diseñadora Tory Burch (Pensilvania, EE. UU., 1966) cuando le preguntamos por el equilibrio entre el éxito profesional y el cuidado. «Tengo que trabajar en esto. Intento meditar, hacer ejercicio... pero, con tres hijos propios, seis hijastros, dos perros y un negocio que ha evolucionado tanto, lo que no haya hecho a las seis de la mañana para mi bienestar no conseguiré hacerlo el resto del día», confiesa durante esta entrevista en un salón del hotel Claridge’s de Londres.
Quizás sea ese exceso de autoexigencia el que le permite llegar a todo sin conformarse. Desde que lanzó su firma de moda en 2004, después de trabajar en marcas de lujo como Vera Wang, Ralph Lauren y Loewe, el nombre de Tory Burch vive un estado de éxito permanente. Y de evolución constante. En su caso particular, la pandemia le sirvió para transformarlo todo. «Fue una oportunidad para pensar y reflexionar sobre el carácter de la marca», comenta. «Hasta entonces, había asumido el rol de CEO, y eso me quitaba tiempo y espacio mental para el proceso creativo. Con la incorporación de Pierre-Yves Roussel, mi dedicación al diseño fue total. Quería un punto de vista más personal, que las colecciones fueran una extensión de mí».
Así, el paréntesis que supuso el covid para el mundo a ella le valió para coger el impulso que necesitaba. Como si un vendaval de creatividad hubiera pasado por su estudio, las colecciones comenzaron a contar algo distinto, a medio camino entre el estilo minimal y una suerte de espíritu conceptual (más parisino que americano) que lo invade todo de encanto.
Hoy, hablar de Tory Burch es hablar de un armario cool y moderno (otrora más preppy), porque, sí, aunque su concepto haya evolucionado, sigue trabajando para empoderar a las mujeres. «Se trata de captar la esencia clásica y redefinirla. El twist está en un tacón roto o en un traje muy sencillo pero bien estructurado y con los bajos deshilachados. Todo el diseño está enfocado al tejido, el frunce y la búsqueda de la silueta perfecta. Es mi manera de entender la feminidad», nos cuenta. La diseñadora siente que esta no sólo consiste en sentirse maravillosa, sino en experimentar la libertad necesaria para expresar lo que somos de manera individual. «Cuando además de belleza hay seguridad, puedes encarar la vida de otra forma. El día es mejor cuanto más seguras estamos», añade.
La moda tiene mucho que decir sobre esto, aunque también vivimos un momento en el que hacer ropa relevante pasa porque sea, además, duradera. «Visto mucho vintage y guardo muchas prendas. Cuando diseño pienso en calidad, artesanía y en hacer que las piezas perduren. Eso me obliga a reparar menos en las tendencias y más en que los diseños sean actuales ahora y en cinco o diez años», nos revela.
Su reto hoy es comprender mejor a las mujeres y mostrarles una nueva mirada. «No pienso en una concreta. No es de ningún lugar ni viste de una determinada manera. Me siento privilegiada de ser mujer y diseñar para ellas. A lo largo de mi carrera me he sentido apoyada por otras mujeres y debo aportar algo de vuelta». No es casualidad que la Fundación Tory Burch exista con el único objetivo de apoyar a mujeres que, como ella, necesitan de una red para escalar su sueño. Lo hace a través de los programas para emprendedoras, pero también con sus colecciones.
A ella le hubiera encantado inventar los jeans, las bailarinas o el caftán. Tampoco se ha quedado lejos, ya que sus Flats T Monogram (sus famosas bailarinas) forman ya parte del armario cápsula americano del siglo XXI. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? «Estar muy presente y no ceder a la presión ha sido clave. Cuando las cosas se complican estoy aún más centrada. Mis padres siempre me han recordado aquello de mañana será otro día para escapar del ruido y la negatividad. La actitud positiva te sitúa en un lugar mejor», concluye.
* MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: ALMUDENA GARBEL (TEN AGENCY). MODELO: MARTA ORTIZ (ANGELS PROJECT). AGRADECIMIENTOS: HOTEL THE PRINCIPAL MADRID.
