Me han pagado 400$ por escribir esta columna y como escritora freelance gano alrededor de 65.000$ al año. Pago 1.250 $ al mes por el alquiler de un apartamento de un dormitorio en Greenpoint, Brooklyn, que comparto con mi novio. No tengo ningún plan de pensiones todavía y pedí un aplazamiento para presentar mi declaración de la renta de 2014 debido a que la cuota de 3.000 $ para ampliar mi visa de trabajo en los Estados Unidos me parecía más importante.

No tengo deudas por mi tarjeta de crédito, pero todavía debo 15.000$ por un préstamo para estudiantes, que sé que debo pagar más tarde o más temprano. Y, además no recibo ninguna ayuda económica de mi familia. A pesar de todo esto, me gustan las cosas bonitas (no veo ningún problema en gastar 800$ en un par de zapatos de Valentino), y me gusta viajar por lo menos unas cuantas veces al año.

Esta es mi situación financiera y no me importa contársela a los demás. Pero desde que me trasladé a Nueva York desde Nueva Zelanda hace cuatro años, he aprendido que mi transparencia económica no sólo no es algo habitual entre la gente, sino que en realidad está mal vista entre mis compañeros, colegas e incluso entre algunas de mis amigas más cercanas.

No tengo ni idea de cuánto ganan, si tienen alguna deuda, cuánto pagan en impuestos, cómo pagan el alquiler, la cantidad que ahorran al mes o al año o si todavía reciben dinero de sus padres cuando ya pasan de los treinta. Sin embargo, sé los detalles más íntimos de sus relaciones de pareja, sé lo que les gusta en el sexo, sé si han tenido un aborto involuntario o no y he estado allí para escuchar y dar consejo sobre sus temores más íntimos. Y lo considero una cosa muy, muy extraña.

Afortunadamente no estoy sola. El programador de software Lauren Voswinkel creó hace meses el 'hashtag' #talkpay, en el que pidió a la gente que tuitee dónde trabajan, su grado de experiencia y sus sueldos con la esperanza de que las empresas se vean obligadas finalmente a reconocer la desigualdad y la discriminación salarial. Desde entonces el 'hashtag' ha generado decenas de miles de tweets, en su mayoría de gente de Silicon Valley que tiene curiosidad por saber dónde se encuentra dentro del sector tecnológico.

Pero #talkpay no sólo ha puesto al descubierto lo que cobran los trabajadores de Google y Facebook; también ha demostrado que hablar abiertamente de los sueldos todavía se considera algo inapropiado: tanto entre los que presumen de ganar mucho como entre aquellos que se quejan de ganar poco. (La nueva cuenta de Tweeter talkpay_anon que permite publicar de forma anónima en #talkpay, demuestra que, a pesar del hecho de que el presidente Barack Obama aprobó una medida que prohíbe a los empresarios tomar represalias contra los empleados que den a conocer públicamente lo que ganan, muchos de nosotros todavía tenemos demasiado miedo a que los demás sepan lo que ganamos.)

"La gente piensa que la cantidad de dinero que ganan es un asunto delicado y que se les va a juzgar en función de ello", explicó el Dr. T. Ryan Howell, profesor asociado de psicología en la Universidad Estatal de San Francisco y co-fundador de Beyond the Purchase, un portal que permite a las personas descubrir cómo afecta a su felicidad el dinero que gastan.

Una rara incomodidad

"También hay un extraño sentimiento de culpa en algunas personas por ganar más dinero que otros y la sensación de que si supieran el dinero que tienen, esas personas se sentirían muy incómodas", agregó. Planteé esta idea a algunos amigos que, según las convenciones sociales, se consideran ricos y todos estuvieron de acuerdo en que hacer públicas sus ganancias les haría sentirse "incómodos". Una amiga que deseaba permanecer en el anonimato admitió que si ella tuviera dificultades para pagar un alquiler o sus impuestos, se sentiría más inclinada a hablar de sus ganancias con los demás.

Estas cualidades con las que identificamos al dinero (desde el poder y el control a la libertad, la tranquilidad y la seguridad o al amor) indican que, como sociedad, a menudo confundimos el poder adquisitivo con el éxito y el valor personal e identificamos unos ingresos bajos con la toma de malas decisiones o incluso con fallas morales. "Creo que las personas suelen tener miedo a que si confiesan que ganan menos que uno de sus amigos los demás sentirán lástima por ellos, mientras que si dicen que ganan más se les tratará con resentimiento" me dijo Jennifer Wright, una amiga mía que está a punto de conseguir su primer sueldo de seis cifras este año después de publicar su primer libro. Jenna Sauers, una amiga que en estos momentos está acabando un Máster en Bellas Artes en Iowa, ganado "mucho menos" de lo que hacía trabajando como escritora a jornada completa, afirma que es difícil hablar de dinero porque "muchas otras cosas se asocian a él: valor personal, poder, éxito, prestigio, inteligencia…"

Entonces, ¿por qué tiene el dinero tanta carga emocional? Arraigado en la política y transmitido a través de generaciones, el espíritu competitivo y capitalista de los protestantes de los Estados Unidos acerca del trabajo ha dado forma a la idea que nuestros padres y abuelos tienen sobre el dinero y, en última instancia, nos ha contagiado a la mayoría de nosotros. "Una gran parte de las reticencias a hablar de dinero proceden de traumas producidos por la manera en que nos han educado y por el hecho de de que nuestros padres nos hayan transmitido mensajes negativos sobre él", explica el Dr. James Gottfurcht, presidente de Psycology of Money Consultants. "Cuando somos pequeños se nos inculcan mensajes del estilo 'Eres tan bueno como la cantidad de dinero que ganas' en los que hay una gran carga de angustia emocional."

Una vez más, volví a mis amigos para preguntarles si habían sido educados así y el consenso fue unánime: se les enseñó a trabajar duro para ganar dinero, pero también a no hablar nunca de él. Una amiga, que también pidió permanecer en el anonimato, lo simplificó en un correo electrónico. "OH DIOS, SON DEMASIADOS LOS PROBLEMAS RELACIONADOS CON LOS PADRES Y CON EL DINERO", escribió.

"De dinero no se discutía. Mis padres no compartían los asuntos económicos con nosotros, los niños; y cuando mis padres perdían grandes cantidades de dinero, lo daban a conocer de una manera muy discreta, aludiendo vagamente a apretarse el cinturón. También me enseñaron a no hablar de mis éxitos, ya que eso era presumir y 'las chicas buenas no presumen'. Así que cuando empecé a cosechar éxitos, no sólo financieros, no era capaz de compartirlos."

Esta idea de que no hay que revelar información acerca de nuestras finanzas está tan arraigada que ha permanecido sin respuesta durante décadas, sin que nadie nunca defienda una forma alternativa de pensar. La Dra. Kristy L. Archuleta, que edita el Journal of Financial Therapy y es Profesora asociada de Planificación Financiera en la Universidad de Kansas State, cree que si empezamos a abrirnos en el tema del dinero con nuestras familias y con nuestros propios hijos, "será más probable que todos podamos hablar de dinero y, a la vez, sentirnos cómodos."

¿Podría un nuevo nivel de transparencia financiera conducir a cambios sociales positivos, desde establecer relaciones más abiertas, más estrechas, hasta, quizás, aumentar los sueldos de las minorías o reducir de la brecha salarial entre géneros? "¡Por supuesto que sí! Es una cuestión que debería plantearse" admitió. Voswinkel está de acuerdo y cree que nuestra falta de transparencia económica está directamente relacionada con la desigualdad de los salarios actuales, donde las mujeres tienen casi el doble de probabilidades de acabar en la pobreza y donde las mujeres hispanas ganan un 54 % menos que un hombre blanco, seguidas de las mujeres negras con el 64 %.

"Tenemos que presionar con más fuerza para abrir un debate sobre los salarios", escribió Voswinkel para Model View Culture. "Al no saber lo que sus compañeros ganan, a muchas personas se les deja indefensas ante lo que quieran pagarles sus empresas. Por lo general [las mujeres] se malvenden... Es necesario que se abran debates para aminorar la desigualdad salarial, no sólo dentro de las empresas sino también a través de la disciplina, de manera que la gente, sobre todo las minorías, sepa lo que sus habilidades valen de verdad... que hablen con sus amigos acerca de sus sueldos para saber a qué atenerse".

¿Ilegalidad empresarial?

Aunque muchas empresas estadounidenses afirman que el intercambio de información sobre los sueldos es motivo de despido, gracias a la Ley Nacional de Relaciones del Trabajo es ilegal amenazar con tocar las retribuciones de los empleados por compartir con los compañeros lo que uno gana y no digamos amenazar con despedir a alguien. "Los empresarios a menudo siguen una conducta ilegal con el fin de que no se abra un debate sobre los salarios" reveló Voswinkel, añadiendo que "a menos que la gente empiece a ser consciente de lo que pueden hacer gracias a la apertura de ese debate [con amigos, familiares y colegas], la desigualdad salarial que existe hoy en día tenderá a perpetuarse".

El Dr. Gottfurcht está de acuerdo con ella: "El dinero es un tema tan emocional que desencadena respuestas emocionales, por lo que cuanto más abiertos y transparentes seamos en este asunto, mejores seremos como sociedad", dijo. "Hablar de dinero puede tener unos efectos positivos, no tiene por qué producir miedo y ansiedad. No hablar de ello empeora los problemas. La falta de comunicación y de información conduce a una menor comprensión... y así no se resuelve nada. "

¿Cómo podemos empezar a hablar de dinero de una manera más abierta y honesta? Estar concienciado es un primer paso "muy importante", dijo el Dr. Howell. "Es muy sorprendente de lo que la gente está dispuesta a hablar – de los detalles íntimos de sus vidas-, pero piensan que hablar de dinero no es lo más adecuado. Hacer que la gente se pregunte por qué esto se considera tabú es muy importante". Y hablar de dinero con tus compañeros, haciéndoles saber que no hay ningún prejuicio en tus preguntas, que lo que te digan no va a afectar a la manera en que los ves, es crucial, agregó.

Una comunicación directa y respetuosa es también fundamental: el sarcasmo o el uso de tonos agresivos pasivos sólo va a hacer del hecho de ganar dinero una tarea amenazadora y polémica. "Es necesario que tus intenciones, a la hora de hablar de dinero, sean buenas y claras" dijo el Dr. Gottfurcht, añadiendo que "la gente tiene que ser más abierta y transparente sobre los motivos que la llevan a hablar de dinero, lo que, a su vez, dará lugar a una mayor confianza".

En última instancia está en nuestras manos cómo comunicarnos con nuestros hijos y así ayudar a las futuras generaciones a que se sientan más cómodos a la hora de hablar de dinero sin prejuicios, sin ansiedad y sin miedo. "Lo más complicado será cambiar lo que es tabú ahora" explicó el Dr. Howell. "Lograr que los padres sean más abiertos con sus hijos en el tema de las finanzas, tener conversaciones sinceras, enseñándoles a tener una relación sana y positiva con el dinero, sea cual sea su situación financiera, y no avergonzarse cuando surjan estos temas", dijo.

De hecho, así es como me educaron: a hablar de dinero sin un vínculo emocional, sin prejuicios, sin resentimientos, sin celos o necesidades, me enseñaron que el éxito nunca se basa en los logros económicos y a ver a los demás de forma igualitaria. Le pregunté al Dr. Howell si sabía de algún estudio que pudiera ayudarme a saber más cosas de este tema. No, admitió. "Es una conversación interesante que, simplemente, en la actualidad no estamos teniendo en este país. No hay muchos estudios sobre el tema, lo que demuestra que no estamos hablando de ello, en absoluto. "