Cuando eres joven asumes que un sinfín de cosas cambiarán en tu vida con el tiempo: amigos, amores, canciones, pero, en realidad, cambiarán muchas más cosas de las que piensas. Cuando escuché las primeras notas de "End of the Road" en el Barclays Center de Brooklyn, me vi inmediatamente transportada al pasado, a un baile celebrado en el comedor de mi instituto, que, a pesar de sus muebles de caoba y su olor a colonia barata, sigue siendo el mejor lugar donde he ido a bailar. Me acordé de los chicos que me gustaban entonces y de aquellos con los que bailé las canciones lentas y casi lloro. Al año siguiente, en el baile tocó una banda de chavales que hacía covers de canciones de Temple of the Dog, pero en 1992, se pusieron de moda los Boyz II Men y me enamoré de todos ellos. Después de veinticinco años no he vuelto a escuchar canciones como aquellas y "End of the Road" sigue siendo una de mis favoritas.

Resulta divertido ser una mujer de 37 años que no se avergüenza de seguir siendo fan de una boy band y que una amiga de ELLE.com te pida que cubras un concierto donde se vuelven a reunir tus ídolos después de tres décadas. Mi marido aceptó acompañarme a ver a los New Kids on the Block, en parte porque Paula Abdul y Boyz II Men también formaban parte de la gira y también porque así tenía una excusa perfecta para quejarse, de la misma manera que yo me quejé por tener que acompañarle a ver Dilinger Escape Plan, una banda que no se parece en nada a NKOTB excepto por el hecho de que sus miembros deben pasarse todo el día en el gimnasio.

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Boyz II Men durante la actuación en el Barclays Center

Entramos cuando el concierto ya había empezado. Las canciones de los Boyz II Men siempre me han parecido muy emotivas y con la edad más todavía. Mientras mi marido salía en busca de algo para comer vi cómo la imagen de un montón de pétalos de rosas caían en la pantalla gigante que se encontraba detrás de los Boyz al tiempo que todo el mundo tarareaba "I'll Make Love to You". Los componentes del grupo empezaron a lanzar lo que parecían rosas de verdad a la gente y lo primero que pensé fue en las espinas, pero estos chicos (bueno estos señores ya) son unos profesionales y seguro que tenían a alguien que se ocupó de quitárselas antes.

Mi marido regresó con unos nuggets de pollo.

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Después de un breve descanso, fue Paula quien apareció en escena. Llevaba un minivestido con detalles dorados y, durante su breve actuación, me acordé de cuánto me gustaba la MTV y de un monitor en un campamento bailando "Cold Hearted". Paula nos dijo que todos éramos maravillosos, después nos contó una larga y divertida historia sobre una prueba para formar parte de las cheerleaders de los Lakers. Cuando abandonó el escenario, me di una vuelta por el Barclays y me gasté 90 dólares en dos camisetas.

Después comenzó lo bueno. Los NKOTB aparecieron en el escenario y todos gritamos de éxtasis. Para las que necesitéis recordar la formación, aquí la tenéis: Jordan Knight, cantante principal; Joey McIntyre, el más joven, cuyos falsetes no lo parecieron hasta que su voz cambió, y también el más guapo y el de mayor talento; Donnie Wahlberg, el carismático, el chico malo que ahora se dedica a tuitear "twuggings" (ya sabéis, los abrazos de twitter) y que está casado con Jenny McCarthy e interpreta a un poli en la televisión; Jonathan Knight, el hermano mayor de Jordan, un chico muy dulce que apareció en una temporada de The Amazing Race y al que estoy segura que nunca he oído cantar y Danny Wood (o como le llamábamos en casa, Danny el dinosaurio), culturista y antiguo break-dancer, al que también estoy absolutamente segura de no haberle oído cantar nunca.

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Donnie Wahlberg, Jonathan Knight, Joey McIntyre, Danny Wood y Jordan Knight en 1989

Joey era mi favorito, por si no había quedado claro. En 2007, me encontraba haciendo un curso de posgrado en Wisconsin y coincidió que su gira para promocionar su primer disco en solitario pasaba por allí. Cuando fui al concierto, Joey se esforzó por conseguir que a los pocos que allí acudimos nos gustara lo que a él le gustaba. La banda se volvió a reunir poco después de aquel concierto y han estado de gira desde entonces. Los Kids sabían lo que tenían que hacer: reunirse, cantar sus mejores canciones, hacer esos bailecitos tan suyos y todo con la esperanza de que si lo hacían bien, sus legiones de fans volverían a estar ahí. Y, de hecho, allí estábamos.

Fueron nuestros primeros amores y nunca, nunca nos romperían el corazón, porque todavía éramos unas niñas.

Sobre el escenario del Barclays, todos, excepto Jonathan salieron en camiseta de tirantes. Con el tiempo, Jonathan se ha convertido en mi favorito y el próximo libro que escriba será una historia novelada de sus memorias. Cuando los demás comenzaron a mover sus caderas, en el rostro de Jonathan apareció un atisbo de vergüenza, la cara que cualquier ser humano pondría en aquella situación, pues parecía que sólo él se daba cuenta de lo ridículo que resultaba aquello. Mientras cantaban "No More Games", la canción en la que Donnie dice "somos cinco hermanos malos de Beantown", Jonathan desapareció durante unos minutos y lo entendí perfectamente.

Ver bailar a una boy band que comenzó en esto de la música hace ya 33 años fue algo muy especial. En la pantalla gigante aparecían imágenes de Jordan moviendo sus caderas, de Jonathan moviéndose a cámara lenta. Sus torsos aparecían una y otra vez, como si estuviéramos en la facultad de medicina y fuera necesario prestar mucha atención a sus cuerpos.

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A continuación, los NKOTB se sumergieron en la nostalgia. En esta ocasión, en la pantalla aparecieron fotos de cuando eran jóvenes, portadas de discos e imágenes en los que iban ligeros de ropa. Todos sonreímos. Me preguntaba qué habría sido de Biscuit, su guardaespaldas y de Maurice Starr, el cerebro gris de la banda. Cantaron un centenar de medleys seguidos y disfruté de cada segundo, incluso de las canciones del álbum Merry, merry Christmas, en cuya portada aparecían los cinco subidos a un trineo y que, naturalmente, colgaba de la pared de mi habitación junto a un poster a tamaño real de Joey.

Donnie se echaba a reír cada vez que se olvidaba de la letra, lo que sucedía cada vez que le tocaba cantar. Pero el error humano es una de las partes más atractivas de un espectáculo de estas características. Bueno, eso y la cámara situada en el camerino que mostraba a cada uno de los Kids bromeando mientras se cambiaban de camiseta. (La única excepción, por supuesto, era Jonathan que bebía zumo y se cambiaba en privado como una persona con dos dedos de frente). En un momento dado, sin razón aparente, Donnie se subió encima de un piano, que empezó a arder en llamas. A continuación se levantó la camiseta y enseñó el pecho. Iba depilado y yo me sentí realmente aliviada, porque no soporto un pecho con pelo. Jordan guiñó un ojo, a Joey se le notaba emocionado. Una lluvia de confeti hizo acto de presencia.

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Después, durante unos momentos Joey desapareció. Empecé a buscarle por todo el escenario e intenté recordar cuáles eran las canciones en las que cantaba él. ¿Por qué no hacía gala de su talento? Estaba a punto de empezar a gritar "QUEREMOS A JOEY" cuando, de repente, apareció junto a su hijo, y empezó a cantar "Please, don't go girl" dejando que su hijo acaparara toda la atención y todos empezamos a gritar su nombre antes de que a Joey se le quebrara la voz. La canción estaba dedicada a los fans; admitió que nos necesitaba, aunque eso ya lo sabíamos.

Estos chicos siempre nos decían en sus canciones lo que queríamos oír

Ahora lo entiendo mejor que cuando era joven, Joey sólo tiene ocho años más que yo y esos ocho años no son nada. Quería comerse el mundo, como me pasaba a mí. Ha sido la relación más recíproca que he vivido nunca. Estos chicos siempre nos decían en sus canciones lo que queríamos oír. Fueron nuestros primeros amores y nunca, nunca nos romperían el corazón, porque todavía éramos unas niñas.

Esto es lo que sucede cuando se mezclan nostalgia y sentimiento maternal y en el Barclays Center eso era lo que se respiraba. Cuando eran más jóvenes, puede que nos mintieran con tópicos sobre relaciones que nunca habían tenido, pero ahora, todo era diferente.

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A las 22:55, los New Kids parecían tan cansados como yo. Cantaron "I'll be Loving You Forever" y mi marido no aguantó más y se fue a casa. Se estaban dejando la piel. Me hubiese gustado decirles que ya estaba bien, que todos estábamos ya satisfechos. En mis oídos se mezclaba el ruido de mis gritos con los de las demás personas que allí estaban. Quería llamar a mis amigas del colegio. No me fui a la cama hasta pasada la medianoche, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo.

A la mañana siguiente, desayunamos mientras sonaba el disco Forever Your Girl de Paula Abdul. Cuando mi hijo mayor, de apenas cuatro años, dijo "Joey McIntyre" sin venir a cuento, me di cuenta de que mis gustos musicales van calando en él y, de alguna forma, siempre los llevará dentro, aunque cuando crezca se decida por otro tipo de música. Cada uno de nosotros lleva en su interior todo aquello que alguna vez hemos amado de corazón, como si fuéramos una muñeca matrioshka. ¿Y si todo eso viene acompañado de una pequeña dosis de movimientos de cadera? Pues genial.

Vía: ELLE US