En definitiva, una adicción a las cremas cosméticas que, lejos de solucionar el problema en cuestión que se quiera tratar, lo agrava. Porque, no nos engañemos, el elixir de la eterna juventud no se encuentra en un frasco.

“En nuestra sociedad, donde imperan las modas, como el culto al cuerpo, los patrones de belleza impuestos y el querer ser siempre jóvenes y bellos, nos encontramos con una nueva adicción: la cosmeticorexia”, asegura Juan Manuel Medina, experto en terapias naturales y director de Sanis Natura.

¿Quién la sufre? La padecen tanto hombres como mujeres. “Son personas que tienen miedo a envejecer y buscan soluciones rápidas, y cambios visibles que los demás puedan apreciar y piensan que la cosmética les permite hacer esos cambios en tiempo récord”, aclara Medina. Lo cierto es que, no es lo mismo una persona “descuidada” (que no trata su piel, no se maquilla, ni cubre sus canas) que otra que se cuida el cutis, va maquillada y bien peinada. Pero… milagritos a Lourdes. Porque realmente ¿qué puede llegar a hacer un cosmético? Según el Real Decreto 1599/1997 de 17 de octubre de 1997 un cosmético es “toda sustancia o preparado destinado a ser puesto en contacto con las diversas partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema capilar y piloso, uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes y las mucosas bucales, con el fin exclusivo o principal de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, y/o corregir los olores corporales, y/o protegerlos o mantenerlos en buen estado”. En definitiva, de un cosmético podemos esperar que hidrate, nutra, suavice las arrugas y aporte luminosidad y vitalidad al rostro, y todo esto se nota a partir de los 28 días de uso diario (mañana y noche), pero quitarte 10 años de golpe y de forma inmediata es pedirle peras al olmo.

¿Y cuánto más mejor? No. Cuánto mejor, mejor. “El mayor problema que hay es que se compran cantidades ingentes de productos, cremas, sérums, aceites, leches, labiales… que se van acumulando en nuestros cuartos de baño pareciendo estos una perfumería. Se piensa que cuanto más mejor. Cuando en realidad lo que deberíamos hacer es utilizar poco y muy bueno y que sea adecuado a nuestro tipo de piel. Con un par de productos que nos limpien, hidraten y tonifiquen nuestra piel sería más que suficiente.”, aconseja el experto.

¿Cómo tratar la cosmeticorexia? La experta recomienda dos vías: una, acudiendo al asesoramiento de profesionales de la belleza. “Estos están formados y preparados específicamente para determinar las necesidades de nuestra piel en cada momento y enseñarnos cuáles son los productos que más convienen”, asegura.

Además, muchos centros estéticos, como Sanisnatura, ofrecen talleres sobre tipos de piel y los productos adecuados para cada uno. La otra forma de superar la cosmeticorexia sería recurriendo al asesoramiento psicológico.

“Un coach nos va a ayudar a conocernos, a descubrir el motivo de esta adicción, y nos va a dar pautas para poder controlarla y dejar de comprar compulsivamente para hacerlo racionalmente”, aconseja Medina. En definitiva, ayuda a mejorar la autoestima, a ser consciente y estar a gusto en nuestra piel y con nuestra edad.

Algo más: también algunas flores, como las de Bach, pueden ayudarnos a gestionar nuestros estados anímicos. “Son remedios naturales extraídos por maceración de las flores de 38 plantas y se toman en forma de gotitas, mínimo cuatro veces al día, para gestionar nuestro miedo, soledad, sensibilidad, falta de interés, inseguridad, tristeza y preocupación. Además no tienen ninguna contraindicación y se pueden tomar incluso estando embarazada”, asegura Mª Carmen Gallego, terapeuta de Flores de Bach (Tel. 609 11 59 67).

Si es un problema de leve a moderado tardan 48 horas en hacer efecto, si es agudo actúan en cuestión de minutos, y los trastornos crónicos necesitan 3 ó 4 semanas. Lo idóneo es consultar antes con un terapeuta especializado.