No suele ser normal que me quede sin palabras para describir una película, una serie o un documental. Llevo nueve años en Elle.es haciendo temas de cultura (y otros 20 de experiencia como periodista) y cada día publico (o lo intento) algún artículo sobre las mejores series cortas de Netflix, todas las novelas que debes leer antes de cumplir los 40, las mejores películas de terror de la historia, música, viajes, feminismo... o cualquier tema que tenga cabida en ese cajón de sastre que se llama 'estilo de vida'.

En cuanto a los documentales, es otro género del que me considero particularmente apasionada. Reconozco el brutal trabajo de indagación, elaboración, investigación, producción y montaje de algunos de los mejores documentales de la historia, como 'Wild Wild Country' o 'Cowspiracy'; o de los documentales que se han filmado sobre músicos, como el de Wim Wenders con 'Buenavista Social Club'; o de los documentales que puedes ver en Amazon Prime Video, una plataforma que, afortunada y recientemente, se está 'poniendo las pilas' con el género.

Uno de los artículos más completos en Elle.es sobre el género se titula '20 documentales de Netflix interesantes que enganchan' y, en él, puedes encontrar un listado de los mejores reportajes de la plataforma. Pero tengo que apuntarme en la agenda con letras grandes: ACTUALIZAR.

Porque ayer vi en Netflix (también lo puedes ver en Filmin, plataforma donde lleva un tiempo) un título que no solo pasará a engrosar la lista de sus mejores documentales, sino que pasará a ocupar para siempre un lugar en mi corazón (es así de cursi, pero es la pura verdad): se llama '100 días con la Tata' y es el documental de Miguel Ángel Muñoz fue candidato en los premios Goya y que fue galardonado como Mejor documental en los premios Forqué.

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La historia es conocida por muchos. De hecho, en Elle.es nos hicimos eco hace un par de años de la Tata 'instagramer' del actor Miguel Ángel Muñoz, Luisa Cantero. Luisa (97 años), cuidó durante su infancia a Miguel Ángel (38 años) mientras los padres de este trabajaban y la relación que se ha establecido durante este tiempo va más allá de lo que conocemos como 'familia'.

Ella es una mujer con una salud bastante vigorosa para estar cerca de la centena, y sigue teniendo una vida autónoma. Vive sola, camina con la única ayuda de un bastón, sale a tomarse sus cafés entre los saludos de los vecinos del barrio e intenta mantenerse activa en el pequeño piso de 35 metros cuadrados del centro de Madrid en el que vive.

Miguel Ángel Muñoz, director y 'alma mater' del proyecto, se da cuenta de que su "historia de amor" con su Tata, puede terminarse pronto. La edad que tiene Luisa y unas repentinas complicaciones de salud le hacen darse cuenta de que la muerte (a la que, como dirá ella misma en el documental, no tiene ningún miedo) puede venir pronto.

Así que Miguel Ángel decide ponerse manos a la obra y cumplir todos los deseos pendientes con su Luisa, que van desde volver a la Mérida natal de la Tata o hacer un viaje en su Mini los dos solos. Sin embargo, cuando están enfrascados en esta 'lista de deseos pendientes', aparece un invitado no deseado: la pandemia.

El actor madrileño, ante la renuncia de las cuidadoras de su Tata y el convencimiento personal de que nadie podrá cuidarla como él, decide mudarse a casa de Luisa para pasar juntos el confinamiento. 100 días. O la 'Cuarentata', como decide bautizarla uno de los muchos seguidores de la pareja en Instagram, donde se acabaron convirtiendo en uno de los 'influencers' más queridos desde su perfil @soylatatareal.

Cada tarde, decenas de miles de personas se conectaban a este perfil para ver qué es lo que iban a hacer Luisa y Miguel Ángel. ¿Vestirse de monjas? ¿Hablar con una oveja de peluche? ¿Conectar en directo con José Coronado, Raúl González o incluso televisiones del otro lado del océano?

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Si, señores, porque aquello se convirtió en un auténtico fenómeno del que se hicieron eco las noticias no solo de nuestros telediarios, sino de los de Latinoamérica, Europa... ¡e incluso Rusia! Un fenómeno que llega a su culmen con el dueño de una plantación de café en Ecuador, que decide bautizar una zona de sus cultivos como 'El sol de la Tata'. Maravilloso.

Medio planeta, yo entre ellos, se han enamorado de Luisa Cantero. Y de su relación maravillosa con su nieto, que a lo largo de 100 días (en realidad son más) ya no sabe qué actividad pensar para que su Tata esté contenta y activa y se olvide de la tragedia de los miles de muertos de la pandemia.

'100 días con la Tata' hace reír, pero también nos invita a dos grandes reflexiones. La primera, la necesidad de tener siempre a punto nuestra salud física y mental (aka. afrontar la vida con alegría y optimismo) para poder afrontar las dificultades de la vida (ojo, que Luisa no solo ha superado una Guerra Civil, ha criado una familia, ha gestionado un hogar, ha trabajado como limpiadora, ha superado una pandemia...).

La segunda, lo imprescindible de cuidar a los cuidadores. Un enfermo no puede cuidar a un enfermo, como viene a decir Miguel Ángel. En el tiempo que pasa con su Tata, vemos que, según ella va encontrándose mejor y más animada, el actor madrileño -al que veremos pronto como Julio Iglesias en la serie 'Bosé'- se nota peor: las fuerzas decaen, se resiente de una contractura, apenas duerme... Estar con su Tata comienza a pasarle factura y su terapeuta le recuerda algo importante, que cuidarse él mismo no es dejar de cuidar a su Tata.

Mientras lloraba viendo '100 días con la Tata', me acordaba de mi padre (que falleció, a pesar de los cuidados de toda la familia, tras 10 años de Alzheimer), de mi madre (a la que casi había que sujetarla para que no bajara a la calle durante el confinamiento, angustiada por no ver la luz del sol) y de mi particular miedo a la muerte, que no hay psicólogo que remedie (a pesar de estar en Salud Mental desde hace tiempo).

Pero Luisa y Miguel Ángel me dieron un mensaje anoche, en el silencio de mi casa, que se resume en aquello que los romanos enunciaron hace siglos: "Carpe Diem". Aprovecha el momento, sé feliz, disfruta lo grande y lo pequeño que tienes, cuida de tus ascendientes y descendientes, porque en la familia y en cada uno de esos pequeños detalles que no valoramos está precisamente lo que nos hace vivir y nos aleja de la muerte. Gracias, Tata. Gracias, Miguel Ángel.

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